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RUBÍ El ángel malvado más admirado y querido de la televisión mexicana. © Televisa / Lemon Studios |
RUBÍ (México, 2020, Prod. Carlos Bardasano para Televisa y Lemon Studios, Dir. Carlos Cock/ Pepe Castro/ Pavel Vázquez).
La siguiente línea en el segundo capítulo: “No me va a tragar la pobreza” sintetiza la ideología de una de las villanas más admiradas en la historia del melodrama. No cabe duda, Camila Sodi es una actriz muy guapa-guapísima y además con una figura espectacular que hace toda una creación de la villana-heroína más fantástica. La magia de esta fábula aspiracional es que nos gusta mucho y terminamos amándola a pesar de todas sus fechorías, porque de antemano sabemos que no es una chica sumisa ni obediente; que no es una hipócrita y que es sumamente audaz. Rubí es una mujer muy segura de sí misma, es transgresora, sin falsos tabúes, que logra lo que quiere a costa de lo que sea y no se vuelve a mirar atrás. La opinión de los demás le importa un reverendo pepino. ¿Quién no quisiera ser así...?
Desde que vi a la Sodi en la serie Luis Miguel: La Serie (Netflix, 2018) me gustó mucho, aunque ya la había visto por allí antes sin seguirle realmente los pasos, pues de más joven ya andaba de reina de telenovelas antes de casarse con Diego Luna, que ahora también es star de cine gringo, pues ya hasta "chico Allen" fue en Un día lluvioso en Nueva York (Woody Allen, 2019).
Pero bueno, Rubí es un argumento original de Yolanda Vargas Dulché para la popular historieta “Lágrimas, Risas y Amor”, aquella revistilla semanal de dibujos de color sepia en 1963. Más tarde fue estelarizado en la televisión por la inolvidable y despampanante sex-symbol Fanny Cano en 1968 bajo la dirección (y dicen que la tortura) del temible Fernando Wagner, en una producción de Valentín Pimstein para Telesistema Mexicano.
La deslumbrante hermosura de esta actriz de cine, que ya había aparecido en comedias de rock juveniles, en pequeños papeles decorativos, la convirtió en otro de nuestros mayores símbolos sexuales; su nombre se convirtió entonces en sinónimo de glamour y sex-appeal.
Así, la exitosa telenovela fue llevada al cine 2 años después, pero con la hispano-persa, Irán Eory (Carlos Enrique Taboada, 1970), recién llegada a México, a quien tuvieron que doblarle la voz con la de la súper sexy Norma Lazareno, otra bomba de cine, porque Eory todavía tenía el acento demasiado castizo. Muchos extrañaron la presencia de Fanny Cano, como es lógico; pero así son las cosas de la farándula. Aunque se dijo que sus pretensiones económicas superaban con mucho el presupuesto de la película.
Mucho más recientemente la encarnó la no menos guapa Bárbara Mori para Televisa (Jorge Alberto Castro, 2004). Todas ellas han hecho de la historia de Rubí, esa chica pobre y naca ―que, gracias a su belleza y astucia perversa, logra escalar de la pobreza hasta la opulencia más delirante―, un clásico absoluto del melodrama mexicano.
La deslumbrante hermosura de esta actriz de cine, que ya había aparecido en comedias de rock juveniles, en pequeños papeles decorativos, la convirtió en otro de nuestros mayores símbolos sexuales; su nombre se convirtió entonces en sinónimo de glamour y sex-appeal.
Así, la exitosa telenovela fue llevada al cine 2 años después, pero con la hispano-persa, Irán Eory (Carlos Enrique Taboada, 1970), recién llegada a México, a quien tuvieron que doblarle la voz con la de la súper sexy Norma Lazareno, otra bomba de cine, porque Eory todavía tenía el acento demasiado castizo. Muchos extrañaron la presencia de Fanny Cano, como es lógico; pero así son las cosas de la farándula. Aunque se dijo que sus pretensiones económicas superaban con mucho el presupuesto de la película.
Mucho más recientemente la encarnó la no menos guapa Bárbara Mori para Televisa (Jorge Alberto Castro, 2004). Todas ellas han hecho de la historia de Rubí, esa chica pobre y naca ―que, gracias a su belleza y astucia perversa, logra escalar de la pobreza hasta la opulencia más delirante―, un clásico absoluto del melodrama mexicano.
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RUBÍ Seduce al rector de la universidad, pero termina embaucándolo para conseguir una beca completa. © Televisa / Lemon Studios
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Como he visto todas las versiones anteriores, mi expectativa esta vez era muy grande. Me encontré con una versión bastante libre e inusitada de Leonardo Padrón, con personajes adicionales que no estaban en el original: el rector de la universidad, los malandrines del barrio que molestan a todas "las Pérez" y que les queman su vivienda, la sobrina "Fernandita", que por lo menos para nada está ñoña ni sobreactuada como suelen ser los escuincles de telenovela, y la reportera "Carla" (la guapísima Ela Velden, ¡no buenooo...!) que llega 20 años después a la apartada y ridícula mansión (con rayos láser) de una sobreviviente Rubí maltrecha y "envejecida" ―que usa una peluca horrible, un bastón y que se encuentra "desfigurada" con 3 chicles pegados en el cachete―, disfrazada como de una especie chafa de Maléfica a medio camino entre Lili la de Herman y de Morticia Adams, con todo y su fiel sirviente "Boris" (Henry Zakka), todo muy a lo castillo de Drácula o a la mansión de los Monster.
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RUBÍ La periodista "Carla" (Ela Velden) es en realidad "Fernandita" 2 décadas después. © Televisa / Lemon Studios |
En el papel de "Maribel" está Kimberly Dos Ramos ―venezolana de belleza extraordinaria―, quien por la decepción del rechazo del magnate Héctor Ferrer (Rodrigo Guirao tan guapo como desangelado) que la ha cambiado por Rubí, en un arranque de rabia y frustración lanza la prótesis de su pierna por la escalera.
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RUBÍ A la mítica malvada no le importa hacerle daño a su mejor amiga Maribel, que iracunda lanza la prótesis por la escalera. © Televisa / Lemon Studios |
Esta nueva versión se ve bastante cara, con locaciones de gran lujo, inclusive hasta algunas en Madrid. Pero aunque el ritmo es vertiginoso a veces luce fallida y pretenciosa. La mayoría del reparto está miscasted, es decir equivocado, mal escogido; no dan la talla, algunos hasta se ven fingidos o les falta edad. Por ejemplo, aunque es muy buena actriz, Mayrín Villanueva de "doña Refugio", con todo y ojeras y la cabellera descuidada, se ve casi como la hermana mayor y no como la mamá de Rubí. Muchas de las situaciones se ven bastante forzadas y demasiado exageradas. El multimillonario, bueno los 2, porque aparte de "Héctor", el arquitecto de mucho éxito, que vivía en Dubai y que viene a México a conocer a su novia virtual Maribel, tienen a "don Arturo de la Fuente" (Lisardo) el padre de Maribel, banquero que también es inmensamente rico (que por cierto toma su güiski carísimo con "Cayetano" (Antonio Fortier, buen actor), el chofer, porque no tiene con quien hablar ―y por lo visto tampoco chupar―, ¡puff, no por favor...!).
Así "Héctor Ferrer", el súper galán, no proyecta nada; es un guapito bastante hueco y luego el acentito argentino, ¿vijte ché...?, peor. Antes a los actores extranjeros que llegaban a actuar en producciones aztecas les daban un curso de dicción para disimilar sus acentos regionales propios, sobre todo los que son tan acusados como el de los cubanos y los argentinos.
Así "Héctor Ferrer", el súper galán, no proyecta nada; es un guapito bastante hueco y luego el acentito argentino, ¿vijte ché...?, peor. Antes a los actores extranjeros que llegaban a actuar en producciones aztecas les daban un curso de dicción para disimilar sus acentos regionales propios, sobre todo los que son tan acusados como el de los cubanos y los argentinos.
Hay otro personaje nuevo que corteja a la tentadora Rubí, el famoso diseñador y couturier "Lucas Fuentes" (Marcus Ornellas), que no se sabe bien a bien de qué nacionalidad es, pero que habla con acento muy mexicano. Sin embargo, a él si le quedaría hablar con otro acento, siendo supuestamente el extranjero que es. Un acierto fue escoger al popular actor José Ron como "Alejandro" el médico traicionado, también un galán ―sin fortuna todavía―, pero eternamente enamorado de la protagonista.
En su gran estelar, la señorita Sodi, absolutamente fotogénica por donde se la vea, además de actuar extraordinariamente bien ―con registros muy variados que van desde el de la ingenua perversa que básicamente es, hasta el del cinismo, su desmesurado amor propio, el que siente por Alejandro y por el dinero―, como un plus canta el tema de entrada con una voz verdaderamente melodiosa y agradable. Los arreglos musicales son de primera. Esta telenovela anunciada como "serie", marca por fin su consagración definitiva como una gran estrella.
Mención aparte merece la gran fotografía aérea de la Ciudad de México, que luce como la gran metrópoli de proyección internacional que es. Cómo ha cambiado la arquitectura de esta fabulosa capital en los últimos años.
Después de ver, sin comparar por supuesto, otras series disponibles en streaming, contra este divertimento ligero, me tengo que poner en modo "Las Estreshas", es decir: de muy buena fé y muy dispuesto a enojarme, pero también a llorar y a reírme mucho, con esta producción tan cursi como entretenida. Rubí es una deslumbrante Cenicienta postmoderna, empoderada, astuta, sin prejuicios, a la que tienen totalmente sin cuidado los escrúpulos y el complejo de culpa, y que, a pesar de todo, es capaz de querer mucho a su madre, a su sobrina y que sorpresa, ¡se permite pedir perdón...!
Pero bueno, a ver, ¿quién me manda...? Mejor ya me voy, porque la de los primorosos ojos castaños, "súper Rubí”, ya está por comenzar y... <<¿A quién le importa... lo que yo hago? / ¿A quién le importa lo que yo digo? / Si soy así y nunca cambiaré...>>
¡Corte y queda...!
MarcH de Malcriado