sábado, 8 de enero de 2022

 

NO MIREN ARRIBA Un magnífico compendio de desastres: los exógenos que nos amenazan, y los endógenos que sufrimos como civilización actual. ¡Brutal y maravillosa...! © Hyperobject Industries/ Bluegrass Films/ Netflix



NO MIREN ARRIBA / DON’T LOOK UP (EE.UU. 2021, Dir. Adam McKay). Unos científicos descubren que pronto un gran meteoro se estrellará en la Tierra causando daños letales. El quid es cómo van a alertar a la población y si van a creerles.

Las películas de crítica social no son nada raras, pero cuando se combinan con la burla y el humor negro suelen ser muy cáusticas y divertidas, tanto que el divertimento diera la impresión de que el poderosísimo subtexto no es accesible para el espectador común. Sin embargo, éso no es cierto, el público es mucho más inteligente de lo que los productores pudieran llegar a suponer. Desde los tiempos del cine mudo, Charles Chaplin, que se las sabía de todas todas, utilizaba la sátira y la comedia física para mostrar y evidenciar las injusticias sociales, la corrupción y la maldad del mundo moderno de aquel entonces, pero siempre ridiculizando a los perversos, a los villanos y a todo lo que era contrario a la bondad y a la virtud.

A casi nadie le gusta ver sus defectos en el espejo, pero cuando éstos no sólo son defectos sino verdaderas deformidades, pues mucho menos, porque el impacto del reflejo es devastador. La sociedad actual ― cuyos valores están trastocados por un exacerbado culto a la belleza, a la juventud, a lo fútil y al chisme vulgar a través de las redes sociales― vive maniatada, atrapada en un futuro que no existe, ni en el pasado tampoco; pues no hay memoria. Lo de ayer no fue, y si fue nadie lo recuerda; vivimos a una gran velocidad, sobrexpuestos a los medios masivos de comunicación, sin esperanza de nada en un eterno presente absolutamente fantástico y a la vez frenético.

Este filme utiliza como vehículo una magnífica parábola por demás satírica: Lo que realmente destruirá al mundo no es una amenaza que provenga del exterior, del espacio sideral, sino de la bomba que significa la macrocefalia esquizofrénica de una civilización enloquecida por la sin razón, por el egoísmo, por la falta de respeto al prójimo y por vivir en la más absoluta de las simulaciones, como lo estipularía Boudrillard en sus teorías.

El respeto al individuo, a la otredad se desliza cotidianamente hacia el burdo escarnio a través de la comunicación de hoy en el tobogán del chiste y del meme cibernético. Los teléfonos inteligentes, la Internet y todo lo “on-line”, que debieran ser prótesis digitales para ayudar al hombre a vivir en un mundo mejor, se han convertido en todo lo contrario, ahora son un arma letal, muy poderosa para desdibujar personalidades divirtiéndose, para burlarse, para destruir reputaciones, campañas políticas enteras y lo que sea, a la vez que también sirven para entronizar a ridículas figuras cuya fama durará apenas 15 minutos, como diría Andy Warhol hace cuarenta años. La ironía es que lo sin importancia, lo efímero es tan realmente prescindible y efímero que dura para siempre, reciclándose y materializándose constantemente en una reproducción geométrica de sí mismo en las dimensiones inconmensurables del ciber universo.

Que uno de los mayores símbolos sexuales del cine, Leonardo DiCaprio, haya sido escogido para encabezar un reparto glorioso no es casualidad. El histrión es la mayor estrella de cine de la actualidad, y es tan grande, que pese a su imagen y prestigio no le importó dar vida a un científico nerd, fodongo, inadaptado y lleno de manías e inseguridades que la verdad nos deja de boca abierta. Su actuación es memorable, como siempre. Su contraparte, Jennifer Lawrence, también muy reconocida y oscareada está perfecta como la sensible e histérica astrónoma próxima a doctorarse. Ella es en realidad la que desde la primera secuencia se da cuenta de que la Tierra va a ser destruida. En otra papel del reparto hay que mencionar el de Cate Blanchet, que como una periodista obsesionada con el sexo está deliciosa y guapísima. Como la cereza del pastel está Meryl Streep, cuyo registro histriónico es uno de los más plásticos del cine. Multioscareada, hace lo que quiere en el rol de una cínica presidente de los Estados Unidos de Norteamérica que oscila tan graciosa cuanto patética en el péndulo de la bipolaridad más increíble que se haya visto en el Salón Oval de la Casa Blanca. Una vez más, Ms. Streep demuestra porqué es la actriz más galardonada, y la mejor de Hollywood también. La última secuencia en la que aparece es lo máximo, pues es la fábula perfecta; directa para los registros de "Ripley".

Además de semejantes actuaciones, el argumento, que no es nada nuevo en el género de las películas de desastres, la puesta en pantalla es impecable; pues no pretende ser “la película”. El genial productor, escritor y director McKay, a sabiendas de que tenía entre manos uno de los proyectos argumentales más espectaculares del momento, fue lo bastante mesurado y prudente como para no abusar de las florituras, de las estridencias y los Fx rococó que tanto abundan en las mega producciones de este género de actualidad. Cuestión que de suyo se agradece bastante. 

El mundo ha cambiado y ahora la película la tuvimos que ver en su estreno a través de la más famosa plataforma de streaming, ¿qué remedio? Seguramente proyectada en la enorme pantalla de una sala de cine ganaría el cuádruple en emoción y en espectacularidad. ¡Lástima…!

El discurso, en general y a grandes rasgos, es que el bien común, lo verdadero y la ciencia son mucho menos importantes que los mensajes  que publican una bola de tarados en Twitter o las noticias de la vida de una tonta estrella del rock juvenil.

Es considerada como una de las 10 mejores películas del 2021. Inclusive ya ha recibido premios y tal vez la veamos nominada en varias categorías de la próxima entrega de los Óscares. 

Delirante, chocante, semi Sci-Fi y apoteósica, No miren arriba, es una película que hay que ver por lo menos 2 veces. Aunque si la ven una vez no se van a arrepentir.

¡Corte y queda…!

MarcH de Malcriado