NO SOY QUIEN CREES Los perfiles falsos son perfectos para vigilar a los amados y a los ex amantes a través de una inocente invitación de Facebook. ¿Les suena conocido…? © Diaphana Distribution |
NO SOY QUIEN CREES (CELLE QUE VOUS CROYEZ) Francia, 2019, Dir. Safy Debbou.
Una profesora madura, divorciada, culta, elegante y bella imparte cátedra en una prestigiosa universidad de París, trata de transmitir a sus alumnos el amor por la literatura universal. A ella las letras le han abierto las puertas de la belleza a la que contempla extasiada en sus privados viajes literarios ―porque también escribe―. Leer y escribir son actividades que se realizan en solitario; son una ancestral y efectiva manera de evadir al mundo y su fatal cotidianeidad, o por el contrario: hacerlo estallar, como dijo alguna vez Octavio Paz sobre el hombre encadenado que cierra los ojos.
Leer es una especie de realidad virtual que sumerge a los diletantes y a los profesionales, en la vida y en las emociones ajenas. Pese a todo eso, la gran catedrática es en esencia la mujer más aburrida y triste del mundo. Sin embargo, no todo está perdido, para mitigar su ansiedad, hartazgo y soledad está la Internet con sus maravillas, y sus hipnóticas y adictivas redes sociales. Esa será su salvación y otras cosas más... Allí puede suceder de todo: inclusive se puede crear un avatar, inventar un otro yo, una proyección a la medida exacta de todo lo que uno quiere ser o aparentar; dentro del hechizo de un mundo ficticio, irreal, perfecto.
Los perfiles falsos son la plataforma idónea para navegar por el ciberespacio de manera anónima y meterse en donde sea; además de ofrecer la posibilidad de vigilar a los amados de manera subrepticia, y hasta espiar (to stalk) a los ex amantes a través de la inocente invitación para agregarlos a la lista de Fb-contactos, y de paso, también a las amistades de los susodichos, para mantenerse al tanto de los actos colectivos de la mayoría por la simple asociación propia del sistema que de todo da cuenta. ¿Les suena conocido…?
Quincuagenaria, sumamente frustrada y amargada por su triste y monótona vida, Claire (Juliette Binoche), crea un perfil de Facebook como “Clara”, y para divertirse más se ostenta como una Lolita tardía, es decir, utilizando las fotos falsas de una linda chica de la mitad de su edad y de aspecto absolutamente despampanante. De esta forma logrará experimentar una maravillosa sublimación y su inefable némesis. Pero para darle mayor sentido a todo, en el centro del asunto no está Hubert-Hubert, como en la novela de Nabokov, pero sí está Ludo su ex novio, por supuesto, en cuyo muro, entre muchos otros, orbita su mejor amigo: Alex (Françoise Civil), un tipito que por ser fotógrafo es muy sensible y por lo tanto ama y valora la belleza como el artista que es. El talentoso e ingenuo Alex a la postre sencillamente resultará ser mucho más interesante que el tal Ludovico y se vuelve el objetivo amoroso perfecto ante los ojos ávidos de Claire-Clara: debido a que es muy bien parecido y bastante joven. Tan sólo por serlo la literata desquiciada comienza a idealizarlo, tanto que termina por deidificarlo. Así que para continuar con su inocua diversión y para poner a prueba sus juveniles ―y por tanto ya harto mermadas habilidades "lolitas"―, sutilmente lo va a seducir y lo va a enamorar… porque ella también es una artista, sobradamente hábil en el arte del engaño.
El amor cibernético es real y absolutamente verdadero, porque provoca la misma ilusión y las mismas respuestas cerebrales y reacciones químicas que el amor en su versión clásica: la presencial. Porque invariablemente desemboca en las conversaciones telefónicas donde sin decir nada se dice todo y en las que será posible escuchar la voz amada. Comunicarse de manera inmediata con el otro es sentir la mágica emoción de la promesa del encuentro. Vehículo directo a la felicidad o a un tremendo choque con la realidad que inclusive podría terminar en tragedia.
Tengo que mencionar que Françoise Civil, como el apasionado y gentil enamorado, y Nicole García como la Dra. Catherine Bormans, la psicoanalista de Claire (en un papel “bombón”, como se dice en el ámbito teatral), se lucen de una forma extraordinaria y se vuelven entrañables porque ellos sí son auténticos.
He visto muchas películas de mademoiselle Binoche a pesar de que ella no me agradaba ―pero no cabe duda de que es muy buena en su oficio y su filmografía es de primera―; pero en esta producción está increíblemente excelsa, tanto, que hasta desapareció de su cara esa sempiterna expresión suya de limón agrio (tan francesa), y nos permitió por primera vez descubrir en esos magníficos close-up que no es solamente fotogénica, sino una mujer de gran belleza. Hay una secuencia en la que el fotógrafo la ve a través de la lente y el momento es totalmente simbólico, por todo lo que significa para los personajes y nosotros los espectadores. Pues no hay nada tan emocionante como posar para alguien que se arroba capturando las mejores imágenes de ese otro alguien, en el vehemente deseo de poseer lo bello por un instante y viceversa. Fotógrafo y modelo, dupla perfecta, el uno no puede ser sin el otro.
Termino dándole una ovación de pie al director Debbou, que logró una obra maestra sobre la locura de amor de 2 que no saben que no saben que no deben creer todo lo que ven. Seguramente voy a volver a verla, porque vale muchísimo la pena y porque después de tantos años, finalmente, ya quiero a la Binoche.
¡Corte y queda…!
MarcH de Malcriado