Una extensión del infierno de Dante, alegoría del interior de uno de los personajes más estremecedores y terribles ―a la vez provocador y fascinante― del cine de las últimas décadas. La sexy bailarina Alexis (Agathe Rouselle, una especie de nueva Charlotte Rampling recargada) es la combinación perfecta de la vulnerabilidad y la fragilidad que eclosionan con la fuerza letal de una hipnótica y rara belleza que va muchísimo más allá de la femme fatale noir, porque ella es una monstruosa cazadora y consumada depredadora.
El tema principal de la película es el miedo, todos los miedos que se puedan experimentar, pero sobre todo al de la soledad y a decir la verdad, llevado hasta sus últimas consecuencias.
Desde El cisne negro (Darren Aronofsky, 2011) e Irreversible (Gaspar Noé, 2002), tan sólo por citar 2 filmes de este siglo, no se había visto en la pantalla un personaje de tan alto voltaje como el de Alexis, esa extraña criatura vamp de insondable personalidad. Sobre todo en esta época en la que el respeto a la individualidad, por más bizarra que ésta sea, a la fluidez de género y a la frialdad de una sociedad de consumo mecanizada y cibernética (increíblemente todavía llena de prejuicios tan atávicos cuanto ocultos), que se manifiestan como la más simple de las cotidianeidades en las llamadas súper civilizaciones; lo cual también es un peligro.
El segundo personaje es Vincent (el fabuloso Vincent Lindon), un atormentado padre de familia traicionado y abandonado, que después de recuperar a su hijo, se mira desnudo en el espejo y cita una verdad absolutamente lacerante: “No estoy enfermo, sólo soy viejo”. A muchos éso nos pega totalmente, pues bien sabemos a lo que se refiere, que es un mundo en sí mismo, pero no menos fascinante.
Por no llevar súper stars en el reparto ―aunque Lindon es archi conocido en Europa por sus más de 50 películas, como la inolvidable Betty Blue (Jean-Jacques Beineix, 1986)―, tampoco excentricidades, con cero grandilocuencias visuales, sin grandes Fx ni las pretensiones de ser una cinta blockbuster (éxito de taquilla); y a pesar de tener el mérito inmejorable de contar con la sencilla profundidad de su maravillosa historia, filmada con apabullante y brutal belleza (nunca había visto nada de esa directora), esta película está condenada inexorablemente a ser exhibida únicamente en una sala, la única de arte que existe en la gran Ciudad de México (la que está atrás del Ángel de la Independencia), además de estar en la cartelera de la consabida Cineteca Nacional, por supuesto.
Desde El cisne negro (Darren Aronofsky, 2011) e Irreversible (Gaspar Noé, 2002), tan sólo por citar 2 filmes de este siglo, no se había visto en la pantalla un personaje de tan alto voltaje como el de Alexis, esa extraña criatura vamp de insondable personalidad. Sobre todo en esta época en la que el respeto a la individualidad, por más bizarra que ésta sea, a la fluidez de género y a la frialdad de una sociedad de consumo mecanizada y cibernética (increíblemente todavía llena de prejuicios tan atávicos cuanto ocultos), que se manifiestan como la más simple de las cotidianeidades en las llamadas súper civilizaciones; lo cual también es un peligro.
El segundo personaje es Vincent (el fabuloso Vincent Lindon), un atormentado padre de familia traicionado y abandonado, que después de recuperar a su hijo, se mira desnudo en el espejo y cita una verdad absolutamente lacerante: “No estoy enfermo, sólo soy viejo”. A muchos éso nos pega totalmente, pues bien sabemos a lo que se refiere, que es un mundo en sí mismo, pero no menos fascinante.
El soundtrack oscila entre el más rítmico y estridente techno y la más celestial belleza de las sinfonías corales; pero justo en medio se puede escuchar la versión más inusitada de La Macarena. No hay suspenso en la cruda narrativa de este cuasi thriller psicológico, todo sucede de repente, sin previo aviso. Un ejemplo del absoluto “tour de force” a la francesa. La secuencia del cuerpo de bomberos bailando frenéticos en la estación que se ve interrumpida por una de las danzas más eróticas y ardientes no tiene parangón. Después de todo, se dice que lo que más se rechaza es lo que más se desea…
No sé qué dijeron los críticos, ni el público, pero se llevó la Palma de Oro del Festival de Cannes este año. Titane es algo fuera de serie, totalmente e-x-t-r-a-o-r-d-i-n-a-r-i-a. A nosotros nos dejó muy impactados, y francamente, de boca seca. ¡Qué privilegio haber podido ir a verla…! (Seguramente regresaremos a verla nuevamente).
¡Corte y queda…!
MarcH de Malcriado
¡Corte y queda…!
MarcH de Malcriado