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ROMA Una obra maestra. Gracias señor director, don Alfonso Cuarón. © Participant Media / Esperanto Filmoj/ Netflix |
ROMA (Alfonso Cuarón, 2108) Una vez escuché decir a un actor de cine decir que hacer una película era como "construir una catedral"...
Si antes una manera de consagrarse era actuar bajo la dirección de Joseph von Sternberg, como Marlene en El ángel azul (1930), al igual que les sucedió a James Dean y a Marlon Brando con Elia Kazan. ¡No bueno...!
Qué ensoñación ser un favorito de Visconti, si se es Helmut Berger en Los malditos; un consentido de Fellini como Mastroianni en La Dolce Vita, y también como la Monroe creada por Billy Wilder en La comezón del 7º año y en Una Eva y dos Adanes. ¿O qué opinan de algunas de las “Chicas Almodóvar” como Marisa Paredes o Carmen Maura...?
A muchos no les gusta el cine mexicano, y tantito peor, en blanco y negro; pero los directores lo utilizan porque adiciona una carga dramática impresionante, sobre todo si está combinada con una fotografía virtuosa. En Roma la magia no se hubiera dado tanto si el edificio del hospital del IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social) o el cine Las Américas, en la Avenida de los Insurgentes, con ese tranvía que se desliza hacia el horizonte, hubieran sido fotografiados en color. Qué decir de la gran secuencia en esa playa traicionera del Océano Atlántico que entra en el Golfo de México; la tensión no hubiera sido jamás la misma. Así puedo citar todas las locaciones, en realidad.
El maestro Alfonso Cuarón ha devenido en uno de los mejores directores del mundo. Aun si no hubiéremos visto nada de su filmografía anterior. Sabemos desde hace mucho que es en el Olimpo artístico donde habita. Se le nota...
Algunos se han preguntado qué es lo que hace de Roma una película excepcional, si está hecha en México, es en blanco y negro y con un reparto que prácticamente nadie conocía. El argumento bien podría ser catalogado como el melodrama soft de una empleada doméstica a lo María Isabel pero postmoderna, a primera vista, claro.
Pero, ¿qué creen...? Para navegar y disfrutar de esa deliciosa travesía en mares conocidos pero a la vez ignotos, en semejante película se necesitan referentes. El neorrealismo italiano, la nueva ola francesa y otras corrientes cinematográficas más están allí, a la vista. El maestro Cuarón las usa y nosotros las hemos reconocido dentro de una película que habla del amor universal, cuando la vean sabrán a cuál me refiero.
Roma, su título por supuesto hace referencia a una colonia, como llamamos en México a nuestros barrios, de la CDMX. No es una cinta complaciente, no es un divertimento. Es como dirían los franceses un "tour de force". Para el público joven por sus intrínsecas características, y para nosotros, los adultos que vivimos en aquel México de 1970-71 lo es bastante más. Pero para nosotros, los últimos, es porque vemos nuestro retrato, y el de esa ciudad capital que vivimos. Sin embargo, ni nuestra ciudad , ni nosotros somos ya los mismos. La nostalgia nos invade, porque en la radio sonaban los éxitos que nos gustaban, porque teníamos los mismos muebles, nuestra familia tenía esos automóviles e igual vestíamos esa ropa... Pero lo más deslumbrante es que éramos ingenuos.
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Todos, absolutamente todos los detalles están cuidados al máximo. Un viaje a ese México de los primeros años de 1970, es perfecto. © Participant Media / Esperanto Filmoj/ Netflix |
Cada fotograma, en muchísimas secuencias es una obra de arte. Allí está un guiño a Pajaritos y pajarracos (Pasolini, 1966) con los aviones en aproximación final al aeropuerto, los campos que tienen de fondo el volcán Ixtaccíhuatl, o esa toma en la carretera que parece un cielo de Gabriel Figueroa en una película de el "Indio" Fernández.
Pues bien, ahora tenemos a Cuarón como el mega mago, el que ha llevado al altar, consagrándola, y la ha convertido en un Stradivarius cinematográfico, a una sencilla “Mexican señouritah”, doña Yalitza Aparicio, y no en una catedral sino en la cima de esa Pirámide del Sol que es ROMA.****/****
P.D. Si en Ladrón de bicicletas (Vittorio de Sica, 1948) al protagonista le roban su bicicleta, en Roma les roban a todos los personajes algo mucho más importante, algo que no se puede recuperar jamás, ¡la inocencia...!
Ovación de pie, y además con unas lágrimas, por qué no.
¡Corte y queda...!
MarcH de Malcriado
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