sábado, 7 de septiembre de 2019

COMO SI  FUERA  LA  PRIMERA  VEZ  Simpática propuesta para pasar  el  rato,  es  buena  si  lo  que  deseamos  es refrescarnos y  sacudirnos  de  tantas películas de problemática sin  fin,  violencia  y  vulgaridad. Claro  que tiene errores,  como  todas  las  producciones,  pero muchos  más  aciertos.
© Videocine  




COMO SI FUERA LA PRIMERA VEZ Dirección de Mauricio T. Valle, México-Rep. Dominicana, 2019. Esto es un remake nacional de los mismos productores de la primera versión estadounidense, 50 First Dates (Peter Segal, 2004) con Adam Sandler y Drew Barrymore, que yo no he visto todavía. Así que para mí esta es la primera vez que veo esta historia en cine.


Luci (Ximena Romo) desayuna en la cafetería de un resort de playa cuando llega Diego (Vadhir Derbez) y queda prendado de ella. Él se le acerca e inicia una cinta al estilo boy meets girl. Al día siguiente el biólogo marino, que siempre huele a pescado, se acerca de nuevo a la linda chica, pero ella lo manda a freír espárragos; a pesar de sentirse un poco decepcionado ella  le  interesa  tanto no se dará por vencido. 

El asunto, bastante lento al principio, parece bobalicón, pero cuando nos enteramos que Luci es una personalidad “de excepción”, como le llaman los psiquiatras y los psicólogos a cierto tipo de pacientes, la cosa empieza a ponerse menos tediosa. Pese a que Vadhir Derbez es una joven promesa del cine mexicano su trayectoria ya llevaba un buen tiempo en series de televisión, unas 4 obras de teatro y varias cintas muy divertidas, de las cuales ya reseñé antes en este blog Dulce familia (2019) y El tamaño sí importa (2016); también lo vimos en Cómo ser un latin lover (2017) al lado de su padre Eugenio Derbez. 

En otra película mexicana (ya les diré cuál) y que reseñaré en estos días, vimos un día previo a Ximena Romo, una talentosa actriz que me parece muy bonita y con gran carisma; ella tampoco es una debutante, pues lleva en su haber 12 películas, de las cuales hemos visto 2: Todos quieren a alguien (2017) y La vida inmoral de la pareja ideal (2016). 

De Mauricio T. Valle, el director, es la 3ª cinta que vemos, también les debo la reseña de las otras 2… En esta, aunque no desmerece, se encargó de una puesta en pantalla totalmente diferente a ese su estilo intimista y hasta maravillosamente claustrofóbico que es a lo que nos acostumbró; pues se aleja totalmente del género de cine de autor, que es lo suyo. Sin embargo, hay un buen manejo de varias cosas: el atinado soundtrack, bastante dosificado por cierto, las actuaciones secundarias, excepto la de Alejandro Camacho sorpresivamente regular ―cosa rara porque él suele ser excelso en su oficio―, y me consta su trabajo en teatro porque lo ví hace como 30 años en Hay una luz sobre la cama de Torcuato Luca de Tena en el dificilísimo escenario del Polyforum y recientemente (este año, 2019) en Los mosqueteros del rey de Manuel González Gil. Pero en fin, prosigo, la fotografía es muy lucidora por esas inmaculadas tomas panorámicas, esos cielos abiertos de belleza tropical que enmarcan un idilio que en la tercera y última parte (la resolución) increíblemente nos lleva a ese suspiro de emoción al estilo de “¡Ay, qué bonito…!”, finalidad de este tipo de cine sin complicaciones y dominguero tan disfrutable; y más con un jumbo-refresco, palomitas y “agarrada de mano” con tu amor… 

¡Corte y queda…! 

MarcH de Malcriado

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