jueves, 7 de noviembre de 2013

DE LA ELEGANCIA HECHA ACTRIZ

La distinguida actriz Amparo Rivelles se ha ido a tres meses de cumplir 90 años.

Recuerdo una película donde un viejo cuadrado, don Federico de Alba, es muy severo, duro e injusto. Educa a sus hijos con una disciplina terrible y muy autoritaria, todos le tienen miedo. Él era don Fernando Soler en Cuando los hijos se van *** (México, 1968) dirigida por Julián Soler. 
En contraposición estaba la mamá, doña Claudia (Amparo Rivelles) mucho más joven que su esposo. Ella era toda mesura, elegancia, nobleza, capaz de sacrificarlo todo por el inmenso amor a sus hijos, como la rebelde adolescente Paty (Carmen Frida); la joven que  a pesar de la oposición del padre se mete a trabajar y se atreve a desafiarlo para realizar su amor, Amalia (Blanca Sánchez); el noble Federico, estudiante universitario que en realidad quiere ser cantante (Alberto Vázquez) y el hipócrita y ventajoso Carlos (Enrique Becker). 


Todo el melodrama inicia cuando llega de visita un vejete amigo de la familia, don Francisco (Miguel Suárez), acompañado de su joven y provocativa esposa, la bellísima Niní (Malú Reyes). Ella le coquetea a Carlos y le insinúa que lo esperará en la recámara, pues fingirá un dolor de cabeza para evitar salir con todos al paseo de bienvenida. Ya en plena acción, se escucha que inesperadamente la familia regresó a la casa; el seductor sale de la habitación a toda prisa y todos creen que era Federico, que en realidad, ajeno a todo, estaba estudiando para un examen en su recámara. El escándalo se hace mayúsculo y la trama, después de muchos acontecimientos terribles, desemboca en un crimen. 

La historia de alguien inocente, en la cumbre del éxito, pues Carlos  ya está convertido en una estrella de la canción, que paga por la culpa de otros siempre provoca en el público un fuerte desasosiego. Pero el ver a la madre destrozada, sufriendo y llorando por su hijo muerto es algo inenarrable, y sobre todo, cuando la actriz que la interpreta es alguien como Amparo Rivelles. Entonces la película toma tintes de gran tragedia. Jamás olvidé la película, pues lógicamente lloré, lloré y lloré, junto a los otros 1,200 espectadores del cine "Alameda" de la Av. Juárez del D.F. 



Una comedia muy divertida, donde nada es lo que parece.

La señora Amparo Rivelles (1925-2013), acaba de fallecer hace unas horas en España, su tierra natal. Fue una de las actrices españolas más queridas y respetadas de la escena mexicana, a la que llegó en 1959, quedándose aquí durante 20 años. 

Ella hizo de todo, teatro, cine y t.v. Desde tragedias hasta comedias de enredos, como La casa de las muchachas * (Méx. 1969) de Fernando Cortés, en la que como toda una “madame” regentea una casa de citas, pero tiene que fingir que ella es la decente mamá de las populares “muchachas” cuando llega Enrique Rambal al pueblo.


Un melodrama pasional donde la Rivelles es el objeto del deseo de un hombre 20 años menor que ella.


En otra cinta, Remolino de pasiones ** (Méx. 1970) de Alejandro Galindo, con Carlos Piñar y Susana Dosamantes es la guapérrima suegra que el yerno quiere seducir…

En telenovelas nos deleitaba y nos hacía llorar durante meses; desde La cruz de Marisa Cruces, hasta Cristina Guzmán, en la que hacía un doble papel, el de la sofisticadísima condesa de Béjar y el de una cruel mujer perdida.

Su voz escénica era incomparable, densa, grave, sensual, con una dicción perfecta. Jamás se le notó que era extranjera ni por un momento, así que cuando la vi con su caftán rosa mexicano de brilladeras, festejando el Año Nuevo en “Visitando a las Estrellas” de Paco Malgesto —en los años de 1970— y la escuché tal cual era, con su voz natural, me impactó oírla coloquial, nasal, españolada y echando un gran relajo con las otras estrellas y con la escoba para barrer la “mala suerte” en el portón de su mansión. En ese momento me quedó muy claro que los actores para nada son los mismos cuando no están en escena.

Hace dos días supimos que estaba ya muy grave y la pusimos en manos de Dios.

Gracias doña Amparo, por brindarnos tu enorme talento, por tus años de triunfo aquí, entre nosotros, en tu México tan querido y donde nació tu hija mexicana. Ahora descansa en paz, junto a ese Dios al que siempre clamabas en tus películas. ¡Bravo...! 


¡Corte y queda...!

March de Malcriado.

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