sábado, 2 de marzo de 2019

LÁZARO FELIZ

LÁZARO FELIZ La  directora  escoge  como  protagonista a  Adriano  Tardolo, un  joven  que no  tiene  antecedentes  como  actor, pero que  representa su  papel  como  si  fuera  un  consagrado. © Amka Films Productions / Ad  Vitam Productions / Netflix


LAZZARO FELICE (Lázaro feliz / Happy  As Lazzaro). Italia, Francia,  Suiza,  Alemania, 2108. Guión y dirección: Alice Rohrwacher.

Una película italiana, o cualquiera otra, con ese tipo de título, nos remite de inmediato al ámbito de lo mágico religioso, pues lo relacionamos con el “Lázaro” bíblico “resucitado” por el Cristo. 

En la primera parte del filme vemos a Lázaro (Adriano Tardiolo), un adolescente tan inocente y comedido (que pareciera un débil mental superficial), que vive en una hacienda como parte de un grupo de agricultores en  condiciones  bastante tristes. No  obstante, y absolutamente  adaptado  a sus circunstancias, él es la más angelical de las criaturas en un cerrado paraíso bucólico bien protegido y cercado por la maldad. Sin embargo, nadie sabe que el lugar sólo  será una locación temporal, por la  llegada de  Tancredi, el  "niño bien"  heredero  de las  tierras, que va  a alterar el  curso  de  esta  historia.    

En la segunda parte, y de repente, sin haber cometido pecado alguno, Lázaro es arrojado de ese jardín del Edén a una jungla de asfalto, a una ciudad. No se lleva nada, porque no  tiene  pertenencias,  además nunca ha tenido nada. Tampoco tiene recursos ni  la  malicia necesaria  para sobrevivir en una urbe, metáfora de la gran antesala del infierno. Es como el éxodo de los migrantes…

Hasta en Bambi (
David  Hand,  1942) hay secuencias terribles. Pero así lo estipula el guión escrito por la propia Rohrwacher. Sí  claro, es cine de autor. Sin embargo, es una de las cintas más bellas y más sádicas que pueden verse últimamente. 

Mostrar el sacrificio de un cordero es una ceremonia muy simbólica pero a la vez es algo muy enfermizo, aunque hay quienes sí lo disfrutan, ¡y mucho! 


HAPPY  AS  LAZZARO Como un  plus  de  la  cinta,  rodada  en  16mm,  está  Sergi  López,  en  un  papel hecho  a la  medida  y que  ejecuta  con  la maestría  de  los  consagrados. Ver  este  nivel  de  actuaciones  en una  maravilla.
© Amka Films Productions / Ad  Vitam Productions / Netflix



El ser humano es la única especie que mata a sus semejantes por venganza, para celebrar rituales o por puro placer. Nada justifica un crimen, excepto la defensa propia y  tiene  que  pasar por  un  juicio,  para  hallar  la  verdad  jurídica que  lo absolviera. No obstante, la directora se regocija al presentar un linchamiento ―la turba  es la  misma que seguramente el domingo pasado asistió a misa―, pero lo hace cuando pensamos que sí  existe la  salvación  de esa  especie  de  maldición que  persigue  a los  personajes.

La metáfora es: “El hombre es el lobo del hombre”.

Como hombres no escogemos el lugar en el que vamos a vivir. La vida misma, o el destino se encargan de ello. En el caso de Lázaro es la directora, la que hace gala de una crueldad inaudita al escogerle  su  lugar y convertirse en su verdugo. Es una postura bastante patológica de violencia pasiva, que va in crescendo hasta el horror final. Pero qué remedio, algunas obras de arte tienen por cometido retratar la fealdad



Hay cierto disgusto por este tipo de largometrajes. Esos en los que en un principio somos engañados porque nos muestran a los personajes en un paraíso, a sabiendas que pronto serán arrojados al abismo de la contradicción posmoderna, a enfrentar la barbarie de los que apenas son conscientes del bien y del mal, perdidos en las sociedades que habitan en las grandes ciudades de las súper economías de mercado. El hombre  a  veces es una bestia horrenda, mal acabada, engañada y a la vez mentirosa; bañada en la sangre de sus semejantes. 


Desde la muerte de la madre de Bambi no había visto en una película algo tan estremecedor, tan absurdo y escandaloso. Es el filme más sádico que he visto últimamente.

Pero, ¿por qué…? Si  bien  es  cierto que el género de la tragedia termina precisamente en tragedia porque  el personaje principal, de  inicio hizo algo muy malo, terrible; porque desafió al destino al cometer un acto prohibido, proscrito. Pero cuando el personaje a lo largo de toda la obra sólo se condujo como un santo; cuando “lo prohibido” son sus virtudes ―la bondad y la belleza―, entonces enmudecemos ante el espectáculo de ver cómo gana el mal. Es el momento en que surge una figura un tanto cuanto crística, otro cordero para el sacrificio.

Por lo tanto, esta película es un hermoso poema maldito, un verdadero suplicio. Es atroz e insoportable, y la amargura del regusto que nos deja, nos acompañará irremisiblemente mientras la evoquemos.

La  pueden  ver  en  Netflix.

¡Corte  y  queda...!

MarcH  de  Malcriado

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