MIRREYES CONTRA GODÍNEZ México, 2019 Dir. Chava Cartas.
Comedia
ligera, urbana y muy
actual retrata, como una
película costumbrista, pero a la millennial, la eterna
lucha de clases. Desde
que Karl Marx habló de esa
lucha, de los medios de producción, de
la enajenación del
trabajo y del surgimiento
del proletariado, muchos de
sus postulados se han
integrado al discurso artístico. El
cine no podía
ser la excepción. No obstante, esta
película nada tiene
en común con Metrópolis de Fritz
Lang (1927) ni con Tiempos
modernos de Charles
Chaplin (1936). Es digamos, otra
cosa, ¡totalmente...!
Esta cinta fue financiada por FIDECINE y la
verdad no tenemos nada
en contra de
que con nuestros impuestos se hagan obras
que beneficien a la sociedad,
y si se
puede exportar pues
qué mejor, ¿verdad?
Después de todo,
la actividad cinematográfica es una gran
fuente de trabajo
y por eso mismo
es harto loable.
Esperábamos ver una
cinta mala, o
bueno, digamos más bien de una calidad muy inferior. Pero sorpresa, la producción
es sorprendentemente aceptable,
el reparto es interesante y cumple
muy bien, excepto que
Carmen Madrid está,
o se ve, demasiado
joven para ser la
madre de Genaro (Daniel Tovar), el protagonista "godín" principal. Hernán Mendoza está de premio.
El mundo de
los oficinistas ―con todos
los clichés de la clase trabajadora―, está a la
vista de una
manera festiva, jocosa. Sus gustos, debilidades y estilo de vida que parecieran maníqueos y exagerados; no lo son, porque todo es verdad,
irónicamente es la pura
realidad.
Los mexicanos asalariados que trabajan en empresas y oficinas somos bien así: alegres, despreocupados, muy de
las tandas, de las compras por catálogo
en cómodos pagos; viviendo en la
inopia de los últimos
días antes del
depósito de la quincena, de llevar
a la chamba la
tinga en “toper” o
en envase de yogurt de a
litro, de decir
“provechito” si se ve
a alguien comer, porque se considera de "buena educación".
Además, somos bien sentimentales, metiches, exaltados, aprovechados, trinqueteros, y muchas otras cosas; pero eso
sí, quesque muy trabajadores, bien folclóricos y sobre
todo nobles, pero muy n-o-b-l-e-s.
El acierto de
esta producción es que
el ritmo de la historia casi nunca decae, siempre hay
algo simpático, divertido e hilarante. Los personajes son
unos verdaderos “bombones”,
casi todos, como
se les llama en
teatro a ésos que comúnmente se dice que
son los que “se
llevan la obra”. Para comenzar,
no es un
melodrama exacerbado, tampoco
es una sexy comedia, y es de
agradecerse que no hay una violencia significativa ni actos
delictivos consumados. El
tono es el de una comedia con ligeros
tintes de sátira.
Por otro lado,
el mundo de la
“gente bonita”, o sea
jelóu, de la clase media
alta mexicana, también está
retratada con muchas de sus conductas y obsesiones “guanabí”; con sus
exageradas pretensiones ecológicas,
de selfies, de “rich n’ famous”, de
pool-party, de
poses hipsterianas, harto veganas,
de cafés latte light deslactosados of
course, o con leche de coco y endulzados con estevia. Algo
inolvidable es la
botella de whiskey carísimo, que
le regala el junior
“mirrey” Santi Kuri (Pablo Lyle) de
cumpleaños a su papi, pagada con la
extensión de la tarjeta “American Express” del propio
empresario Kuri senior, claro.
Pero bueno, “Si se quiere
trabajar bonito hay
que trabajar en un
lugar bonito”, es
la filosofía de la hijita a lo “daddy’s princess”, diseñadora “sofis” que sueña
con el “Ponte
Vechio” de Florencia y que
come platillos sanos llenos de frutitos rojos.
Mirreyes contra Godínez es un excelente divertimento tan polarizado que tiene por un lado al estandupero Carlos Ballarta y del otro al siempre bronceado y jet-setter Roberto Palazuelos. Para pasar un rato comiendo palomitas y tomando refresco (soda o gaseosa) de cola con medio kilo de hielo, pero si son “chic” pues entonces una botellita de l’eau “Perrier” (métase de contrabando, claro) y reírnos de nosotros mismos, seamos lo que seamos: Godínez o mirreyes.
¡Corte y queda...!
MarcH de Malcriado