miércoles, 13 de marzo de 2019

MIRREYES VS GODÍNEZ



MIRREYES  CONTRA  GODÍNEZ O  más  bien "Defiende  tu  cubículo"  como  reza  el  eslogan, es  una  comedia ligera  de  mucho  éxito  que  se inserta  en  la  lista  de  las  10  películas  mexicana  más  taquilleras. Muy  divertida.
Imagen: © VIDEOCINE/ Fidecine / Tupperware



MIRREYES CONTRA GODÍNEZ México,  2019 Dir. Chava  Cartas.
Comedia ligera,  urbana y  muy  actual retrata,  como  una  película  costumbrista, pero a la millennial, la  eterna  lucha  de  clases. Desde  que  Karl Marx habló de  esa  lucha, de los  medios  de producción,  de  la  enajenación  del  trabajo  y del  surgimiento  del  proletariado,  muchos de  sus  postulados se  han  integrado  al  discurso artístico.  El  cine  no  podía  ser  la  excepción. No obstante,  esta  película  nada  tiene  en  común  con  Metrópolis de  Fritz  Lang (1927)  ni  con  Tiempos  modernos  de  Charles  Chaplin (1936). Es  digamos,  otra  cosa, ¡totalmente...!


Esta  cinta  fue  financiada  por  FIDECINE y la  verdad no  tenemos nada  en  contra  de  que  con nuestros  impuestos se hagan  obras  que  beneficien a  la sociedad,  y  si  se  puede  exportar  pues  qué  mejor,  ¿verdad?  Después  de  todo,  la actividad   cinematográfica es  una  gran fuente  de  trabajo  y  por  eso mismo  es  harto loable.

Esperábamos  ver una cinta   mala,  o  bueno, digamos más  bien  de una calidad muy inferior. Pero sorpresa, la  producción  es sorprendentemente aceptable,  el  reparto  es interesante y  cumple  muy  bien,  excepto que  Carmen  Madrid  está,  o  se  ve,  demasiado joven  para  ser  la madre  de Genaro (Daniel Tovar),  el protagonista "godín" principal. Hernán Mendoza está  de  premio. 

El  mundo  de  los  oficinistas ―con  todos  los  clichés  de la clase trabajadora―, está  a la  vista  de  una  manera festiva,  jocosa. Sus gustos,  debilidades y estilo  de vida que parecieran  maníqueos y  exagerados;  no  lo  son,  porque todo es  verdad, irónicamente es  la  pura  realidad. 

Los  mexicanos asalariados   que  trabajan en empresas y oficinas somos bien así: alegres, despreocupados,  muy de  las  tandas,  de las  compras  por  catálogo  en  cómodos  pagos; viviendo  en la  inopia  de los  últimos  días  antes  del  depósito de la  quincena, de  llevar  a la  chamba  la  tinga  en  “toper” o  en envase  de yogurt de  a  litro,  de  decir  “provechito” si  se  ve  a  alguien  comer,  porque  se  considera  de  "buena  educación".  Además,  somos bien sentimentales,  metiches, exaltados, aprovechados,  trinqueteros, y  muchas  otras cosas;  pero eso  sí,  quesque muy  trabajadores, bien folclóricos y  sobre  todo nobles,  pero muy n-o-b-l-e-s.

El  acierto  de  esta  producción  es  que el  ritmo  de  la historia casi  nunca decae, siempre  hay  algo simpático,  divertido e  hilarante. Los  personajes  son  unos  verdaderos  “bombones”,  casi  todos,  como  se  les  llama en  teatro  a ésos que comúnmente  se  dice  que  son  los  que “se  llevan la  obra”. Para  comenzar,  no  es  un  melodrama  exacerbado,  tampoco  es  una  sexy comedia,  y  es  de  agradecerse que  no  hay una violencia significativa  ni actos  delictivos  consumados.  El  tono  es el  de una comedia  con  ligeros  tintes  de  sátira.  

Por  otro  lado,  el  mundo  de  la “gente  bonita”,  o  sea jelóu,  de la clase  media  alta mexicana,  también  está  retratada  con  muchas de   sus conductas y  obsesiones “guanabí”;  con sus  exageradas pretensiones ecológicas,  de  selfies, de “rich n’  famous”, de  pool-party,  de  poses hipsterianas,  harto veganas, de cafés latte light deslactosados of  course, o  con leche de  coco y endulzados con estevia.  Algo  inolvidable  es  la  botella de  whiskey  carísimo, que  le  regala el  junior “mirrey”   Santi Kuri (Pablo  Lyle)  de  cumpleaños a su papi,  pagada  con  la extensión  de la  tarjeta “American Express” del propio empresario Kuri senior,  claro.
Pero bueno, “Si  se  quiere  trabajar  bonito  hay  que trabajar  en  un  lugar  bonito”,  es  la  filosofía de la hijita a  lo “daddy’s princess”,  diseñadora “sofis” que  sueña  con  el  “Ponte  Vechio”  de Florencia y  que  come platillos sanos llenos  de frutitos  rojos.

Mirreyes  contra  Godínez es  un excelente  divertimento  tan  polarizado  que  tiene por  un  lado al  estandupero Carlos  Ballarta y  del  otro  al siempre  bronceado  y  jet-setter  Roberto Palazuelos. Para  pasar  un rato comiendo  palomitas y  tomando refresco (soda o  gaseosa) de  cola con  medio  kilo  de  hielo, pero  si son “chic” pues entonces una  botellita de l’eau “Perrier” (métase  de  contrabando,  claro) y reírnos  de  nosotros  mismos,  seamos  lo  que  seamos: Godínez  o  mirreyes.

¡Corte  y  queda...!

MarcH de Malcriado

GREEN BOOK

GREEN BOOK Una historia de segregación que enmarca la  actuación de  dos  actores  portentosos.  Nominada  por  la  Academia  de  Hollywood también  por  Mejor  Montaje.  Es  un  viaje  inolvidable  al  corazón  de  los  Estados Unidos. Imagen: ©  Dreamworks Pictures/ Universal Pictures


GREEN BOOK: Una  amistad  sin  fronteras.(EE.UU., Dir. Peter Farrel, 2018).

Los EE.UU., coloso mundial, la “Tierra de Libertad”, donde todos llegaron de todos lados para cumplir el “Sueño americano”. ¡Ah!, qué hermoso país, ése cuya grandeza se basó en el trabajo, el progreso, el imperialismo yanqui, y claro, también en la usurpación de territorios y en la trata de esclavos. La verdad la situación no ha cambiado mucho, pero ahora lo hacen con disimulo, pues ya se dieron cuenta que hay  un  nuevo  concepto  llamado  “derechos humanos” ―y los observadores e instituciones que velan por ellos―, los que hasta hace muy pocas décadas, bastante menos de 6 por cierto, eran prácticamente inexistentes o muy laxas. Es que el odio, principalmente hacia los negros allá era muy evidente. La enquistada xenofobia sigue latente. De cualquier forma los WASP (White Anglo-saxon protestant/ persona de origen anglosajón <<del norte de Europa>> y de religión protestante) no querían ni respetaban a los que no eran otros “wasp”. Pero la cosa no se quedaba allí: siempre ha sido lo usual ver a  los “Irish or Scotish vs Italians”, por ejemplo. El recelo de los italianos hacia los irlandeses y viceversa, y éstos a su vez con los latinos y así, todos contra todos. Es decir, una interesante xenofobia multidireccional. Con el gobierno de su actual e infausto presidente, el fenómeno se detona otra vez,  y  la problemática del supuestamente  erradicado racismo, se  instaura en  muchos estados  de la  Unión,  y  por  increible que  sea, de una manera explosiva y expansiva. Pero mejor veamos.

En los tempranos años de 1960 con movimientos como los de los hermanos Kennedy, Martin Luther King y otros militantes, se comenzaron a izar las banderas de la libertad, no confundir con la Independencia del país en 1776, no. Nos referimos a la de a de veras, la que incluía a las quesque minorías, que de minorías no tienen nada: la población negra, mediterránea, asiática, latina, homosexual y otras.

El llamado “Green Book” (Libro verde) era la guía para el viajero afroamericano que detallaba los lugares permitidos de hospedaje para ellos, además de restaurantes y centros nocturnos de las principales ciudades. Porque, para quienes no lo sabían, los negros antes no eran admitidos en cualquier lugar. Tenían que dedicarse a ciertas labores, vivir en una especie como de ghettos, su acceso a la educación media o superior estaba muy limitada; debían ocupar la parte trasera de los autobuses urbanos y foráneos y demás “gentilezas”. Pero como siempre han sido excelentes artistas, ¿qué cosas, no?, sí podían ir a cantar o tocar a cabarets para blancos y dar allí sus chóus, pero ni pensar en sentarse allí a cenar o tomar una copa.

En 1962, Don Shirley (Mahershala Ali), un exquisito pianista negro de Nueva York, sale de gira a la “América profunda”, esa que no es tan moderna, progresista ni de avanzada, esa América que está bastante atrasada, la que es mucho más prejuiciosa, temerosa, insegura, supersticiosa, atávica pero disfrazada de tradicionalista; en una palabra: la más hipócrita. Lo lleva en el tour Tony (Viggo Mortensen) un chofer italoamericano muy sangrón, sin educación y la mar de burdo. El choque de culturas es previsible, debido a los obvios prejuicios y la tensión entre estos 2 hombres tan distintos que se ven arrojados de su zona de confort y seguridad: la permisiva, moderna y cosmopolita isla de Manhattan.

El trono desde el cual pone el director, Peter Farrely, a “Don” el músico, a entrevistar al posible conductor del  automóvil en  el  que  se irá de gira, marca claramente una supremacía socioeconómica, e inclusive cultural. “Tony”, contra todo pronóstico, que por ser italiano es bastante menos “apestado” que su próximo patrón, tiene que voltear hacia arriba para mirar a su interlocutor. La secuencia es muy graciosa, inclusive medio cómica y bastante irónica, pero ésto es sólo el inicio.

Se dice que las relaciones humanas, la mayoría, se basan en el poder. Ese poder que ejerce el uno sobre el otro: llámense relaciones sentimentales, filiales, amistosas y cuantimás las obrero patronales. Aquí vemos al obrero y al patrón; que por circunstancias muy irónicas rompen con el “stablishment”. Muchos se asombran de ver que el chofer es un tipo blanco y que el “jefe” es un negro que viaja en el asiento de atrás, tal como lo indica la etiqueta de los que saben. No sólo atrás, sino que el privilegiado va exactamente del lado izquierdo, detrás del conductor… pues la cosa es chic.

Los movimientos de cámara, los encuadres, la dirección de arte, la fotografía y el soundtrack están al servicio de una película homenaje a todo el sufrimiento que los gringos no blancos, los ahora llamados afroamericanos, soportaron durante siglos de sus propios conciudadanos. La cultura negra desarrollada en los Estados Unidos de Norteamérica, que por cierto, es un país que no tiene nombre en sí mismo, propio pues; es una de las más potentes que haya. Sobre todo musicalmente hablando. Pues la música es el lenguaje universal que no tiene idiomas ni fronteras, no se necesita de nada extra para que toque el alma. La música negra como el jazz, el blues, junto al soul, godspell, el rock, y más recientemente el rap, permean nuestra existencia y su influencia en el mundo no tiene paralelo. Allí están centenares de artistas, de leyendas y de dioses de arte que no voy a nombrar aquí, porque todos los conocemos y  se  encuentran  el  el  Hall de  la  Fama.

Esta película, para muchos ridícula, exagerada, maniqueísta y cursi, es un poema a la belleza, y a lo hórrido también, ¿por qué no decirlo?, del alma humana; que lo mismo puede lanzar una bomba atómica sobre  una ciudad que componer e inundar una sala de conciertos con una extraordinaria sinfonía que conmueve hasta las lágrimas al público. El personaje Don Shirley, tan alejado de la realidad cotidiana de los comunes y corrientes, por ser artista, por ser afro, por  divorciado ―y otras cosas que no les contaré aquí―, no fue nunca más el mismo después de haber convivido con Tony Lip, y Tony Lip tampoco. A pesar de las oceánicas diferencias, ambos personajes construyeron una mejor versión de sí mismos a través de la tolerancia, la comprensión y el entendimiento de uno y otro con su mundo respectivo. Ésa es la lección; por éso ésta es una gran obra cinematográfica. Porque hay allí una maravillosa epifanía.

Los mal llamados americanos, o gringos o norteamericanos o como les guste referirse a ellos, tienen una deuda de honor muy grande. Hace poco apenas, a través del cine, entre otros lenguajes, ya comenzaron a tratar de saldarla, de redimirse de sus horrores, de su egolatría y egocentrismo. Por todo éso, la audiencia presente en la ceremonia del Óscar estaba tan conmovida, y los millones de televidentes, por supuesto, porque Green Book significa la producción cinematográfica del 2018 más importante en la que se demuestra que muchos están arrepentidos de esa ominosa parte del pasado de su nación, y que toma la forma de un preventivo de lo que pudieran llegar a provocar estos nuevos movimientos antisociales promovidos por Trump (también hijo de inmigrantes, por supuesto), que al estilo neonazi,  propugnan por la supremacía de una raza única y “superior”.

El popular actor Viggo Mortensen, ese súper galán de matinée, de grandes filmes divertimento, como la saga de El señor de los anillos de Peter Jackson, con esta tercera  nominación al  Óscar de la Academia se ha ganado, por fin, un lugar entre los actores de las grandes ligas, a lo de Niro, Daniel Day-Lewis o Nicholson,  aunque  no  la  haya  ganado. Porque de su papel hizo una verdadera creación que termina por enamorar a los cinéfilos. Al señor Alí, como el magnífico actor que es, le tocó abanderar entonces el reconocimiento, la reivindicacón y la resignificación de los derechos de su raza y, por supuesto, el aplauso general, a nivel nacional e internacional.

Qué fortuna es tener cine. Qué increíble que se produzcan películas así; cuyo fin no sólo sea la exhibición como meros productos industriales, de esos que se disfrutan mientras tomamos megavasos de “Coca” o “Pepsi” y comemos hartas palomitas; pues también queremos ver de esas cintas que no nos abstraen de la locura y los horrores del mundo, sino que nos los muestran en close-up para  reflexionar  sobre  ellos. Sin embargo, aunque ya sabemos que la historia de Green Book es bastante cruel, el tratamiento del argumento, y la puesta en pantalla la volvió complaciente, edulcorada, romántica y nostálgica a la vez. Así es el cine de Hollywood. Pero seguramente era necesario para que las masas la pudieran ver sin sentirse tan culpables. Convertida en una linda la película,  es un vehículo realizado para que podamos ver la grandeza en una pantalla gigante, y es a la vez, un aviso para que se evite hacer, para que no se vuelva a cometer jamás de nuevo, lo que allí también se filmó como su horrorosa contraparte: la desventura humana de no amar al prójimo, o bueno, todavía peor, ¡de ni siquiera respetarle…!

El Óscar no podían dárselo a otra película, ni a otro guión original, ni a otro actor de reparto que no fuera a Mr. Mahershala Ali, aunque no entiendo por qué razón él mismo no estaba también nominado, junto a Viggo Mortensen, en la categoría de Mejor Actor, si su papel era tan o más protagonista aún que el de Mr. Mortensen, pero en fin... siempre lo he dicho “cosas de la Academia”. Porque después de todo, el Óscar también representa un símbolo metacinematográfico. Es el premio de una nación que todavía le debe mucho, pero muchísimo, a muchos.

¡Corte y queda…!

MarcH de Malcriado

jueves, 7 de marzo de 2019

¿PODRÁS PERDONARME?

¿Podrás perdonarme? Cuando  un par  de  actores ofrecen  estos  niveles   histriónicos no  queda  más  que  quedar  arrobado ante  semejante maravilla.  Eso  es  lo  que  hacen Miss McCarthy y Richard  E.  Grant. © Archer Gray Productions / Fox  Searchlight Pictures  




CAN  YOU  EVER  FORGIVE  ME? (¿Podrás  perdonarme?) EE.UU., 2018. Dir.  Marielle  Heller.

Seguimos  con algunas de   las  películas nominadas en  la  pasada  91ª ceremonia  del Óscar edición 2109. “Una  cinta  más  sobre escritores,  la  verosimilitud  de su  talento,  sus fuentes  de  inspiración y el terror  de  enfrentarse  a la  página  en  blanco”. Acabo casi de  escribir este enunciado por  aquí hace  menos  de 2  semanas, refiriéndome  a The  Wife (La buena  esposa), otra cinta para  variar, sobre  escritores  de  éxito.  En  contraste,  cuando el  autor  de  la  noche  a la  mañana de  muy famoso pasa  a ser  casi  un  desconocido,  cuyos  libros  de biografías de  celebridades ahora  ocupan la  sección  de  75%  de  descuento,  la  cosa  cambia y  tenemos ¿Podrás perdonarme?

He  de confesar  que  no  conocía  previamente a  Melissa  McCarthy ni sus películas. Sin  embargo, quien  me acompañó al  cine a  verla sí, y me  dijo  que ella es bastante conocida como  comediante y  que ha  actuado   en muchas películas digamos “chistosas”. ¡Vaya!,  no  sabía  que  era  tan  popular.

Pues bien, este  filme   para  nada  es chistoso. El  argumento,  está basado  en  las truculentas memorias  de  la  escritora  Lee  Israel.  Es una  pieza magistral,  donde  surge  una  toma  de  conciencia a  través  del  aprendizaje  que  se  da  a partir  de los  errores de  los  personajes;  un  par  de escritores que  ya  no  son  publicados porque su  momento  de gloria  ha  pasado y los  lectores  han  cambiado con  el tiempo. Él  inclusive,  lleva  la  vida  de  un  ex  convicto que  vende  drogas  y se  prostituye en  las  calles.  Ambos tienen que   enfrentarse  a una dura realidad,  injusta,  a  una  cruenta  lucha  por sobrevivir  en  un  mundo  hecho  sólo  para  aquellos  que  tienen  éxito. 

El  planteamiento del  carácter  de  los  personajes está excelentemente  delineado. De “Lee”,  sobre  todo,   tenemos pistas  que  poco a  poco  van  siendo  develadas,  con  una  sutileza y  elegancia memorables,  pues  no  hay  juicios  de  valor  sobre  ciertos aspectos de su  vida,  que  pudieran haber  parecido un  tanto  cuanto  "escandalosos" e imposibles  de aludir o  tratar en cinematografías de hace  algunas  décadas. Al  contrario, hoy  en  día hasta es  muy  probable  que  la  mayoría  del  público la  comprenda  mucho más y termine por  estar  de  su  lado.
   
Cuando  un par  de  actores ofrecen  estos  niveles de  interpretación no  queda  más  que  quedar  arrobado ante  semejante maravilla.  Eso  es  lo  que  hacen Miss McCarthy como  “Lee  Israel”,  la  biógrafa pasada  de moda,  y Richard  E.  Grant como “Jack Hock”, el “dealer” y trotacalles,  que  en  ocasiones parece  no  preveer  ciertos  peligros. Después  de todo  pareciera  que  no  tiene  nada  más  que  perder... 

Seguramente  ya  saben  que  ambos  fueron  nominados  al  máximo  premio  de la  Academia por  su  espléndido trabajo actoral. Personalmente,  en  la  categoría masculina, Grant  era  mi gran  favorito. Ninguno  de  los 2 ganó,  pero  éso es  lo  de menos. Pues  se  dice  que  la  nominación ya  es  en  sí  misma  un  premio. La  cinta también  obtuvo una  nominación  en la  categoría de Mejor  Guión Adaptado.


El  argumento, basado  en hechos  reales,  es tan sencillamente conmovedor que, sin  dudarlo,  nos ponemos  del  lado de los  protagonistas que tuvieron que dedicarse a  falsificar y  vender cartas  de escritores  célebres,  dentro  del extenso panorama epistolar de los literatos de  fama universal;  algo a  todas  luces  incorrecto,  por  supuesto, y  además  ilegal.  Pero la  justificación  es tan  evidente que ni  siquiera  deseamos  que los  atrapen ni que les  pase  algo  malo,  porque nosotros en  su  lugar  y  circunstancias tal vez  habríamos  hecho  lo  mismo. Cine muy en serio,  altamente  recomendable y  que  finalmente  nos deja  un  dulce  regusto.

¡Corte  y  queda…!

MarcH  de Malcriado

sábado, 2 de marzo de 2019

LÁZARO FELIZ

LÁZARO FELIZ La  directora  escoge  como  protagonista a  Adriano  Tardolo, un  joven  que no  tiene  antecedentes  como  actor, pero que  representa su  papel  como  si  fuera  un  consagrado. © Amka Films Productions / Ad  Vitam Productions / Netflix


LAZZARO FELICE (Lázaro feliz / Happy  As Lazzaro). Italia, Francia,  Suiza,  Alemania, 2108. Guión y dirección: Alice Rohrwacher.

Una película italiana, o cualquiera otra, con ese tipo de título, nos remite de inmediato al ámbito de lo mágico religioso, pues lo relacionamos con el “Lázaro” bíblico “resucitado” por el Cristo. 

En la primera parte del filme vemos a Lázaro (Adriano Tardiolo), un adolescente tan inocente y comedido (que pareciera un débil mental superficial), que vive en una hacienda como parte de un grupo de agricultores en  condiciones  bastante tristes. No  obstante, y absolutamente  adaptado  a sus circunstancias, él es la más angelical de las criaturas en un cerrado paraíso bucólico bien protegido y cercado por la maldad. Sin embargo, nadie sabe que el lugar sólo  será una locación temporal, por la  llegada de  Tancredi, el  "niño bien"  heredero  de las  tierras, que va  a alterar el  curso  de  esta  historia.    

En la segunda parte, y de repente, sin haber cometido pecado alguno, Lázaro es arrojado de ese jardín del Edén a una jungla de asfalto, a una ciudad. No se lleva nada, porque no  tiene  pertenencias,  además nunca ha tenido nada. Tampoco tiene recursos ni  la  malicia necesaria  para sobrevivir en una urbe, metáfora de la gran antesala del infierno. Es como el éxodo de los migrantes…

Hasta en Bambi (
David  Hand,  1942) hay secuencias terribles. Pero así lo estipula el guión escrito por la propia Rohrwacher. Sí  claro, es cine de autor. Sin embargo, es una de las cintas más bellas y más sádicas que pueden verse últimamente. 

Mostrar el sacrificio de un cordero es una ceremonia muy simbólica pero a la vez es algo muy enfermizo, aunque hay quienes sí lo disfrutan, ¡y mucho! 


HAPPY  AS  LAZZARO Como un  plus  de  la  cinta,  rodada  en  16mm,  está  Sergi  López,  en  un  papel hecho  a la  medida  y que  ejecuta  con  la maestría  de  los  consagrados. Ver  este  nivel  de  actuaciones  en una  maravilla.
© Amka Films Productions / Ad  Vitam Productions / Netflix



El ser humano es la única especie que mata a sus semejantes por venganza, para celebrar rituales o por puro placer. Nada justifica un crimen, excepto la defensa propia y  tiene  que  pasar por  un  juicio,  para  hallar  la  verdad  jurídica que  lo absolviera. No obstante, la directora se regocija al presentar un linchamiento ―la turba  es la  misma que seguramente el domingo pasado asistió a misa―, pero lo hace cuando pensamos que sí  existe la  salvación  de esa  especie  de  maldición que  persigue  a los  personajes.

La metáfora es: “El hombre es el lobo del hombre”.

Como hombres no escogemos el lugar en el que vamos a vivir. La vida misma, o el destino se encargan de ello. En el caso de Lázaro es la directora, la que hace gala de una crueldad inaudita al escogerle  su  lugar y convertirse en su verdugo. Es una postura bastante patológica de violencia pasiva, que va in crescendo hasta el horror final. Pero qué remedio, algunas obras de arte tienen por cometido retratar la fealdad



Hay cierto disgusto por este tipo de largometrajes. Esos en los que en un principio somos engañados porque nos muestran a los personajes en un paraíso, a sabiendas que pronto serán arrojados al abismo de la contradicción posmoderna, a enfrentar la barbarie de los que apenas son conscientes del bien y del mal, perdidos en las sociedades que habitan en las grandes ciudades de las súper economías de mercado. El hombre  a  veces es una bestia horrenda, mal acabada, engañada y a la vez mentirosa; bañada en la sangre de sus semejantes. 


Desde la muerte de la madre de Bambi no había visto en una película algo tan estremecedor, tan absurdo y escandaloso. Es el filme más sádico que he visto últimamente.

Pero, ¿por qué…? Si  bien  es  cierto que el género de la tragedia termina precisamente en tragedia porque  el personaje principal, de  inicio hizo algo muy malo, terrible; porque desafió al destino al cometer un acto prohibido, proscrito. Pero cuando el personaje a lo largo de toda la obra sólo se condujo como un santo; cuando “lo prohibido” son sus virtudes ―la bondad y la belleza―, entonces enmudecemos ante el espectáculo de ver cómo gana el mal. Es el momento en que surge una figura un tanto cuanto crística, otro cordero para el sacrificio.

Por lo tanto, esta película es un hermoso poema maldito, un verdadero suplicio. Es atroz e insoportable, y la amargura del regusto que nos deja, nos acompañará irremisiblemente mientras la evoquemos.

La  pueden  ver  en  Netflix.

¡Corte  y  queda...!

MarcH  de  Malcriado