viernes, 23 de agosto de 2019

LA COMEZÓN  DEL  SÉPTIMO  AÑO Es una  comedia que  dejó la  huella  indeleble  de una  de  las  personalidades   más icónicas  del  siglo XX. Bravo  por  Billy  Wilder.
© 20th Century  Fox




LA COMEZÓN DEL SÉPTIMO AÑO (The Seven Year Itch) EE.UU. Dir. Billy Wilder, 1955. Llega el verano con su intensa ola de calor y las consabidas vacaciones; casi todas las familias se separan del padre por algunas semanas porque los maridos tienen que quedarse en la ciudad para seguir en el trabajo. Así, el editor Richard Sherman (Tom Ewell) regresa de la estación del tren muy contento, con ganas de disfrutar de la paz de su departamento, sin la presencia del niño latoso y de la esposa controladora y mandona. Al fin, después de muchos meses, se siente libre y está dispuesto a hacer todo lo que le pegue la gana, sin las presiones domésticas del matriarcado. Pero su tranquilidad durará muy poco, porque cuando se dispone a relajarse tocan el timbre. Así conoce a “la chica” (Marilyn Monroe) que rentó el departamento de arriba y que no podía abrir.


Un incidente en la terraza le permite invitarla a tomar una copa. Se prepara para recibirla en un ambiente muy propicio para el cortejo y la seducción. Comienza a fantasear con ella. Imagina que la chica bajará transformada en una despampanante femme fatale, atravesando el umbral de su puerta como toda una vamp, envuelta en  una nube de humo y perfume, a lo Marlene Dietrich… Preludio a ser esclavo del deseo. 



Pero la joven resulta ser una ingenua provinciana bastante boba a quien lo único que le interesa es disfrutar del aire acondicionado de Sherman. 



Marilyn no tiene nombre en la película, porque ella es todas las chicas y ninguna. Le gusta la champaña, pero con papas fritas; pero sobre todo, se siente muy segura en casa de un hombre que es casado, porque así: "Ya no podrá pedirme matrimonio"...
© 20th Century Fox




Ella, a pesar de ser una rubia espectacular, da la impresión de que lo último en lo que piensa es en el sexo. Modelo publicitaria de televisión, “la chica” (no tiene nombre en la trama) es la clásica “rubia tonta” que encarna el sueño erótico del hombre promedio. Es la personificación del ideal femenino: joven, hermosa y disponible. La opulencia de su cuerpo contrasta con su mente infantiloide. Parece que hasta para un tipo sin nada especial, y por cierto bastante mediocre, como Sherman, no será una "presa" difícil. 

Sin embargo, la moral, los prejuicios y el sentimiento de culpa entrarán en juego hasta que pase lo que tiene que pasar… 

Se dice que cuando algo se desea en demasía, cuando finalmente se obtiene deja de interesar. Los años de 1950 fueron una era en la que las teorías psicoanalíticas y los estudios sobre la sexualidad humana, como el Reporte Kinsey, comenzaron a ser difundidos en las librerías y en las revistas. Así, aunadas al cine, aparecieron nuevas visiones sobre los patrones de la conducta de las mayorías. La construcción del mundo se comenzó a diseñar de manera distinta. No obstante, todo lo que estaba prohibido, mal visto o era inmoral, se seguía practicando como  siempre, pero de manera clandestina.


La secuencia en la que los protagonistas salen del cine "Trans Lux" fue rodada en la locación real, lo que atrajo a infinidad de curiosos. Nadie se imaginaba lo que verían después...


El director austrohúngaro asentado en Hollywood, Billy Wilder, bien conocido por algunas películas de contenido muy crítico y ácido (recordad Sunset Boulevard, 1950) y a veces bastante subversivas (Una Eva y dos Adanes, 1959), tenía en las manos un guión extraordinario, un actor de excepción (Ewell) y a la más grande bomba sexual del cine desde Jean Harlow (Monroe). Pero de igual manera también tenía encima a la Legión de la Decencia y las restricciones del Código Hays (1930-1967) que prohibían tratar, y mostrar, temas o situaciones que atentaran contra la sagrada institución del matrimonio, la familia, el decoro y otras “cosillas”. ¿Cómo resolver entonces el problema de un marido queriendo seducir a la mujer más sexy de EE.UU.? 


Marilyn Monroe, vestida así y con esa actitud, paradójicamente representó a la "mujer blanca"; aquella que es inocente y por lo tanto no representa ninguna amenaza, ni para los hombres ni para las mujeres. 


La ya de por  sí muy célebre Marilyn Monroe con esta producción de la 20th Century Fox pasó de ser la estrella más sensacional de  Hollywood  a ser un verdadero icono cinematográfico mundial, tan imperecedero como Chaplin, cuando tuvo que actuar parada en tacones altísimos sobre el respiradero del metro de  Nueva  York en la escena de la falda voladora. Entre tomas, los  publicistas le  pidieron a Marilyn que posara también para las cámaras fotográficas. Alrededor de la locación había un auténtico tumulto cuyos silbidos y gran alboroto llenaron de rabia al ex beisbolista Joe DiMaggio, su celoso esposo en aquel entonces, que se había aparecido por allí para ver la filmación. Antes de que ella se diera cuenta él se marchó furioso. Esa secuencia representaba una oportunidad única, otra vez sería una Venus haciendo gala de sí misma ―la primera fue cuando se desnudó sobre aquel lienzo de 8 metros de terciopelo rojo para el calendario “Golden Dreams” unos 5 años antes―.



LA TENTACIÓN VIVE ARRIBA Fue como intitularon en España esta película. Creo que bastante atinadamente. A la Monroe se le conocía como el más grande símbolo sexy, pero con estas tomas rebasó con mucho ese título y se convirtió en todo un icono. 
© Sam Shaw



Poseída por un frenesí delirante, ella y Wilder llevaron a un plano de realidad el sueño de todo mundo en "Cinemascope" y en los vibrantes colores "De Luxe". Los hombres siempre quieren ver lo que las faldas cubren: una par de lindas piernas y, si se puede, las pantaletas. Por el otro lado, las mujeres quieren verse hermosas, deseadas y admiradas, pero sin parecer lascivas. 


Las diosas de cine siempre fueron representadas como un poderoso atractivo para publicitar las películas. Pero en el caso de la Monroe el asunto tomaba dimensiones delirantes; sobre
todo, porque su personaje no aparecía en la cinta tal como lo mostraba este anuncio espectacular.

La publicidad entera se basó en esa singular secuencia. Muy a pesar de la gran decepción del público voyeur que quería verle los calzones a la actriz más  sexy del  mundo  ―porque las tomas usadas finalmente en la película no fueron las que mostraban las fotografías―, la cinta fue un éxito sin precedentes. Aunque por allí circula un metraje amateur de 8mm en blanco y negro donde sí se puede observar, pero muy de lejos, el glorioso momento: Marilyn en éxtasis con la falda levantada.



La falda de Marilyn al elevarse revelaba mucho más allá de lo que hasta entonces se había visto en el cine. En el montaje final, las tomas en full-shot no se utilizaron. Pero hay material amateur que capturó esos momentos.

Los valores de  la  cinta son,  además  de  los  evidentes,   que  pone de  manifiesto que  la  sexualidad del  macho  humano es  inamovible (desde  la primera  secuencia),  que gran  parte  del  discurso que lo  rige es ese  deseo del que Schopenhauer tanto  recelaba  pero  que  es  absolutamente inherente a  la  naturaleza misma. El  "deseo"  de la  naturaleza  es que cada  especie tiene  que perpetuarse  a sí  misma a  toda  costa. A tal  fenómeno, a  nivel  humano, poco  le importa  si  los que  se  juntan  para  la  procreación, y  su  eterna infinidad  de  ensayos,  para  lograrlo alcanzan la  felicidad o  no.  La  mayoría  de las  veces el  resultado,  como  diría  el  agudo filósofo  alemán,  es absolutamente amargo  y  frustrante. Quienes  refuten esa idea nada  más  vean  en este  filme que las  fantasías de  Sherman son  mucho  más excitantes que  su triste  realidad; y  que su  máxima ensoñación,  la  de  poder tener  a la  mujer  más fabulosa  del  mundo, se estrella  en  mil  pedazos al  darse  cuenta  de  que  esa  súper  mujer no  es  más  que una  diosa mitológica,  producto  del inconsciente,  por  cierto  bastante  insensato, de una  civilización  cuya  imaginación construye una  y  otra  vez el  paradigma  de Eros.    

Después  de todo,  me pregunto  qué  hubiera  sido de esa  película  sin  esa archiconocida secuencia. 

¡Corte  y  queda...!

MarcH de  Malcriado

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