LOS HERMANOS KARAMAZOV La versión cinematográfica de la última y más grandiosa novela de Dostoyevsky. © Metro-Goldwyn-Mayer |
LOS HERMANOS KARAMAZOV (The Brothers Karamazov, EE.UU., 1958. Dir. Richard Brooks).
Marilyn una vez les dijo a los periodistas que ella quería filmar Los hermanos Karamazov, y como casi siempre, algunos se rieron con sorna, entonces ella acotó: “Bueno, no quiero hacer precisamente a los hermanos, sino a Grushenka, una chica”. Seguramente los periodistas no sabían de qué hablaba y mucho menos habían leído a Dostoyevsky.
Los hermanos Karamazov de Fiódor Dostoyevsky es una de las obras cumbre de la literatura universal que hay que leer por lo menos una vez en la vida.
Hace poco revisitamos el filme, dirigido por Richard Brooks, estrenado en 1958 y, como la novela misma en la que está basado, es francamente hermosa. Ya sabemos que las versiones cinematográficas de obras literarias suelen quedarse cortas y dejar mucho fuera del guión, lo cual es lógico, pues nada se puede comparar con la vastísima experiencia de la lectura. Sin embargo, hay que darle crédito a los productores que se preocupan por llevar al gran público las obras de arte que los escritores de todos los tiempos le han regalado al mundo.
Es un gozo si lo que ya hayamos leído, o estamos por leer, podamos verlo sintetizado en el cine, porque después de todo, el cine también es un arte.
Marilyn, que pertenecía a la 20th Century Fox, no hizo a Grushenka, porque la película la produjo la Metro-Goldwyn-Mayer. Para ese papel contrataron a otra rubia increíble: María Schell, una bella chica austríaca de la misma edad que la Monroe, quien finalmente interpretó a una Grushenka deliciosa. En las primeras secuencias en las que aparece Schell/ Grushenka es muy difícil no evocar a Marilyn, pero es absolutamente imposible no hacerlo cuando la vemos bailar alegre y delirante, casi en éxtasis, en la escena de la taberna. Ésa es una de las escenas más electrizantes y sexuales de la historia del cine. La sensualidad que emana de esa bellísima criatura la convierte en un verdadero sueño erótico.
Sinceramente creemos que María Schell sabía muy bien que tenía entre sus manos el papel que la bomba sexy más fabulosa del cine había anhelado y que era forzoso que ella estuviera a la altura de la increíble femme-fatale-de-inocencia-infantil que eran tanto Grushenka como Marilyn: “Es ahora o nunca” lo que suponemos que pensó… y entonces se convirtió en Marilyn/ Grusheka.
Se dice que en los postreros tiempos de la humanidad las mujeres rubias van a desaparecer, por cuestiones meramente genéticas. ¿Será por éso que dentro del inconsciente colectivo se valora tanto a las mujeres con cabellera blonda? La industria del peróxido y los tintes de tonos “rubios” es uno de los negocios más lucrativos y grandes de la industria cosmética. ¡Por supuesto!, porque la belleza es un valor y en el cine las rubias guapas cotizan más.
Pero la belleza se encuentra en todos lados dirán, está en la naturaleza, en la cultura y por supuesto en el arte. El arte es la máxima representación de la belleza creada por el hombre. Tan es así que lo bello solamente es lo bello, luego entonces las criaturas “bellas” son admiradas, deseadas y adoradas; y si además tienen talento de seguro serán elevadas a la apoteosis de los dioses.
Es un privilegio poder leer a Dostoyevsky, es un privilegio ver cómo lo interpretaron otros artistas para el celuloide y si en ese pequeño gran momento pensamos en Marilyn —que estaba allí sin estar— el gozo estético se eleva hasta los confines que la sensibilidad nos permita. El límite es nuestra mente…
¡Corte y queda…!
MarcH de Malcriado