miércoles, 29 de diciembre de 2021

TITANE

 

TITANE La fragilidad y la vulnerabilidad a veces se manifiestan como todo lo contrario: como una fortaleza y poderío capaces de exterminar cualquier amenaza, real o imaginaria. © Kazak Productions/ Frakas Productions Arte/ Arte France Cinéma/ Be TV – Voo



TITANE (Francia, 2021, Dir. Julia Ducournau).
Una extensión del infierno de Dante, alegoría del interior de uno de los personajes más estremecedores y terribles ―a la vez provocador y fascinante― del cine de las últimas décadas. La sexy bailarina Alexis (Agathe Rouselle, una especie de nueva Charlotte Rampling recargada) es la combinación perfecta de la vulnerabilidad y la fragilidad que eclosionan con la fuerza letal de una hipnótica y rara belleza que va muchísimo más allá de la femme fatale noir, porque ella es una  monstruosa cazadora y consumada depredadora. 

El tema principal de la película es el miedo, todos los miedos que se puedan experimentar, pero sobre todo al de la soledad y a decir la verdad, llevado hasta sus últimas consecuencias.


TITANE Agathe Rouselle interpreta 2 de las danzas eróticas más fabulosas del cine desde aquel mítico strip-tease de Kim Basinger en Nueve semanas y media (Adrian Lyne, 1986).
 © Kazak Productions/ Frakas Productions Arte/ Arte France Cinéma/ Be TV– Voo



Desde El cisne negro (Darren Aronofsky, 2011) e Irreversible (Gaspar Noé, 2002), tan sólo por citar 2 filmes de este siglo, no se había visto en la pantalla un personaje de tan alto voltaje como el de Alexis, esa extraña criatura vamp de insondable personalidad. Sobre todo en esta época en la que el respeto a la individualidad, por más bizarra que ésta sea, a la fluidez de género y a la frialdad de una sociedad de consumo mecanizada y cibernética (increíblemente todavía llena de prejuicios tan atávicos cuanto ocultos), que se manifiestan como la más simple de las cotidianeidades en las llamadas súper civilizaciones; lo cual también es un peligro.


El segundo personaje es Vincent (el fabuloso Vincent Lindon), un atormentado padre de familia traicionado y abandonado, que después de recuperar a su hijo, se  mira desnudo en el espejo y cita una verdad absolutamente lacerante: “No estoy enfermo, sólo soy viejo”. A muchos éso nos pega totalmente, pues bien sabemos a lo que se refiere, que es un mundo en sí mismo, pero no menos fascinante.


TITANE Vincent Lindon como "Vincent" se mira desnudo en el espejo y dice: “No estoy enfermo, sólo soy viejo”. Un entrañable y fascinante personaje. © Kazak Productions/ Frakas Productions Arte/ Arte France Cinéma/ Be TV– Voo


El soundtrack oscila entre el más rítmico y estridente techno y la más celestial belleza de las sinfonías corales; pero justo en medio se puede escuchar la versión más inusitada de La Macarena. No hay suspenso en la cruda narrativa de este cuasi thriller psicológico, todo sucede de repente, sin previo aviso. Un ejemplo del absoluto “tour de force” a la francesa. La secuencia del cuerpo de bomberos bailando frenéticos en la estación que se ve interrumpida por una de las danzas más eróticas y ardientes no tiene parangón. Después de todo, se dice que lo que más se rechaza es lo que más se desea…


TITANE La fragilidad y la vulnerabilidad a veces se manifiestan como todo lo contrario: como una fortaleza y poderío capaces de exterminar cualquier amenaza, real o imaginaria.
© Kazak Productions/ Frakas Productions Arte/ Arte France Cinéma/ Be TV – Voo


Por no llevar súper stars en el reparto ―aunque Lindon es archi conocido en Europa por sus más de 50 películas, como la inolvidable Betty Blue (Jean-Jacques Beineix, 1986)―, tampoco excentricidades, con cero grandilocuencias visuales, sin grandes Fx ni las pretensiones de ser una cinta blockbuster (éxito de taquilla); y a pesar de tener el mérito inmejorable de contar con la sencilla profundidad de su maravillosa historia, filmada con apabullante y brutal belleza (nunca había visto nada de esa directora), esta película está condenada inexorablemente a ser exhibida únicamente en una sala, la única de arte que existe en la gran Ciudad de México (la que está atrás del Ángel de la Independencia), además de estar en la cartelera de la consabida Cineteca Nacional, por supuesto.

No sé qué dijeron los críticos, ni el público, pero se llevó la Palma de Oro del Festival de Cannes este año. Titane es algo fuera de serie, totalmente e-x-t-r-a-o-r-d-i-n-a-r-i-a. A nosotros nos dejó muy impactados, y francamente, de boca seca. ¡Qué privilegio haber podido ir a verla…! (Seguramente regresaremos a verla nuevamente).

¡Corte y queda…!

MarcH de Malcriado

martes, 7 de diciembre de 2021

IN THE MOOD FOR LOVE

 

IN THE MOOD FOR LOVE La eterna historia de un amor prohibido, casi imposible, se vuelve alegoría de la explosión de Eros. Pero de una manera exquisita. © Block 2 Pictures/ Jet Tone Productions/ Paradis Films



DESEANDO AMAR/ IN THE MOOD FOR LOVE (Hong Kong, 2000. Dir. Wong Kar-wai)

El cine asiático desde sus inicios ha sido uno de los más raros y sofisticados del mundo, pues su visión no occidentalizada de la belleza resulta para nosotros algo muy atractivo, y por supuesto, muy exótico. La verdad es que no estamos muy familiarizados con él, pero ahora, gracias a la creciente “globalización”, su distribución es mucho más fácil y expedita. Su accesibilidad estaba constreñida, casi exclusivamente a los festivales internacionales, las muestras, cineclubes, tiendas de DVD o BluRay-Disc y, por supuesto, a la programación de la Cineteca Nacional de la Ciudad de México,  que siempre ha sido el escaparate perfecto para todas aquellas películas fuera del mainstream ya sea hollywodense, latinoamericano o europeo.

No obstante, los actuales cinéfilos de corazón —pero hablo de aquéllos que trascienden los éxitos de taquilla de verano estrenados en el 80% de las salas, claro—, se vuelven cada vez más expertos y exigentes, por lo que las distribuidoras ya se han ocupado de atender esa creciente demanda. Fue todo un acontecimiento de gran envergadura que la Academia de Ciencias y Artes de Hollywood le haya otorgado el Óscar a Parásitos (Bong Joon-ho, 2019) como la mejor película extranjera, pues Corea del Sur no es solamente una potencia económica sino también artística. A partir de allí el gran público comenzó a voltear hacia la cinematografía asiática y a conferirle la importancia que tiene. Fue el comienzo, a mayor escala,  de la búsqueda de  hallazgos mucho más allá de las cintas de artes marciales, de la monumental obra clásica de Akira Kurosawa, valorada, revalorada y muy apreciada; o más recientemente de Nagisa Oshima y de Ang Lee. Es una verdadera fortuna poder descubrir y ver filmes tan atractivos, interesantes y de magnífica factura técnica como los citados y bastantes más.

En esta ocasión reseño In the Mood for Love del excepcional realizador Wong Kar-wai de Hong Kong, a quien conocimos allá por 1996 a través de Happy Together, película tan extraña como perturbadora. Fue reestrenada hacia la mitad de 2021 en la Cineteca de la CDMX, pero no regresé a verla porque a pesar de ser excepcional no me gustó para nada… pero de ella tal vez hablaremos después.

Cuando vemos por primera vez In the Mood for Love, puede uno adivinar cuáles son las obsesiones, los temas y las tomas favoritas de este avasallante realizador que busca la estética a cualquier precio. El argumento es muy simple: chico conoce a chica, y el resultado es el amor. Pero la cosa no es tan sencilla. Cuando la “chica” resulta ser Maggie Cheung, una de las mujeres más hermosas y fotogénicas de la industria cinematográfica oriental—además de que siempre  va ataviada como una verdadera muñeca—, el efecto es el embeleso. Sin embargo, el asunto no es tan simple, pues cuando nos damos cuenta, el “chico”, Tony Leung Chiu Wai, también resulta ser tan interesante, tan fotogénico y casi tan bello como la protagonista; entonces surge la hipnosis.

Con una extraordinaria banda sonora como fondo, un periodista y una secretaria se encuentran en el mismo edificio de departamentos porque son vecinos, mientras sus respectivos cónyuges están de viaje. La atmósfera es sofocante, las miradas en los pasillos se repiten, la atracción y la tensión sexual van en aumento, y aunque las miradas siempre son furtivas, todo se repite. Finalmente,  deviene la aceptación de su fortísimo deseo con el predecible y esperado  beso, por demás  apasionado, pero lleno de culpa. El escenario de semejante declaración física de su amor es un callejón tenuemente iluminado por un farol, la lluvia cae suavemente y la música es absolutamente fantástica y uno se vuelve loco y se prende tanto como los amantes, ¡no bueno…!

Pero todo es un artificio, una mentira, la simulación de lo imposible, porque…

IN THE MOOD FOR LOVE Vestida con qipao Su Li-Zhen (Maggie Cheung) mantiene siempre la figura, el peinado y la pose hierática de la amante perfecta. © Block 2 Pictures/ Jet Tone Productions/ Paradis Films



CORTE A: (Interior, noche, pasillo).

La mujer recorre un lóbrego pasillo en medium shoot. La acción ha iniciado con un plano de sus zapatillas de tacón alto que se alejan mientras la cámara hace un tilt-up hacia su ondulante cadera envuelta en la seda de uno de sus múltiples vestidos clásicos —esos chinos muy elegantes y entallados llamados “qipao”— , y puede uno oler su perfume de jazmín mezclado con los vapores provenientes de la olla donde hierven los  fideos cappelli d’angelo de frijol de soya “Vermicelli” con trozos de pato que nadie se va a comer, o tal vez sí; porque las mujeres esculturales y hieráticas como Su Li-Shen, que viven en Hong Kong, no comen casi nada… pues es más importante mantener la figura, el peinado y la pose perfectos. Pero todo así natural, como no queriendo, como sin darse cuenta, porque el juego de las máscaras ha iniciado desde antes de que los créditos aparecieran, porque el trabajo de pre producción es mucho más largo que el tiempo de rodaje, por supuesto… Porque lo que se verá en pantalla no será una película sino un poema de celuloide que nos transporta al verdadero origen y vórtice de la pasión, el deseo de fundirse en el otro hasta desaparecer y estallar allí, dentro del Ser, ahora binario, en la total metempsicosis de no haberse visto ni haber  sido nunca antes,  pero 
de repente aparecer y reaparecerse materializado en el mundo, y verse reflejado en los ojos del otro, hundido e invadido, respectivamente, en esa oscura y sublime oquedad donde se abre el principio del universo que nos succiona la carne masculina hasta hacernos desaparecer otra vez en una eternidad extática de tan sólo 7 segundos… Después, deviene el caer dormidos; pero al despertar, como todos los amantes, siempre queremos más. Éso es In the Mood of Love.

El filme, ovacionado en el Festival de Venecia, está considerado por la crítica internacional como uno de los mejores de lo que va del siglo XXI. Ya la vi 2 veces y voy por más, porque ésto es arte puro, sencillamente majestuoso.

¡Corte y queda…!

MarcH de Malcriado