viernes, 6 de diciembre de 2019

GUADALUPE REYES


GUADALUPE  REYES Más  que  un  duelo de  actuaciones  lo  que  vemos  aquí  es  una mágica conjunción de  talentos, cosa  que  no  veíamos  desde los  míticos Pedro  Infante  y  Luis  Aguilar o desde Gael García  Bernal y  Diego  Luna. Una  película muy mexicana  y  por  lo  tanto  muy gozosa,  muy  chispeante.   
© Filmadora  Nacional /  Imcine / Videocine / 



GUADALUPE REYES México, 2019, Dir. Salvador Espinoza. 

Hace varios meses que no iba al cine totalmente a ciegas a ver una producción mexicana, ni siquiera había visto el tráiler. Así que llegué a comprar mi boleto con la baja expectativa de ver otra historia básica, sosa y aburrida (babosa pues) ―pues yo veo de todo porque amo el cine―. Ya con mi combo de la dulcería me senté en una sala semi vacía con mi cara de “a ver qué tan elemental irá a ser esta cosa…”. 

En la primera secuencia aparece Luis (Martín Altomaro) como un formal contador inmerso en una oficina llena de “Godínez” iguales que él, pero de menor rango. Los gags son tan comunes y vulgares como los otros 2 tipitos (uno de ellos es el omnipresente Paco Rueda que ha estado en todas las cintas nacionales que he visto últimamente), y la verdad es muy chistoso, o por lo menos no es antipático. Pero Altomaro es tan buen actor que pronto se interesa uno en su personaje. 

En la segunda secuencia introductoria aparece Hugo (Juan Pablo Medina), un jetsetter muy sibarita al estilo mitad Mauricio Garcés mitad Julio Alemán en “Johnny Dínamo”, en un hotel boutique de la Riviera Maya celebrando sus 40 años con una corte de “amiguisnobs” pero “millennials”, que a su vez lo ven a él como un “chavorruco”. 

Son 2 personajes tan disímbolos que orbitan en mundos muy diferentes, pero que increíblemente resultan ser los antiguos mejores amigos de la universidad. Después de diez años de no verse, Hugo le propone a Luis pasar juntos todo el maratón Guadalupe-Reyes celebrando y bebiendo en una fiesta total desde el 12 de diciembre hasta el 6 de enero. Luis que está casado, tan juicioso y cuadrado como es, de entrada rechaza la propuesta, pero unas horas después se le presenta un evento familiar tan imprevisto y demoledor que para asimilarlo y escapar un poco de su realidad decide aceptar y probar suerte en las andanzas. Sólo es cuestión de recordar cómo era de más joven… y volver a vivirlo. 

Altomaro y Medina son un par de actores muy carismáticos que tienen muchísimas tablas; juntos forman una mancuerna que destila una simpatía enorme. La química entre ellos es formidable. A pesar de que sus aventuras son bastante básicas y predecibles, la sorprendente maestría del director (en esta su opera prima), los actores de soporte ―entre los que están los consagrados Ofelia Medina (reverencia) y Juan Carlos Colombo, nada más…―, el sonido, el soundtrack, la edición y la notable fotografía de Daniel Jacobs llena de glamour, hacen de esta comedia un símil que bien pudiera equipararse a muchas comedietas del estilo “bocado de cardenal” del cine francés, de ésas que suelen presentarse en sus últimas muestras. 

Guadalupe Reyes no solamente es divertida, sino que en realidad el argumento escrito por Erik Zuckerman, Harold Rumpler y Marcos Bucay, está lleno de diálogos emotivos y muy profundos (pero sin excesos rococó), que en momentos resultan medio filosóficos, bastante serios y hasta catárticos. La puesta en pantalla es, valga la redundancia, apantallante, pues lo mismo va de las tomas en la bellísima costa del Caribe mexicano, que a bares y restaurantes muy “nice” de la CDMX (excepto la secuencia en la pulquería, que no obstante también es encantadora), igual a las oficinas de un edificio corporativo muy elegante y demás locaciones en Santa Fé; además cuenta con un vestuario muy de vanguardia cuando las secuencias así lo ameritan. 

Un gran divertimento muy como para el público machín (¡por fin…!), porque solamente los hombres nos identificamos con semejantes personajes tan cínicos y “desmadrosos”, pero muy “netos” y “valedores”, eso sí . Total, que quedé gratamente sorprendido y encantado de haber ido a ver un filme nacional de muchísima más calidad de la que me esperaba. Tanto, que fácilmente la puedo poner junto a las Niñas bien, Una dulce familia y Mentada de padre (que no les he reseñado todavía) como las mejores comedias del año. Las de Higareda con Chaparro no cuentan en esa categoría por obvias razones. 

Guadalupe Reyes para nada es un “churro”, se los garantizo. Además, si lo fuese, les aseguro que hay cosas peores que hemos visto, pero aducimos o presuponemos que no lo son bajo el supuesto de que son made in Jólibutt. La verdad es que no por ser filmes extranjeros ya son en sí mismos una garantía de calidad cinematográfica. Me da mucho gusto que en México se siga filmando, ¡y bien…! (Por cierto, al final varias personas del público aplaudieron). 

¡Corte y queda…! 

MarcH de Malcriado

lunes, 2 de diciembre de 2019

UN DÍA LLUVIOSO EN NUEVA YORK

UN  DÍA  LLUVIOSO  EN  NUEVA YORK Ha  sido  criticada como  una obra  muy  menor de  Woody  Allen. Es  lógico  y  natural que  no  sea Annie  Hall, Manhattan Zeling  o  Hanna  y  sus  hermanas,  pero  aun  así es  muy  superior al 90% de lo  que se  puede  ver actualmente  en  las  salas de  cine.    ©Amazon  Studios


UN DÍA LLUVIOSO EN NUEVA YORK (A Rainy Day in New York) EE.UU., 2019, Escrita y dirigida por Woody Allen. 



Muchos dicen que Woody Allen está  en  decadencia y  que desde hace mucho se  encuentra a años luz del rutilante guionista y director que fue; sin embargo, si lo que la industria de Hollywood nos presenta cada año tuviera la vigésima parte de la calidad de la menos excelsa de las películas “allenianas” otra visión  y  cultura cinematográfica  hubiéramos  desarrollado y no tendríamos la  necesidad casi  compulsiva de  ir a ver esas porquerías del estilo de Fast n´ Furious 25 ó Terminator: Destino Oculto (Tim Miller, 2019), que ya también fui a ver pero cuya "critireseña" no he escrito porque hasta vergüenza me da  tener que despedazar ciertos filmes (o lo que sea que fueren semejantes bodrios), de veras. 



Pero bueno, Un día lluvioso en Nueva York quizás no sea tan fabulosa como Café Society (Woody Allen, 2016), pero en  muy poca medida,  tan sólo como una media estrella (y me refiero a cuando yo calificaba con "estrellas"  los filmes); pues ésta,  su entrega más reciente, es de una exquisitez increíble. Inclusive,  con ese sorpresivo desfile de personajes especiales me recordó a la maravillosa Medianoche en París (Woody Allen, 2011). 

Como siempre, los argumentos del maestro Allen versan sobre la ironía de las relaciones de pareja, las vicisitudes de su cotidianeidad,  sus sempiternas  traiciones y sus crisis.  Para  filmar ese  tipo  de temas  no recuerdo a ningún director estadounidense que se  le  equipare,  ni  antes  ni  después, y que tenga esa  graciosa  y  profunda ironía combinada con un  demoledor humor negro.  Después  del  shock inicial,  y al  final  de tan corrosiva visión el resultado  de sus poemas cinematográficos siempre es una  toma  de  conciencia que  fluye y  se posa suavemente en la  realidad  de los  actantes,  sin  efectismos  ni grandilocuencias  pretenciosas. Este perfecto arco dramático  permite  a los protagonistas centrarse  en  la  exacta  dimensión que deben  tener para  la  consecución  del equilibrio  y la  realización  personal de  su  propio y  único destino.  Tal vez en el cine europeo precisamente ése haya  sido desde siempre el leitmotiv de los grandiosos, aunque realizado de  diferentes  formas; tan sólo recordad a Antonioni, Bergman, Chabrol y  Fassbinder, por mencionar solamente a unos cuantos de  los directores más clásicos… 



La universitaria Ashleigh (Elle Fanning), una rubia tonta tonta, pero no tanto, tiene que ir a Manhattan a entrevistar a uno de los directores más famosos del mundo: Roland Pollard (Liev Schreiber) que le concederá una  audiencia únicamente de una hora en  la  suite  de  su  hotel; pero ¡guauuu...!, como ella es joven y bonita, se llama casi como su ex esposa y le resulta muy  chistosa  e  ingenua, además de sumamente inexperta y manipulable, le suelta  una  bomba: la primicia de  una  noticia  que ni los periodistas más voraces pudieran haber soñado obtener jamás ―porque es  muy  personal,  y según él no se lo merecen y están muy contaminados―. La  verdad es  que  la  escuincla  le  parece la mar de atractiva,  y es por  ello que el  movimiento #MeToo,  esa versión postmoderna de la  "Santa  Inquisición", ve como  algo  muy aberrante y  patológico expresar la naturalísima atracción sexual, sobre  todo  si  entre  los  actantes  media  una  decena,  o  varias, de años  de  diferencia en  edades,  en  este  caso cincuenta  y  veinte... y la  cosa  no  para  allí,  porque  hay  otro  personaje  que  le  dobla  la  edad, también interesado  en  ella sexualmente,  ¿raro asunto,  no...? ¡Qué  cosas...! 

Para empeorar la trama, es precisamente allí, en este punto de la confesión íntima del maduro director, que deducimos usa solamente como  un "anzuelo", que comienzan una serie de sorpresas, enredos, malos entendidos y descubrimientos del pasado. Primeramente que con todos los demás, con el propio novio de Ash, ese joven fuera de serie llamado Gatsby (Timothée Chalamet, un súper rising star que ya hemos visto grandioso en otras películas, como Llámame por tu nombre de Luca Guadagnino, 2017), quien en  definitiva por su adoración, es el que la lleva y paga el viaje hasta "La Gran Manzana".

Además  de Jude  Law y Diego  Luna,  que  aparece como  latin  lover de la  pantalla,  por  allí  se  encuentra también la  muy linda  y latina Selena  Gómez, cuyo  papel  de chiquilla  caprichosa  le  queda  muy  ad hoc,  pues con  sus  mohines y su  vocecita  ronca  a lo  Laura San  Giacomo, fue  para  mí toda una  revelación  maravillosa e  inusitada (nunca  antes  la  había  visto  actuar  y  vaya que no es del  todo  mala,  hasta  resulta  simpática) que terminó  por  conquistarme  todavía  más,  pues  como la  cantante de  pop que  ya es me  encantaba, y precisamente  por éso,  por  chiqueona;  ¿así  se  dirá ese algo que está  entre lo mimada y lo ladina?



Hay mucha gente que me ha dicho que no le entiende al cine de Woody Allen, quizás los confundan tantas referencias filosóficas y de la llamada “alta cultura” que manejan sus personajes, aunado todo a la ironía o lo vitriólico de su crítica social. La verdad no es para nada complicado. Para ver un cuadro de Rothko o de Vincent van Gogh no necesita uno saber pintar ni de pintura, al igual que para leer a Virginia  Woolf, a Sylvia Plath o a Hemingway no necesita uno ser literato. ¿O qué,  si uno no sabe de música eso sería impedimento para disfrutar de la música de Mozart o de Häendel…? La cuestión es no ponerse  barreras,  abrir  la  mente ―sobre  todo despojarse  de  prejuicios― y decidir si a uno le gusta gusta o no. 



La cámara de Vittorio Storaro hace de Nueva York ―constantemente fotografiado y refotografiado hasta el hartazgo― algo bello y bastante chic,  provocando que  nos resulte tan entrañable como siempre, pues en  las  películas de  Woody  Allen Manhattan es en sí misma otro personaje más,  el que contiene a  los  otros. Luego  entonces,  como  su  título  lo  dice, es allá donde se  escenifican esta serie de eventos,  de encuentros y desencuentros que hacen totalmente deliciosa esta magnífica historia sobre la toma  de  conciencia y la absoluta resignificación de la vida y  el  amor,  o los amores... 



Los expertos podrán pontificar lo que quieran y rociar con ácido los postreros filmes del  "decadente octogenario" Allen, como  lo  han  llamado, pero  yo  me pregunto: ¿cómo  se  verían  todos  ellos si a los 84  años todavía pusieran  en  pantalla sus  propios  guiones?  A  pesar  de esos pretenciosos juicios sofistas, honestamente yo prefiero ir ver a  Allen cien veces antes que asistir a esas espectaculares mega producciones bastante  huecas,  y tontas,  de  corretiza  interminable y  explosiones de puros Fx (en las que por lo general nadie actúa y prácticamente no hay argumento).  Sí, esos "churros" infames que abarrotan varias salas del mismo complejo cinematográfico al mismo tiempo, sin  dejar lugar  a  otras  opciones de mucho  mejor calidad, ¡horror…!  Yo por  éso mejor  me   quedo  con lo  que  sí  es arte,  aunque éste esté confinado  a las  casi  siempre  vacías  salas  de  arte, que por  cierto son  cada  vez  más  escasas.  



Por  sobre  todas  las  cosas,  claro  que  me  quedo  con  el  arte,  aunque tienda  a  ser repetitivo  y  autoreferencial (esas sentencias usualmente  son por  demás  exageradas). La  obra  de los  grandes  maestros  siempre  lleva  su firma necesaria e invariablemente, pues de  manera  irremisible conserva  una  línea  que  los  identifica  perfectamente.  Atrévanse a ver las películas de Woody Allen, ya verán que para  nada son aquellos complicados rompecabezas  que  suponen  que  son,  porque  al final solamente hablan sobre las  cosas  de la vida, de  ustedes, de mí, de todos nosotros… 



¡Corte y queda…! 



MarcH de Malcriado

miércoles, 27 de noviembre de 2019

FROZEN II

FROZEN II Si  creían  que  los  elementos  solamente  son  4 se  equivocan,  hay un  quinto  elemento; saber  cuál  es  los  va  a sorprender…
© Walt  Disney  Animation Studios




FROZEN II   EE.UU., 2109, Dir. Jennifer Lee y Chris Buck.

Otra vez las aventuras de la reina Elsa, su hermana, la princesa Anna, Kristoff, Sven el reno y por supuesto de Olaf, el mono de nieve que los niños adoran. En esta secuela de Frozen de 2013 se develará el secreto del origen de los poderes de Elsa, mientras que a la vez su reino de Arendelle se verá en el  gran  peligro de ser  destruido.  Las  causas  de  todo se remontan  al pasado, cuando el rey Runeard, su abuelo, construye una enorme presa para el pueblo de Northuldra en el Bosque Encantado. Pero los espíritus del fuego, el aire, la tierra y el agua se enfurecen por una traición y cierran el bosque con un banco de niebla. 

Años después, una misteriosa voz llama a los protagonistas hacia el Bosque Encantado, allí inicia el conflicto que habrán de solucionar. Muy vistosa como siempre, con buena música la película resulta demasiado larga y aburrida hasta el delirio, sobre todo para los adultos ya mayorcitos (como  yo). Sin embargo, algunas secuencias resultan chistosas, tiernas y la moraleja es muy aleccionadora sobre los valores de la amistad, la solidaridad, el amor y la libertad. 

Por allí se dice que Elsa es un icono lésbico al estilo de las lipstick-lesbians (las que son femeninas o muy femeninas), pues los "hermeneutas" del colectivo LGBT+ siempre quieren desentrañar los mensajes de  oculta  diversidad de casi todo mundo (pero  qué  afán); en esta ocasión examinan bajo el microscopio la actitud “sospechosa” de una chica hermosa y rubia que no está interesada para nada en los príncipes azules ni en todo aquéllo que se supone que les atrae a las otras princesas de los otros cuentos infantiles. Por si fuera poco, han interpretado el mensaje de la canción tema que la ojiazul majestad canta con gran pasión: Suéltalo (Let It Go) que habla de aislamiento y soledad… ¿qué tal, eh…? 

Sería realmente gracioso que Elsa fuera lesbiana, porque después de todo el mundo está cambiando y eso no sería nada raro, aunque a  decir  verdad yo no lo creo para  nada. Ya se verá en las próximas entregas de esta historia que todavía da para mucho más, porque su éxito en taquilla ha sido fenomenal. Sinceramente, les recomiendo que lleven a los niños, y ustedes tómense antes de entrar a la función un ansiolítico, y durante ella beban un refresco enorme y coman muchas palomitas,  para contrarrestar el tedio… 

¡Corte y queda…! 

MarcH de Malcriado

lunes, 25 de noviembre de 2019

MALÉFICA: DUEÑA DEL MAL


MALÉFICA: DUEÑA DEL MAL Si quieren saber en realidad quién y qué es Maléfica, no dejen de verla. Es realmente buena y de argumento bastante menos simple que el anterior.
© Walt Disney Productions



MALÉFICA: DUEÑA DEL MAL (MALEFICENT: MISTRESS OF EVIL) EE.UU., 2019, Dir. Joachim Rønning. 

La mítica figura de Maléfica ha sido absolutamente transformada, mucho más que en la primera versión de 2104, donde la más poderosa y hechicera de las hadas sufrió lo indecible porque su amado cometió la ignominia de despojarla de sus alas tan sólo para ganar un reino. En la nueva versión, Maléfica ha sido deliberadamente edulcorada para que pudiera obtener el tratamiento de un personaje dulce, ético y adorable, es decir: absolutamente vendible para un público ávido de cuentos de hadas. Lejos quedó aquella bruja malvada y fascinante de la película de dibujos animados La bella durmiente (Clyde Geronimi, 1959) de Walt Disney que realmente era un horror. 

En esta ocasión el argumento es mucho más complicado, pues en un principio Maléfica tiene que enfrentarse a un verdadero peligro absolutamente inminente y predecible: Aurora ha crecido y ahora tiene la actitud y los caprichos de todo adolescente. Pero no, no es algo tan sencillo, es peor aún: la linda y sonriente Aurora (Elle Fanning) está enamorada de Felipe (Harris Dickinson), el eterno príncipe tan azul como bobalicón, más todo lo que esto conlleva y que desencadenará una serie de terribles eventos ―pues la mami, y futura consuegra de Maléfica, la guapa reina Ingrith (Michelle Pfeiffer) no es todo lo que parece―; de hecho, es ella sobre quien recae todo el peso de lo interesante y la acción del filme, cosa que es de agradecerse, porque Pfeiffer, ya en primera actriz, le imprime su toque de intensa majestad rubia y especial, ya lo verán. 

La avaricia y la lucha por el poder aparecen así, una vez más, en el corazón de un reino. Dicho reino en este filme es Ulstead, asentado en un acantilado junto al mar. Los intríngulis, lo oculto que subyace en las mazmorras allá abajo, las intrigas y la envidia (para nada evidentes, por supuesto) son parte de la cotidianeidad de un primoroso castillo en el que se cometerá un nefando crimen del que se acusará a alguien inocente. 

El  tema musical  Darkness interpretado  por XVIademás  del  de  You Can't  Stop the Girl   por Bebe  Rexha (con  su  voz  ronca),  la buena dirección,  la  edición,  la belleza de la fotografía, los Fx y la espléndida y  mismísima “Dueña del Mal” en pleno vuelo le confieren un rotundo atractivo a esta mágica aventura. El ritmo es tan vertiginoso que tal vez no vemos con el debido asombro como Maléfica es rescatada del peligro por el mágico Conall, un Dark Fae, que junto a su  compañero Borra, de la caverna subterránea, le develarán el secreto de quién es ella en verdad. 

La guerra entre las fuerzas del bien y las del mal será esta vez  de dimensiones realmente épicas. Si quieren ver algo deslumbrante no pueden dejar de ver esta producción en una sala de cine (y mucho  mejor  si es  en  3D) . Todavía está en cartelera, no se arrepentirán. 

¡Corte y queda…! 

MarcH de Malcriado

viernes, 22 de noviembre de 2019

DOCTOR SUEÑO

DOCTOR SUEÑO / DOCTOR  SLEEP El  inolvidable Danny  Torrance,  ahora  Dan,  se asoma  por  la puerta  destruida  a  hachazos por  su  padre,  en  la secuela  de  aquella  obra  maestra de  Kubrick pavorosamente  fascinante de  1980,  El  resplandor…                   © Warner Bros. Pictures



DOCTOR SUEÑO (Doctor Sleep) EE.UU., 2019, Dir. Mike Flannagan. 

Cuando a nadie se le hubiera ocurrido preguntar qué le pasó después a Danny Torrance, el brillante niño atormendado de The Shining (Stanley Kubrick, 1980), de la pluma de Stephen King surge una secuela, y basada en esa novela de  2013 llega esta producción que nos presenta a Dan ya de adulto (Ewan McGregor), por supuesto en unas condiciones nada favorecedoras (¿quién con semejantes antecedentes y experiencias infantiles no quedaría medio dañado?). 



La cinta inicia con el  encuentro de una adorable niña que se  halla en  un  plácido paraje a orillas de un lago con una hermosa chica que le ofrece una flor y realiza unos entretendidos actos de magia que surgen de su sombrero mágico, ella es Rose the Hat, Rosa “la chistera” (Rebecca Ferguson), la suprema vampiresa del mal, cuyos poderes son inmensos: hipnotismo, telekinesis, telepatía, viajes astrales, omnipresencia y otras monadas que ya verán. 



Toda fuerza maligna tiene como contrapartida la del bien, por supuesto, y Dan será el vehículo, ayudado en esa lucha por Abra Stone (Kyliegh Curran) una adolescente que también tiene el mismo don,  el  del  resplandor, pero mucho más potente. La moraleja cliché del  argumento es el miedo y cómo enfrentarlo sin  morir  en  el  intento,  a veces. 



Las actuaciones principales son bastante buenas ―Mr. McGregor sobresale notablemente, por supuesto, porque es el  protagonista y  porque es una figura de talento muy apreciado y muy versátil, ha hecho casi todo tipo de personajes: románticos, escritores, drogadictos, gays y hasta míticos hombres misteriosos como aquél de Pillow Book (Peter Greenaway, 1996)―, sin nada de  exageraciones. La  trama fluye   con un tono bastante equilibrado de horror moderado y de fina tensión sin excesos. Aunque la cinta es demasiado larga, 151 minutos, pues contiene secuencias estilo road movie bastante lentas, con Fx muy básicos, sobre todo los que tienen que ver con la destrucción de los malvados, no es tan aburrida. Sin embargo, hay que verla por la presencia de McGregor y, simplemente, por ser la secuela de aquella obra maestra pavorosamente fascinante, El resplandor, cuyo símbolo escrito  en  la  pared: REDRUM es inolvidable...



¡Corte y queda…! 



MarcH de Malcriado

viernes, 15 de noviembre de 2019

DÍA DE MUERTOS

DÍA  DE MUERTOS Una encantadora  película mexicana animada que retoma  esta gran tradición  que  ya  comienza a influir en  el  gusto  mundial.  
© Metacube / Symbiosys Technologies/ Videocine


DÍA DE MUERTOS México, 2019, Dir. Carlos Rodríguez Medrano. 

Nuestra mexicanísima celebración no tardará en volverse mucho más famosa y “cool” en el mundo. Fue gracias a 007: Spectre (Sam Mendes, 2015) con muchas secuencias alusivas a tales fechas escenificadas en la Ciudad de México y a Coco (Lee Unkrich, 2017), que el público internacional volteó sus ojos hacia ese  aspecto  de México con gran asombro y curiosidad. Es principalmente que gracias a dicha mega exposición, en el Halloween de otros países también se comenzaron a disfrazar, y a maquillarse el rostro, como calaveras y catrinas. Nada me extrañaría que pronto los chinos también comiencen a  producir su acostumbrada piratería en forma de imitaciones múltiples, copias  o clones, según la demanda, como ya lo hicieron desde hace varias décadas, por  ejemplo, con las figuras del “David de Miguel Ángel” que se venden en la ciudad italiana de Florencia o las efigies de la “Virgen de Guadalupe” que se expenden en La Villa de la CDMX, y con la mayoría de los souvenirs y una extensa gama de productos que tienen éxito mundial, o los conceptos… 


Nuestro tradicional e institucionalmente quite mexican “Día de Muertos” ya se ha vuelto un producto cuya comercialización puede llegar generar considerables ingresos; la cuestión es el correcto manejo de una campaña que lleve las clásicas cuatro “P” de la mercadotecnia: Producto, precio, plaza y promoción. No estoy en contra de ello, muy por el contrario, pues irremisiblemente vivimos en un mundo globalizado regido por la economía de mercado. Si Pixar/ Disney ya explotó hace 2 años Coco, ¿por qué en México no íbamos a hacer lo mismo? Dicen que por aquella exitosísima cinta (con Óscares y todo) fue que se retrasó la exhibición del filme mexicano. Pero en este año, antes de la tradicional y muy simbólica fecha de noviembre, y junto al “jálogüin” por supuesto, se estrenó esta producción nacional de dibujos animados. 

La trama es sencilla. Es una especie de explicación folclórica de la razón de ser de tan popular evento y el porqué de la prohibición a la joven Salma de no poner un Altar de Muertos. Los personajes que giran en torno a ella son dos rancherotes que se llaman Pedro y Jorge, y la abuelita es doña Sara, ¿les dicen algo esos nombres? La alusión a los míticos ídolos de la Época de Oro del Cine Mexicano es evidente. Salma también pudiera aludir a ya saben quien... 

La yuxtaposición del mundo de los vivos con el de los muertos se realiza, con el consabido tránsito de los personajes de uno a otro, de manera mágica, con un viaje al inframundo y varios hechizos por revertir, por supuesto y como siempre. 

Visualmente la película es dinámica, muy llamativa y colorida, contiene muchos gags realmente chistosos y situaciones campiranamente ingenuas, es graciosa pues. Pero es inevitable compararla con Coco, sin embargo y a pesar de ello, no está nada mal, no desmerece tanto. Además, agradecemos que haya habido un genuino interés de los productores y el director por ofrecernos este divertimento. Aunque un poco larga (94 minutos), sobre todo para el público infantil, cumple muy bien su función. Si vamos a ver cintas animadas gringas bastante más producidas y publicitadas, pero la mar de insulsas, ¿por qué no habríamos de ir a ver este esfuerzo rotundamente loable por tratar de poner en alto el nombre de nuestro país y competir también en el disputado mercado cinematográfico de   la animación…? Yo la recomiendo muy ampliamente, y si tienen niños llévenlos y cómprenles una suficiente dotación de golosinas en la dulcería y siéntense cerca del pasillo, por aquello de las idas al baño. 

¡Corte y queda…!

MarcH de Malcriado.

viernes, 1 de noviembre de 2019

ESTAFADORAS DE WALL STREET

ESTAFADORAS DE WALL STREET / HUSTLERS No es otra cosa que el vehículo al Óscar de ese monstruo de latina belleza llamada J.Lo. Muy chistosa, y vistosa, esta marrullería aspiracional cumple más que bien su cometido: divertirnos a partir de un argumento “basado en hechos reales” que bien pudieran parecer bobos, no lo son.  © STXfilms





HUSTLERS (Estafadoras de Wall Street) EE.UU., 2019. Guión y dirección de Lorene Scafaria. El cuento de la Cenicienta: O del efímero brillo del oropel es llevado a las pistas del table-dance más famoso y caro de Nueva York. Una linda teibolera, ―está bien, le llamaremos bailarina exótica pues―, la asiática apodada Destiny (Constance Wu), con  su  carita  de  "yo  no  fui", supuestamente muy “inocentita” y lógicamente principiante en el ambiente, admira a la despampanante Ramona (Jennifer Lopez, sí, sin acento aunque se vea raro) que es la más portentosa star del pole-dance del lugar. Contra todo lo que pudiera pensarse, Ramona, aparte de estar más buena que el pan, resulta ser un ángel de bondad que se convierte en una especie de hada madrina del glamour que toma bajo su protección a la ingenua oriental. De entrada, ni ella ni nosotros lo podemos creer, porque los clichés argumentales usualmente muestran a esas mujeres como personas terribles, egoístas, fieras competidoras y muy envidiosas, entre ellas. Recordemos la simpática Showgirls (Paul Verhoeven, 1995). 



Jennifer Lopez desde Selena (Gregory Nava, 1997) es una gran estrella cuyas películas se complementan con una carrera musical medio regular y bastantes chismes sobre su filantropía, amoríos y su manera de presentarse a las galas, que con esa figura está más que justificado. Esa imagen de símbolo sexual ha opacado su talento como actriz; sin embargo y  muy a pesar  de este  papel  de  devoradora de  hombres, en Hustlers tiene  la  oportunidad de  ofrecer una actuación verdaderamente deslumbrante, que además incluye el apantallarnos con sus grandes dotes como bailarina atlética de altos vuelos. Ni Demi Moore, que en su momento era considerada mejor actriz, estuvo tan bien en aquella muy olvidable y fallida Striptease (Andrew Bergman, 1996), un verdadero bodrio, para ser honestos.



ESTAFADORAS DE WALL STREET Incluye a otra gran belleza, Keke Palmer: “Soy Mercedes, Mercedes Benz como el coche…” © STXfilms


La película tiene un punto de vista marcadamente femenino, y se nota sobre todo cuando las hustlers se sienten ofendidas cuando los clientes ya bien prendidos les requieren hacer algo más que un lap-dance… Esa escena en la que Destiny llora por haber tenido que traspasar la línea me parece ridícula, ¿pues qué esperaba, su “calaverita” gratis…? Hacer lo que hizo sí es malísimo, estafar no. Pero bueno, así lo quiso la directora. No obstante, la premisa es la cosificación del varón, pero del que tiene dinero claro (los que no ni pintan), que a su vez cosifica a la mujer, cuantimás a las trabajadoras sexuales, que en esta puesta en pantalla son increíblemente hermosas, pero muy lights y archi decentes… y para terminar de mistificarlas (para variar) se las presenta como madres solteras, entonces guerreras y muy "luchonas", por supuesto.



A pesar de que esta inusitada producción es una oda a la redención  de  la  putería y a la amistad, y más  que  nada, a la sacralización del  "oficio" de este  ramillete de estafadoras profesionales, la directora es lista, pues  de  vez  en  cuando no  se  azota y expone los  peligros que conlleva transgredir la  ley.  Una  chispa genial fue haber puesto  en boca de la hetaira más terrible, y fantástica, una frase altamente paradójica: “La maternidad es una enfermedad mental”, la  cual provocó  incomodidad  y  risitas  ahogadas  en  la  sala. 




El filme es un espectáculo visual extraordinario, porque la señorita Lopez, más conocida como J.Lo, es mostrada en todo su esplendor, tanto vestida (el vestuario es bastante “fashion”) cuanto desvestida. No cabe duda que la disciplina se le nota en cada centímetro cuadrado de esa preciosa y morena epidermis satinada que envuelve su cuerpazo; del rostro ni hablar, es bellísima y diabólicamente fotogénica. Ya se menciona mucho por allí que la veremos en las nominaciones al Óscar del año que entra; sinceramente no lo dudo, porque hace mucho que no veíamos a una mujer latina cuyo voltaje no emana únicamente de su físico sino de su gran talento. ¡Vaya sorpresa…!

¡Corte y queda…!

MarcH de Malcriado

viernes, 25 de octubre de 2019

JOKER


JOKER "Pon una cara feliz", aunque sea jalando tus comisuras con los dedos. El excelso Joaquin Phoenix en una obra maestra que asombra al mundo. 

© DC Films/ Village Roadshow Pictures/ Warner Bros Pictures






JOKER (Guasón) EE.UU., 2019. Dir. Todd Phillips. Tan sólo el enorme display publicitario preventivo, exhibido en los cines varias semanas antes de su estreno, anunciaba, y vaticinaba, algo que bien podría ir mucho más allá de una simple película sobre cómics. Pues presenta la imagen en escorzo del Joker sobre un fondo verde, con el eslogan “Pon tu mejor cara”. Para mí que esa es una representación postmoderna a modo de las pinturas de los dolientes mártires del período del arte barroco.


Ya sentados en la butaca, con mucho público maquillado ―como una cortesía en el lobby de la abarrotada sala de cine―, al estilo del legendario personaje; todos esperábamos ver otro divertimento insustancial, como siempre. Pero vaya sorpresa, desde la primera secuencia nos vimos frente a algo realmente serio: un hombre torturado, física y psíquicamente, tratando de sobrevivir en Gotham/ Ciudad Gótica, la perfecta alegoría de Nueva York, donde convergen todo tipo de habitantes de diferentes niveles socioeconómicos, desde los más esplendorosos hasta los más miserables. El espiritifláutico y patético comediante sin gracia Arthur Fleck (Joaquin Phoenix), que se tiene que disfrazar de payaso para trabajar, es un pobre hombre que padece un desorden mental que tiene que ser tratado por el seguro social del Estado con múltiples entrevistas motivacionales, a manera de terapia, y medicamentos, algunos de ellos antipsicóticos. Entre otros padecimientos, tiene uno muy peculiar que le provoca una risa que se convierte en unas carcajadas desaforadas e incontrolables que le dan en momentos de gran tensión nerviosa. Para explicarlo, evitar molestias o peores agresiones, tiene una tarjeta que advierte que padece ataques de risa. Pero esa situación suele ponerlo en peligro o empeorarlo más, porque él usualmente es blanco de burlas y hasta de actos vandálicos.


Todavía  soltero a  los  cuarenta  y  tantos, Arthur vive  en el departamento de su madre. Su  relación  con  ella es  de  una  fortísima codependencia,  en  ambos  sentidos. Pues  no  tienen  a  nadie  más  en  el  mundo. Él se  llena  de  angustia en  una  visita que  hace al  centro  de salud  donde la  trabajadora  social  le anuncia  que  el  Estado  dejará  de tratar a  los  pacientes y que además los dejará sin sus medicamentos;  pero ella  a su  vez  también  se  quedará  sin  trabajo…

La  cinta  ha  creado sensación porque todos sus  valores  cinematográficos  son de excelencia: guión, dirección, arte, vestuario, fotografía, actuaciones, soundtrack y  edición (puedo apostar  que  hasta  el  catering  era  de  primera). Por  si  fuera  poco, es un  raro  estudio ontológico de  personaje, no  solamente psicológico,  porque sin pretenciones estilísticas ni retruécanos  rococó    denuncia sin  concesiones  un  sistema que no da  cabida  a los sectores  de  la  población  más  desprotegidos  y que  termina  desprotegiéndolos  todavía  más,  sobre  todo  a aquéllos  que padecen  enfermedades  crónicas y mentales.  


En el ser humano las constantes frustraciones desembocan en una neurosis mucho más fuerte que la que “normalmente” desarrollamos todos, de una u otra manera. Pero en Arthur la tristeza y la frustración de no tener talento y de no saber ni de dónde viene, aunado a la marginación por ser pobre y vulnerable, pronto se verán potenciadas por otros eventos bastante desafortunados que serán el detonante para que la progresiva e incontenible furia que ha acumulado durante décadas estalle como fuego pirotécnico incendiándolo todo, inclusive la pantalla misma. La violencia va a aflorar con toda la diabólica belleza de la infamia y eso será entonces su leit motiv, el epicentro de su persona y el núcleo de todo su Ser. Nace aquí el antihéroe, el fascinantísimo villano absoluto.



Lo  más  curioso  es  que a  pesar  de  ser  un  personaje  proscrito por  la  sociedad, ésta,  muy al  contrario de  lo  que  pudiera  esperarse,  le  aplaudirá sus  transgresiones y  sus crímenes, porque  se  ha identificado  con  él; a  tal  punto  que van a  tratar de emular  su  imagen y  las  máscaras  serán   su colectivo escudo  protector (¿les  suena  conocido?).  Ahora todos son  jokers.  Así inicia  una  tumultuaria revuelta de protesta en  contra  del  status quo,  que  a  esas  alturas,  la película  se  sitúa  en  1982,  ya está  bastante  deteriorado. Los que  saben acotarían que por  allí se ubican  los  inicios del “neoliberalismo” en  el  que la  población civil  sería  vista y  tratada  como  los simples  peones  del juego sucio de una  economía al  servicio del poder  estatal y corporativo. Pero lo  peor  es  que  la  gente ya comenzaba a darse  cuenta.

  
En  Europa siempre  han  apreciado  mucho  más  las  expresiones  artísticas,  y  a   los  artistas,  que en Estados Unidos.  Fue allá,  en  el más  reciente  Festival  de  Cine  de  Venecia donde la  cinta  Joker fue  galardonada  con  el  “León  de Oro”;  y  ellos  no  se  andan  con payasadas. Muy seguramente Joaquin  Phoenix estará  nominado como  Mejor  Actor  en  los premios “Óscar” de  2020. Pues  su  actuación  es  tan exquisita  y  avasalladora,  que  aun  sin  haber  visto todavía a los  otros  nominados,  excepto  a Leonardo DiCaprio ―que  seguramente lo estará otra  vez  por Había  una vez  en Hollywood (Tarantino,  2019)―, todos nosotros como público y  ellos,  los  expertos  y  los críticos,  estamos de  acuerdo  en  que Phoenix es  quien  lo merece,  por  habernos  arrastrado  a ese  torbellino  de emociones tan  densas  que sin  duda alguna nos ha  dejado de boca  abierta. 

No puedo  dejar  de  decir que,  aunque dicha mención ya  se  haya  convertido  en  un  cliché, la escena del  descenso del  Joker por  la  escalera  del  Bronx con  su  traje  rojo es  uno  de los  momentos  cumbre de  la  película. También  aquella de  su  nerviosa espera  para  entrar  al  foro  de  televisión, detrás  de  la  cortina, es  absolutamente  genial. Esos  momentos  consigo  mismo,  sin  interactuar con  nadie,  son  toda  una  creación. Eso no  es  algo  raro,  porque Mr.  Phoenix ha  probado desde antes que  es  un  actor  de  primera  magnitud,  pues  ya cuenta en  su  haber con  3  nominacioes al  Óscar previamente: Gladiator (Ridley  Scott, 2000), Walk  the  Line (James  Mangold, 2005) y la  rara  The  Master (2012) junto  al también fabuloso Philip Seymor Hoffman. No  me  explico  por qué  no  fue  nominado  también  por Her (Spike Jonze, 2013).


Finalmente,  esta lóbrega y lacerante obra  maestra,  tan al  estilo  de las  pinturas de aquellos tan  hermosos  pero  turbadores santos  lacrimosos, es  una resignificación  de la figura del mártir; de  esa pobre   víctima de  la  locura  de una civilización profundamente  enferma que  mira  piadosamente arrobada  la  ascensión de esa  especie  de ángel caído cuando desde  sus  alturas,  y  abismos, de maldad redime simbólicamente a  todos  los olvidados y a  los marginados.  

Con  esta producción  cinematográfica de  fulgurante  brillo oscuro, como  un  auténtico  agujero  negro,   se  acaba  la 2ª  década de un siglo cuyos augurios son  absolutamente  desoladores. No  obstante, y gracias  al cine de Mr. Phillips,  ya contamos con  un  nuevo ícono de  culto, ese hipnótico payaso pintarrajeado, el santo  patrono  de la infamia de celuloide…

¡Corte  y  queda…!

MarcH  de Malcriado