miércoles, 7 de diciembre de 2022

 

BARDO Ésta es una película metafísica, una primorosa poesía épica ambientada en el infierno. Por sus características de factura técnica hay que ir a verla al cine, para poder apreciar toda su gloria.

© Estudios Churubusco/ Netflix




BARDO: FALSA CRÓNICA DE UNAS CUANTAS VERDADES  (México, 2022. Dir. Alejandro González Iñárritu).

Durante 174 minutos un periodista o moderno bardo (el que contaba hazañas épicas en la antigüedad) nos narra su vida —a veces de manera onírica— con sus triunfos, fracasos y demás aventuras cuando regresa a México después de 20 años de vivir en Estados Unidos, una sociedad a la que irónicamente termina detestando. Él como todo un profesional de la noticia emigra al país del norte en busca de mejores oportunidades. En una realidad paralela retoma el drama de los que también hacen lo mismo pero en condiciones de desesperada necesidad de supervivencia, los inmigrantes ilegales que tanto sufren, de los cuales muchos mueren en el intento. Esa anécdota fantástica de los que se decía habían sido abducidos en la cumbre de la montaña por la Virgen de San Juan de los Lagos es la síntesis de mucha de la idiosincracia de nuestro católico pueblo latinoamericano. Además, en boca de Silverio Gama (Daniel Giménez Cacho) hay una gran abundancia de frases para recordar.

Directa y sin complacencias denuncia las miserias humanas, las sociales y las económicas de una civilización decadente a través de los ojos de un agudo crítico de la terrible realidad. Estados Unidos y México están entrelazados económicamente, pero no solamente en las actividades comerciales y empresariales legales, sino también en las ilegales y en las criminales.

En la blanca espuma del glamour de los tratados de libre comercio, los intercambios culturales y la marabunta turística en ambos sentidos, subyace el mundo del contrabando de armas y el narcotráfico que les “surte” las drogas a 50 millones de adictos norteamericanos que las consumen en una escalada que parece no tener fin. Paradójicamente, el mundo sólo culpa a los más débiles, a los vencidos, pues los triunfadores aunque rezumen avaricia y sustancias tóxicas e hipertóxicas se asumen como las víctimas de los nefastos que los proveen. 

Nuestra Sor Juana Inés de la Cruz ya lo escribiría  sabiamente hace más de 3 siglos: “… sin razón, sin saber que sois la ocasión de lo mismo que culpáis.”

Una película aguda, lacerante, dolorosa, ácida, irreverente, atrevida, ecléctica, que denuncia brutalmente los crímenes cósmicos de la sinrazón humana con todo su egoísmo, vanidad y soberbia. En un momento delirante, de los muchos que contiene, dice que los mexicanos nos somos indios ni españoles sino unos verdaderos “hijos de la chingada”. Recordad ese monumental El laberinto de la soledad de nuestro Premio Nóbel de Literatura, el inenarrable Octavio Paz.

La obra es verdaderamente épica, pero a la vez es intimista, una absoluta epopeya que deviene en la observación microscópica de las verdades nacionales; me atrevería a decir que es, en versión cine, una especie de La región más transparente de otro de nuestros genios mexicanos: Carlos Fuentes.

Los referentes pueden ser muchos, según la visión y experiencias literarias y cinematográficas de cada quien. Por supuesto cuando fuimos a verla en la sala de cine increíblemente sólo estábamos 8 espectadores, porque no es Güácalanda, perdón Wakanda

Es una maravilla que un director mexicano tenga ya el suficiente nombre y prestigio como para que Netflix no tuviera reparos en concederle un presupuesto archimillonario para que hiciera una película de autor, es decir: nada de encargos y fórmulas de éxito probadas para audiencias muy poco exigentes. No, ésta es una producción única, con tintes brechtianos, fellinianos, exagerados, polisémicos y estridentes, que a la vez contiene secuencias de una belleza poética que nos remiten a la creación y al amor desde la visión que únicamente los artistas de verdad pueden expresar.

Seguramente regresaré al cine a verla otra vez, antes de que la quiten de la cartelera para exhibirla en ese todo-streaming que es Netflix, donde por razones de tamaños de pantallas y calidad del audio perderá la mitad de su magia. Sería patético y absurdo verla en una PC, tablet o en el telefonito celular, pero ¿qué remedio...?

El argumento, la dirección, la fotografía de Darius Khondji, la mezcla de sonido y el diseño de producción son realmente impactantes. 


BARDO El 5 veces "Arielado" actor Daniel Giménez Cacho otra vez nos ofrece su fabulosa calidad histriónica "bordando" a su personaje. ¡Le damos, otra vez, una ovación de pie...!  © Estudios Churubusco/ Netflix



A pesar de que en el 2023 representará a México en los Óscares y en los Goya (de España) como mejor película extranjera, esta entrega de G. Iñárritu ya ha sido acremente despedazada, descalificada y tachada por algunos miembros de la "crítica especializada" como esperpéntica, pretenciosa e ininteligible. 

Pero a nosotros nos pareció todo lo contrario. Bardo es una verdadera poiesis, porque es una gran obra, inspiradísima y ambiciosa por supuesto, de única belleza y crueldad, fantasmagórica, ¡todo allí es absoluta y fascinantemente metafísico…!

Por favor, y si pueden, vayan a verla al cine, pues se debe observar, disfrutar y sufrir de manera silenciosa y de un solo jalón a oscuras para que la hipnosis y la emoción se puedan desbordar plenamente; como debe ser, en el templo de los dioses de la mentira, que finalmente no lo es…

¡Corte y queda…!

MarcH de Malcriado