martes, 6 de abril de 2021

EL PADRE

 

EL PADRE El  duelo  de  actuaciones entre Colman y Hopkins es de altísimo  voltaje, pues ambos son histriones ya  oscareados. Nada  nos  sorprendería  que alguno de  ellos, o los 2,  se llevara  otro Óscar por  estos papeles que  parecieran  hechos a la medida.         © Trademark Films/ Cine@/ Embankment Films/ F Comme Film/ Film4 / Viewfinder/ Lions Gate UK/ Sonny Pictures Classics


EL PADRE (The  Father) UK/ Francia, 2020, Dir. Florian Zeller.

A  cierta  edad el  final  es muy  evidente, aun  en  una  persona saludable, pues  físicamente  el  deterioro es notable; y  en  muchas  ocasiones  la mente va  en  sincronía. Pareciera un  cuento  de horror,  pero nos acontece que  envejecemos a diario,  lo  vemos  a nuestro  alrededor. Si  tenemos  suerte,  todos envejeceremos para  cerrar un  ciclo divino. Si  nos  asomamos  al  espejo  éste nos  lo  grita. De  repente  un  día amanecemos viejos  y  decadentes. ¡Horror…!  Ya  vimos  ese  proceso  muchas  veces también  en  el  cine. La  película  más bella que  yo  recuerdo  sobre  este  asunto  es  Amour (Michael Haneke, 2013),  donde  la  pareja de la  anciana  ve  cómo  ella  se  va  extinguiendo poco a  poco.


La  vida  es  una  maravilla natural,  la  que  sea y  como  sea. Está usualmente  llena  de  color y  de  cosas  bellas y también  terribles, de lo justo y lo injusto. Sea  como  fuere,  el  precio hay  que  pagarlo  tarde  o  temprano… todos  sabemos  cuál es y  no  hay  escapatoria.


Otra historia  de algo tan   natural como el advenimiento de  la tercera edad  llegó  a la  pantalla grande hace  unos  días ―es increíble que  todavía  podamos  asistir  a las  salas de  cine, algo  de lo  que  me congratulo ampliamente―.  La amorosa y  paciente Anne (Olivia Colman) visita y cuida a  su octagenario padre Anthony (Anthony Hopkins), pero  por  ciertas  circunstancias ella pronto ya  no  podrá  hacerlo y comienza  a buscar otra cuidadora (la última fue despedida por  el mismo anciano). Más  bien, lo que  necesitan es una  dama de  compañía que pueda cumplir  cabalmente  con su difícil  tarea.

 

La  producción  es  sobria,  elegante,  contenida, muy  lejos  del  melodrama que  pudiera explotar otro  tipo  de  cinematografía  que  no  fuera  la inglesa.  El  duelo  de  actuaciones es  impresionante: tanto Colman cuanto  Hopkins  son histriones ya  oscareados. Nada  nos  sorprendería  que alguno de  ellos  se llevara  otro por  estos papeles que  parecieran  hechos a la medida. Particularmente  me  parece  que Miss Colman está asombrosa, como  siempre, su actuación  es tan  sutil y  tan  poderosa  como  el  batir  de  las  alas  de  un  colibrí. Hopkins,  por  supuesto,  también  está  soberbio,  desde El  silencio de los  inocentes (Jonathan Demme, 1991) nos  tiene de  boca  abierta. Esta  cinta  es un compendio de amor,  de  la  disolución  de la  realidad,  que nunca  sabemos  donde  comienza  y  donde  termina. La  temática y  su  tratamiento son  dignos  de un largo tratado  ontológico, que por  supuesto  no  voy  a desarrollar  en este sencillo  blog  de  cine.


Después  de  todo, en  gustos  se rompen  géneros y mi  cometido  solamente es externar  mi opinión sobre las  películas. Esta es  en  especial  un bocadillo  de  cardenal que no será un éxito de  taquilla,  sobre  todo  porque  los que  van  al  cine  generalmente  son  los jóvenes  y ellos  no  están interesados  en ver películas  de “viejitos”,  y  todavía peor: con  tanto  salto entre personajes, y en  el  tiempo ("que no se  entiende"),   y para  acabarla de  adornar con  “música clásica aburridísma”.  Me gusta  mucho la  ironía,  pero por  supuesto jamás llegaré  a los  niveles que esta impactante y brutal producción  logra poner  en  pantalla,  como  si  fuera  lo  más  sencillo del  mundo… Todavía  sigo impactado, de  veras.


El  soundtrack cuenta  con joyas únicas, de  esas  de repertorio que  solamente están  en  la  colección  de los conocedores, de los melómanos  más cultivados y exquisitos; no  hay  nada  pop ni  mucho  menos  esos  horrores que escuchan los millennials y  los  centennials y los bueno, mejor  me abstengo de  decirlo;  tal  vez  ellos  no  tienen la  culpa  de ser  jóvenes (condición  que se  les  curará  con  el  tiempo,  si  es que  tienen suerte, claro) en  esta época tan carente de  delicadeza, de belleza,  de  arte  de  verdad, en  síntesis: de tan pocas fulguraciones intelectuales.


Para  ver esta cinta, para  entenderla y disfrutarla realmente,  hay  que  tener más  de cincuenta  años. Los  demás mejor  absténganse… ¡con  la  pena!


¡Corte  y  queda…!

MarcH de Malcriado


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