lunes, 11 de mayo de 2015

DE UNOS GÜERITOS QUE JUEGAN EN LA ORILLA DEL ABISMO

Un  afiche  en  el  que  se ven  dos  enamorados  en  plenitud. Parece  una  comedia  romántica.  No  lo  es  en  absoluto.


CANDY Australia, 2006. Dir. Neil Armfield. El joven poeta Dan (Heath Ledger) se enamora de Candy (Abbie Cornish), una pintora que promete. Ambos son bellos, libres, artistas y adictos a las drogas. Hacen el amor todo el tiempo, también travesuras, se aman, se drogan y así hasta “El cielo”, que es la primera parte de la cinta.


En “Tierra”, la segunda parte, siguen amándose y drogándose cada vez más. Se casan y se declaran “junkies” irredentos, hasta que ella queda embarazada. Se mudan al campo y comienzan a desintoxicarse… pero el destino les prepara una sorpresa.

En el tercer capítulo, “El infierno”, Casper (el grandioso Geoffrey Rush) su mejor amigo, muere de una sobredosis. Ellos, tal vez se salven… la secuencia final es imprevisible y muy conmovedora.

Ah,  el  amor, no  hay  otra  cosa  en  el  mundo  como  el  amor... ¡y  las  drogas!


Un año antes de este filme se estrena la inenarrable Broke Back Mountain (Ang Lee, 2005)**** y Mr. Ledger, con tan sólo veinticinco años, ya es un dios del cine. Su carrera cinematográfica comienza en 1992. Sus dotes histriónicas son prodigiosas, cuestión que queda de manifiesto con el merecidísimo Óscar por su actuación como “Joker” en The Dark Knight (El caballero de la noche)*** de Christopher Nolan, 2008.

El australiano actor también era productor y le hubiera gustado ser director. Si no hubiera muerto en enero de 2008, el pasado mes de abril  hubiera cumplido treinta y seis años.

Candy esta basada en el libro Candy: a Novel of Love and Addiction de Luke Davies. No lo he leído, y jamás lo leeré porque ésto es un monumento al amor, pero también a la desolación.

Creo que desde Réquiem por un sueño (Darren Aranofsky, 2000)*** no había visto una cinta de adictos tan impactante.

La bellísima Miss Cornish hace de la Candy un verdadero dulce, envenenado, pero dulce al fin. Y Heath Ledger me dejó con la boca abierta, literalmente. No sé, me da cosa comprobar que algunos elegidos de los dioses sean así o que “traigan metido al diablo en el cuerpo”, como me dijo una vez un 
 joven y exitoso productor de  cine mexicano refiriéndose a Marilyn. Pues el talentosísimo Ledger también sufría de insomnio, angustia, depresión… y vaya uno a saber qué más.

¿Es ése el precio de la gloria? Una de las posibles respuestas, paradójicamente, está en Candy, una película entrañable. ¡Extraordinaria...! ***

March de Malcriado

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