viernes, 26 de mayo de 2023

¡QUE VIVA MÉXICO!

 

¡QUE VIVA MÉXICO! Casi una epopeya épica que disecciona el alma de los pobres mexicanos, y de los ricos también; pero a la manera satírica y política del genial Estrada. © Bandidos Films



¡QUE VIVA MÉXICO! (México, 2023. Dir. Luis Estrada).
Moderna, inclusiva e irreverente es la paradoja del mundo de las apariencias en la que las sociedades urbanas, desarrolladas y falsamente prósperas cuya polarización son los miserables, los explotados y los alienados 
—de los que Marx ya nos hablaba—en el momento de verse cara a cara, sin haber sabido los unos de los otros y que por ende no se reconocen ni quisieran hacerlo.

Hé aquí un intento de diseccionar a la mexicana la "lucha de clases", si acaso fuera ésta una “lucha”, que no lo es, pues la lucha es un enfrentamiento de dos fuerzas más o menos equipotenciales, que en realidad sólo se quedaría en una teoría, porque el proletariado y los campesinos no tienen fuerza alguna, no tienen nada, excepto la físicamente necesaria para trabajar y sobrevivir en un mundo controlado por la clase dominante,  absoluta y terriblemente desigual.

¿Cómo es que nos sentimos cuando vamos por la vida teledirigidos, hipnotizados por las fuerzas de la publicidad que nos dice qué debemos comprar, y comprar, aunque sea a crédito claro, para poseer lo que no tenemos?, lo que según ellos, los “bondadosos” capitalistas, usualmente despiadados explotadores, lo que queremos, lo que anhelamos para ser felices. ¡Bah…!, puras cosas materiales o los vehículos para conseguirlas. Pero en realidad cuando de lo que carecemos, es lo que verdaderamente hemos perdido, y que no se puede comprar en ningún lado, nuestra esencia humana.

Sólo somos como máquinas de shopping (desde niños) deambulando por el mall existencial en la búsqueda del absoluto. Éso que no se encuentra en ningún lado fuera de nosotros. La plenitud del Ser no está en una corbata Hermès ni en un frasco de Chanel N° 5… ni en vivir aislados de la realidad, dentro de los fraccionamientos residenciales más chics y exclusivos de la quesque “beautiful people” de las grandes capitales del mundo, entre las que se encuentra la Ciudad de México, por supuesto.


SINOPSIS

La premisa de la película es un par de lindísimos “wanna’ be” a la gringa que por circunstancias familiares ineludibles se ven obligados a descender desde la cumbre de su Olimpo particular hasta el rancho “La Prosperidad”, ubicado en medio de la nada. De allí mero proviene el joven triunfador “Pancho Reyes” (Alfonso Herrera) que abandonó su hábitat para estudiar y prosperar; y pues regresa sólo para cumplir el trámite. Se lleva a su esposa “Mari” (Ana de la Reguera) que es bien “trepadora” y por supuesto la reina de las pretenciosas, y a sus 2 niños. Por supuesto los 4 quedarán en shock al ver las condiciones en las que viven sus parientes, un grupo variopinto y sumamente folclórico.

De asombrosa fotografía, excelente edición y movimientos de cámara muy precisos, ¡Que viva México! no tiene términos medios. Es una farsa brutal donde el delirio es lo de menos, y al ritmo de los acordes del Jarabe tapatío retrata y remata situaciones de una realidad lacerante y actual que va mucho más allá de los gags y la sátira política del “Frijol con gorgojo”. Por momentos parece que estamos viendo una versión actualizada de las mejores cintas de humor negro del cine mexicano de la “Época de Oro” con Joaquín Pardavé, Andrés Soler y Sara García, con cualquiera de las preciosas diosas cinematográficas como Elsa Aguirre, Silvia Pinal, Rosita Quintana o Lilia Prado; acompañadas por los galanes picarones al estilo de Pedro Infante, Jorge Negrete o
Abel Salazar. Sí, podríamos reírnos, pero la verdad es que nos carcajeamos muy amargamente por dentro porque este es un fresco costumbrista, una contradicción sin concesiones y muy impresionante. La diferencia es lo terrible de lo que postuló nuestro mítico presidente  (y dictador) Porfirio Díaz: aquella ignominiosa paradoja de los mexicanos referente a nuestra lejanía de Dios pero nuestra cercanía con Estados Unidos.


ANÁLISIS

Esta realización es tan profunda y dolorosa que en realidad es una tragedia metafísica. Ya lo diría Carlos Fuentes en su libro El espejo enterrado: los mexicanos fuimos producto del mestizaje de un pueblo tan esplendoroso y a la vez tan horrible y decadente como la España medieval, pues aunque el Renacimiento ya se había dado en casi toda Europa los ibéricos seguían bastante atrasados, todavía vivían en pleno oscurantismo gracias a la superstición, a la ignorancia y a la religión. Todo eso también nos lo trajeron en un combo bastante trágico. El virreinato no duró trescientos años, porque con todo y nuestra Independencia y posterior Revolución, se prolongó hasta nuestros días, de forma no tan figurada. Aunque el imperio dominante es lo que sí cambió…


Los horrores que devinieron en la ontología de la mexicanidad fueron el choque y posterior sincretismo de dos culturas opuestas y superpuestas por la fuerza de la Conquista, por el atroz sometimiento al primitivo y esquizofrénico imperio de los Borbones, y, por supuesto, por la cosmogonía agónica de los aztecas y su gran poderío mesoamericano. Irónicamente mucho de esto tiene que ver con “la sangre derramada”.
Por otro lado, Octavio Paz, en su El laberinto de la soledad explica espléndidamente el fenómeno de la mexicanidad cuya máxima, o varias de ellas, tienen que ver con el verbo “chingar”. “Si no chingas te chingan”. Así de sencillo.


PUESTA EN PANTALLA

Con sus grandes dotes Damián Alcázar y Ana Martin logran la apoteosis histriónica al darle vida a sus intensos personajes de “Rosendo” y “Dolores”, el paradigma de los padres a la mexicana, que todo lo dan, pero todo lo piden, en la típica actitud del chantaje emocional o agresividad pasiva, como dirían los psicólogos. Ya los veremos a ambos galardonados el año que entra en los Arieles y las Diosas de Plata.

Sin embargo, como todas sus películas de profundos tintes satírico-políticos, Luis Estrada (La ley de Herodes, Un mundo maravilloso, El infierno y La dictadura perfecta), esta es también una ópera hilarantemente trágica o tragicomedia. Donde los actantes por lo general son víctimas pero a la vez son victimarios, en gradaciones diversas y según las circunstancias. El cinismo, el sadismo y la crueldad se conjugan aquí con la envidia, la avaricia y la traición, pero solamente justificadas como el único e irremediable trayecto viable cuyo único fin es la satisfacción de las necesidades colectivas de los demás despojados del clan, la familia de "La Prosperidad", parábola de la nación (casi) entera, de aquellos que jamás han tenido nada, igualito que en los tiempos de los olvidados desde siempre, y desde que el mundo es mundo.

Finalmente, añadiremos que ¡Que viva México! es una crítica altamente corrosiva, pero manejada como un serio ejercicio de análisis teleológico digno de estudio. Que quizás nos rebase como espectadores porque ingenuamente creímos que esta película era tan sólo un divertimento más, quizás disparatado y exagerado, lleno de chistoretes y clichés, ¡y créanme, no lo es…!

¡Corte y queda…!

MarcH de Malcriado

No hay comentarios:

Publicar un comentario