viernes, 7 de febrero de 2020

JUDY

JUDY  Renée Zelweger como Judy Garland deja al público absolutamente conmocionado con una de las actuaciones más deslumbrantes del fin de la década.
© BBC Films/ BFI/ Pathé/ Calamity Films


JUDY: LA LEYENDA  DETRÁS DEL  ARCOIRIS / JUDY  EE.UU., G.B., 2019. Dir. Rupert Goold. 

Judy Garland es una de las leyendas más grandes del chóubisnes (showbussiness) mundial, sin embargo, fue tan fabulosa como trágica. Ella creció esclava del “Star-system” desde niña, pues su vida transcurrió prácticamente encerrada en los estudios cinematográficos de aquel Hollywood que encumbraba a sus estrellas de una manera suprahumana,  pero   a cambio de su alma. 

Los artistas de la pantalla eran considerados semidioses de un mundo de sueños de celuloide tan celestes como irreales. Una vez Marilyn Monroe dijo: “Soñar con ser estrella es mucho más fantástico que serlo”. Seguramente tenía toda la  razón. 

La industria del cine creó una mega fábrica de sueños a costa del sacrificio de seres cuya anomalía era tener talento. Nada más manido y llevado y traído que el consabido “precio de la fama”. El ser humano no está preparado para la fama, especialmente para esos exorbitantes niveles de fama que el cine es capaz de generar. 

En la historia del espectáculo abundan los ejemplos de artistas que se vuelven locos porque eran  seres demasiado  sensibles,  o  hipersensibles, que no contaban con los recursos emocionales e intelectuales para sobrellevar semejantes presiones laborales que muchas veces se extendían hasta el manejo abusivo y el control  de sus vidas privadas. Todos tenemos necesidad de ser aceptados y amados, y poseemos también ciertas dosis de vanidad y egolatría absolutamente  normales; pero cuando millones de personas alrededor del mundo exacerban esos sentimientos hacia una persona, a través de la adoración y la idolatría, en aplastante contraste con la actitud de los productores y  los jefes de los estudios que los  consideran tan  sólo  objetos de consumo, un simple negocio que les  genera multimillonarios ingresos  en  taquilla. Casi nunca los respetan, ni los quieren, ni los valoran, pero sí los explotan. De esta forma la psique de cualquiera colapsa; y usualmente de manera muy aparatosa. 

En una escena clave de la película, la  atormentada Judy Garland (Renée Zellweger) dice: “Sólo soy Judy Garland una hora al día, todas las demás soy como cualquier otro ser humano”. Miss Garland tenía, como toda persona, cualidades y defectos; además de problemas emocionales, de salud, económicos, familiares y otros más derivados de su “stardom”. Esa secuencia en la que un par de fans tienen la oportunidad de acercárse a ella y palpar su “humanidad” es de un brillo y exquisitez única. Como una antítesis me recordaron mucho a la súper admiradora ―supuestamente tonta― “Eve Harrington” (Anne Baxter) cuando conoce a la diva de  Broadway “Margo Channing” (Bette Davis) en esa joya clásica ―que  nadie  debe  perderse― intitulada en castellano como La malvada / All About Eve (Joseph L. Mankiewickz, 1950). 


Ha habido tantas películas sobre la apoteosis y la caída de las estrellas que bien pudiera parecer un lugar bastante común; pero no nos engañemos, lo es totalmente y no obstante, ¡no nos importa…! Porque no hay nada más común y brutal que ver en pantalla, aunque sea cien veces, la  representación de ese aforismo que una vez leí en mi primer un libro sobre la Monroe: “Those whom gods love they destroy”/ “Aquellos que son amados por los dioses son destruidos”. Y éso, irónica e increíblemente, nos encanta. 

La multi talentosa Renée Zellweger ya ha sido nominada antes, por la Academia, por su inefable interpretación de “Roxy Hearth” en Chicago (Rob Marshall, 2002) y por la divertidísima El diario de Bridget Jones (Sharon Maguire, 2003) y su saga. Pero hay que recalcar que ella ya ganó un Óscar como Actriz de Reparto en aquel churro infumable llamado Cold Mountain (Anthony Minghella, 2003). Si esta vez no se lo otorgan como Mejor Actriz, la “Academia” cometerá otra vez el mismo error que cuando se lo negó a la mismísima Judy Garland en 1955 por Nace una estrella / A Star is Born (George Cukor, 1954) que lo merecía 10 veces más que Grace Kelly por La angustia de vivir/ The Country Girl (George Seaton, 1954). Pues a todas luces Miss Zellweger no actúa de la Garland, ¡ella ES Judy Garland...! 
Por lo tanto merece el Óscar y una ovación de pie. 

¡Corte y queda…! 

MarcH de Malcriado

jueves, 6 de febrero de 2020

EL FARO / THE LIGHTHOUSE

EL FARO Un duelo de actuaciones como hace mucho que no veíamos en el cine.
© A24 / Regency Enterprises / RT Features

EL FARO / THE LIGHTHOUSE EE.UU., Canadá, 2019. Guión y dirección: Robert Eggers. 

El faro es la crónica de  la lucha de dos hombres por la sobrevivencia en una isla tan alejada de la civilización cuanto inhóspita. Esa inmensa torre en  medio  del  mar es el símbolo fálico del poderío masculino, dirían los psicoanalistas. Yo diría que también es el refugio perfecto para huir del mundo; pero irónicamente el hombre contiene al mundo, así que no hay escapatoria. El otrora galancito juvenil de comedias bobitas, muy mainstream para adolescentes,  es ahora don Robert Pattinson, que cada vez es más perfecto, inclusive me recordó a Franco Nero en Querelle (Fassbinder, 1982). 



Es impresionante ver cómo la maestría en el oficio de un actor así llega tan sólo a través de la práctica in crescendo. Se nota que Pattinson ha visto las actuaciones de los grandes del cine, pero no imita a ninguno, porque él es único. Aprende y se pone a las órdenes de Eggers, un talentoso director que a su vez sabe que tiene entre las manos un soberbio guión (de su autoría), a un actor consagrado y a un magnético diamante multifacético (Pattinson), cuyo trabajo histriónico jamás desmerece ante el arrollador Dafoe, uno de los monstruos de cine más grandes de las últimas décadas. 



La película, a pesar de estar fotografiada en blanco y negro y en 35 mm está nominada a un Óscar por Mejor Cinematografía. No entiendo por qué fue considerada nada más en esa categoría, pues contiene muchos otros valores; por supuesto la actuación de ambos protagonistas y la dirección inclusive, pero ya sabemos cómo se las gasta  la "Academia". 


El faro,  con Willem Dafoe y  Robert  Pattinson como  nunca antes… 
© A24 / Regency  Enterprises / RT Features



El faro es hipnótica, tan sórdida y hermosa como las sirenas que pueblan los sueños eróticos, y tan fotogénica y violenta como las olas rompiendo sobre los acantilados. La publicidad la califica como: “Siniestra, inquietante fascinante y mítica”, y no puedo estar más de acuerdo, pues aquí mismo vemos de qué manera el impetuoso Prometeo fue cegado (y castigado)  por la propia luz que quiso descubrir. ¡Y pensar en las gaviotas…! 

¡Corte y queda…! 

MarcH de Malcriado