domingo, 11 de abril de 2021

HIROSHIMA MON AMOUR

 

HIROSHIMA MON AMOUR Salir del clóset no es tarea fácil para nadie, pero sacar del clóset algo que afuera morirá es otra cosa. “Elle” ―Emmanuelle Riva, mítica entre las actrices francesas―, está absolutamente enamorada de 3 hombres a la vez… © Argos Films / Como Films / Dajei Studios / Pathé Entertainment



HIROSHIMA MON AMOUR (Francia/ Japón, 1959, Dir. Alain Resnais) El título nos remite (dulcemente) a la devastación de la guerra, al triunfo relativo de los ganadores y al suplicio de los perdedores. ¿Pero, en realidad quiénes son los que “ganan” una guerra…? Las bombas atómicas que devastaron Hiroshima y Nagasaki marcaron el inicio del fin de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. Una hecatombe de semejantes dimensiones ha sido recordada por siempre y para siempre desde ese fatídico 1945, pero nunca antes y jamás después se volvió a rememorar de manera tan cruenta y artística, a través de una narrativa visual de belleza sin igual y un genial montaje. Eso es esta película, un canto de vida y de muerte.


Una actriz, la llamaremos “Elle/ ella” porque su personaje no tiene nombre (Emmanuelle Riva) se encuentra en Hiroshima porque fue a participar en un largometraje de coproducción internacional como propuesta y apología de la paz, como una campaña mundial para evitar que las guerras se repitan. Como si el arte pudiera hacer algo al respecto. No obstante el intento, todos los intentos son cosa loable. En el penúltimo día de su estancia, “Ella” ya lo ha conocido a Él, un joven arquitecto japonés (Eiji Okada) que habla perfecto francés. Ambos se relacionan en un affair de simbólica despedida, pues la joven regresará a París en unas horas. Pero la relación irá mucho más allá de lo efímero y puramente carnal, pues por vez primera ella abrirá su corazón para dejar salir un torrente de recuerdos secretos-cascadas, un total universo de dolor que ha contenido, y que la ha consumido durante muchísimos años.

Solamente Alain Resnais, junto a Marguerite Duras, pudieron convertir el horror en poesía, a manera de una transubstanciación de la realidad en una obra cinematográfica de altos vuelos. Considerada por muchos como la obra cumbre de la Nouvelle Vague (la nueva ola) del cine francés, Hiroshima Mon Amour es hermosa, desgarradora, existencial y brutalmente verídica… Eso de mezclar una conflagración mundial con la ruptura de los paradigmas del erotismo adolescente, y del adulterio, sin complejos de culpa es un logro artístico sin precedentes, que sin embargo, en manos del director francés y de la guionista parece algo poco complicado, pues Kinsey en los primeros años de la década de 1950 puso en la palestra el comportamiento sexual humano a través de  extensas investigaciones, su  estudio y su consecuente publicación. Algo  realmente  inimaginable  para la época. No obstante, nadie lo leyó. El cine en cambio, llega a todos lados y todos, pero todos, lo ven. Luego entonces, eros y la infidelidad cobran otras dimensiones, inclusive bastante generalizadas, y hasta lindas y deseables. Elle/ Ella ama a 3 hombres al mismo tiempo… ¿y qué…? Los celos no le sirven a nadie, ¡y son tan estúpidos…!



HIROSHIMA MON  AMOUR La confrontación  psicoanalítica  de las 2 más  fuertes pulsiones del  ser  humano: Eros y Tánatos. ¡Sencillamente extraordinaria…! © Argos Films / Como Films / Dajei Studios / Pathé Entertainment /Distribución: Cocinor



La guapísima mujer pareciera frágil y desorientada, perdida en un mundo que no es el suyo, pero es todo lo contrario. Encierra todo el misterio y el embrujo de una botellita de finísimo perfume pero muy intoxicante y corrosivo. Ella representa el sueño dorado, y rojo a la vez, de la mujer hermosa que aparece perfecta, pero que en realidad está atrapada y atormentada por sus sincrónicos amores. ¿Qué hacer entonces para transitar por las vías idóneas para conseguir su completa libertad…? Ella no había sido un alma libre hasta haberlo conocido a Él, en Hiroshima, él, ese que la observa anhelante, pleno de deseo; arrobado y enamorado, igual que como alguna vez fue vista allá en Nevers, en su primera juventud, y seguramente como también la mira su esposo, el ancla disolviéndose en el ácido de la ausencia, pero que la espera en París.


Desenterrar a los muertos no es tarea fácil para nadie ―hablando figurativamente claro―. Es un acto nefando, proscrito; pero en ciertos casos es necesario hacerlo para poder encarar la realidad y curarse el “mal de espanto”. Hay que atreverse a mirar sus ojos vivos-muertos-cósmicos y eternos, para despedirse, para dejarlos marchar a donde se tengan que ir. Al mismo tiempo, así nosotros también podríamos dirigirnos hacia nuestro propio destino, sin lastres, ¡sin ellos…!


Puedo asegurar que Hiroshima Mon Amour, tan calma y tan desesperada, a pesar de ser una producción casi olvidada ―cuyo guión fue escrito por la celebérrima escritora francesa Marguerite Duras―, y filmada en blanco y negro en 1959, es una de las películas más preciosas e impresionantes que yo haya visto sobre la liberación sexual, en serio. Seguramente, pronto la volveré a ver, por tercera vez (ya sé que anda por allí en DVD en una tienda del Centro Histórico de la CDMX), porque es un absoluto deleite y a la vez una fabulosa y terrible catarsis de principio a fin.

¡Corte y queda…!

MarcH de Malcriado

martes, 6 de abril de 2021

EL PADRE

 

EL PADRE El  duelo  de  actuaciones entre Colman y Hopkins es de altísimo  voltaje, pues ambos son histriones ya  oscareados. Nada  nos  sorprendería  que alguno de  ellos, o los 2,  se llevara  otro Óscar por  estos papeles que  parecieran  hechos a la medida.         © Trademark Films/ Cine@/ Embankment Films/ F Comme Film/ Film4 / Viewfinder/ Lions Gate UK/ Sonny Pictures Classics


EL PADRE (The  Father) UK/ Francia, 2020, Dir. Florian Zeller.

A  cierta  edad el  final  es muy  evidente, aun  en  una  persona saludable, pues  físicamente  el  deterioro es notable; y  en  muchas  ocasiones  la mente va  en  sincronía. Pareciera un  cuento  de horror,  pero nos acontece que  envejecemos a diario,  lo  vemos  a nuestro  alrededor. Si  tenemos  suerte,  todos envejeceremos para  cerrar un  ciclo divino. Si  nos  asomamos  al  espejo  éste nos  lo  grita. De  repente  un  día amanecemos viejos  y  decadentes. ¡Horror…!  Ya  vimos  ese  proceso  muchas  veces también  en  el  cine. La  película  más bella que  yo  recuerdo  sobre  este  asunto  es  Amour (Michael Haneke, 2013),  donde  la  pareja de la  anciana  ve  cómo  ella  se  va  extinguiendo poco a  poco.


La  vida  es  una  maravilla natural,  la  que  sea y  como  sea. Está usualmente  llena  de  color y  de  cosas  bellas y también  terribles, de lo justo y lo injusto. Sea  como  fuere,  el  precio hay  que  pagarlo  tarde  o  temprano… todos  sabemos  cuál es y  no  hay  escapatoria.


Otra historia  de algo tan   natural como el advenimiento de  la tercera edad  llegó  a la  pantalla grande hace  unos  días ―es increíble que  todavía  podamos  asistir  a las  salas de  cine, algo  de lo  que  me congratulo ampliamente―.  La amorosa y  paciente Anne (Olivia Colman) visita y cuida a  su octagenario padre Anthony (Anthony Hopkins), pero  por  ciertas  circunstancias ella pronto ya  no  podrá  hacerlo y comienza  a buscar otra cuidadora (la última fue despedida por  el mismo anciano). Más  bien, lo que  necesitan es una  dama de  compañía que pueda cumplir  cabalmente  con su difícil  tarea.

 

La  producción  es  sobria,  elegante,  contenida, muy  lejos  del  melodrama que  pudiera explotar otro  tipo  de  cinematografía  que  no  fuera  la inglesa.  El  duelo  de  actuaciones es  impresionante: tanto Colman cuanto  Hopkins  son histriones ya  oscareados. Nada  nos  sorprendería  que alguno de  ellos  se llevara  otro por  estos papeles que  parecieran  hechos a la medida. Particularmente  me  parece  que Miss Colman está asombrosa, como  siempre, su actuación  es tan  sutil y  tan  poderosa  como  el  batir  de  las  alas  de  un  colibrí. Hopkins,  por  supuesto,  también  está  soberbio,  desde El  silencio de los  inocentes (Jonathan Demme, 1991) nos  tiene de  boca  abierta. Esta  cinta  es un compendio de amor,  de  la  disolución  de la  realidad,  que nunca  sabemos  donde  comienza  y  donde  termina. La  temática y  su  tratamiento son  dignos  de un largo tratado  ontológico, que por  supuesto  no  voy  a desarrollar  en este sencillo  blog  de  cine.


Después  de  todo, en  gustos  se rompen  géneros y mi  cometido  solamente es externar  mi opinión sobre las  películas. Esta es  en  especial  un bocadillo  de  cardenal que no será un éxito de  taquilla,  sobre  todo  porque  los que  van  al  cine  generalmente  son  los jóvenes  y ellos  no  están interesados  en ver películas  de “viejitos”,  y  todavía peor: con  tanto  salto entre personajes, y en  el  tiempo ("que no se  entiende"),   y para  acabarla de  adornar con  “música clásica aburridísma”.  Me gusta  mucho la  ironía,  pero por  supuesto jamás llegaré  a los  niveles que esta impactante y brutal producción  logra poner  en  pantalla,  como  si  fuera  lo  más  sencillo del  mundo… Todavía  sigo impactado, de  veras.


El  soundtrack cuenta  con joyas únicas, de  esas  de repertorio que  solamente están  en  la  colección  de los conocedores, de los melómanos  más cultivados y exquisitos; no  hay  nada  pop ni  mucho  menos  esos  horrores que escuchan los millennials y  los  centennials y los bueno, mejor  me abstengo de  decirlo;  tal  vez  ellos  no  tienen la  culpa  de ser  jóvenes (condición  que se  les  curará  con  el  tiempo,  si  es que  tienen suerte, claro) en  esta época tan carente de  delicadeza, de belleza,  de  arte  de  verdad, en  síntesis: de tan pocas fulguraciones intelectuales.


Para  ver esta cinta, para  entenderla y disfrutarla realmente,  hay  que  tener más  de cincuenta  años. Los  demás mejor  absténganse… ¡con  la  pena!


¡Corte  y  queda…!

MarcH de Malcriado


lunes, 29 de marzo de 2021

ARTURO DE CÓRDOVA (1907-1973)

ARTURO DE  CÓRDOVA Ícono irrepetible del cine mexicano de  la  "Época de Oro". Aquí con "La Doña" en  La  diosa arrodillada. © Panamerican Films / Televisa (actualmente) 



ARTURO DE CÓRDOVA Hay muchas  biografías del galán  de  cine más  seductor de  la  “Época de  Oro del Cine Mexicano”, en  las  que  se  pueden  consultar múltiples  datos exactos sobre  sus orígenes, su carrera  como  locutor y sus primeras  películas, en suma su  filmografía  completa; pues llegó  a  filmar  alrededor  de 100 producciones,  tanto  en México  como  en Sudamérica  y en Hollywood. También  hay mucha  información  sobre  su vida  privada, ciertos rumores  y  chismes varios que  aderezan  y  alimentan  su leyenda. 


Su  apostura,  su distinguido porte y  su  voz  de  terciopelo  pronto le  abrieron  las  puertas  del mundillo  de la  farándula y finalmente,  del estrellato. En  nuestro  país tal  vez  no sea  lo  suficientemente valorado,  porque  hoy  en  día  no  hay  mes  en  que  no  se pase  al  aire alguno  de sus filmes. El  actor nacido en  Mérida, Yucatán, en 1907 u 8, nos  parece  tan  cotidiano en la  pantalla chica,  inclusive  en  streaming,  que no provoca ningún  alboroto. Sin  embargo,  Arturo  de Córdova es un verdadero ícono, ganador  de  3  Arieles en la  década  de  1950. Fue uno  de los  más  fabulosos dioses  de  celuloide que  haya  habido  jamás. 


La ausente, una extraordinaria película cuya reseña escribí por aquí hace ya algún tiempo… Como su hija "Rosita" Angélica María
© International Films / Televisa (actualmente)



No puedo decir que el histrión haya actuado junto a grandes figuras, porque en realidad, ellos, las “figuras”, fueron quienes tuvieron el privilegio de alternar con él. Si de Córdova hubiera sido italiano o francés, estaría a la altura ―o muy por encima― de las grandes celebridades como: Mastroianni, Rossano Brazzi, Raf Vallone o Jean Marais, a quienes francamente no les pedía nada.


Pero aunque  el  cine  mexicano siempre ha  figurado  entre los  primeros del  mundo, sencillamente  no puede  competir, en popularidad y  publicidad, con las  estrellas y  el  cine europeos  o de Hollywood. No  obstante, aun  sin  el  reconocimiento  que  se  merecería, lo tenemos con  nosotros,  nos  pertenece, como  parte  de la  gran  cultura cinematográfica que  tiene nuestro país,  que  habla  castellano y  que es a la  vez tan  absolutamente  continental.


La  presencia de  Arturo de Córdova hizo  de nuestro  cine  algo  todavía  más fulgurante. Nada  más hay  que  verlo en Medianoche (Tito Davison, 1949), en La  ausente (Julio Bracho, 1951),  El  esqueleto de  la  señora  Morales (Rogelio A. González, 1959) o  en la delirante Él, de Luis  Buñuel (1953). Todavía  no  he  visto todas su  cintas, y  la  verdad tampoco lo  pretendería,  porque ver  un  centenar  de largometrajes es una  tarea  titánica,  aparte  de  que  muchas no  están a la  venta,  no  las  pasan  por  televisión o pudieran estar perdidas. Con  las que  ya mencioné en  esta entrega, además  de otras 10 que  andan  por  allí y  que  me  gustan mucho,  son  suficientes  para admirarlo. Nunca me  canso  de verlo,  de  escucharlo,  de  soñar  con  ser él,  aunque  sea imaginariamente: siempre tan bien vestido, tan sofisticado, todo un dandy, encantador y seguro  de sí  mismo; pero  al  mismo  tiempo apasionado, atormentado, vulnerable  o completamente   loco…    


Él (Luis  Buñuel, 1953). Un  verdadero tour de force,  como  dirían  los  franceses,  cuenta  la  historia  del hombre más atormentado por  los  celos  desde Otello de Shakespeare. Estuvo nominada  a la  Palma de  Oro  en  Cannes por grandiosa, obsesiva,  patológica y maravillosa. Arturo  de Córdova transfigurado en… mejor  véanla. © Ultramar Films   


Aunque, después  de todo, y  como  él  diría: “No  tiene la  menor  importancia.”

¡Corte  y  queda…!

MarcH de  Malcriado


lunes, 22 de marzo de 2021

TÍVOLI

 

TÍVOLI Nunca  antes  se  habían filmado números  de burlesque en  el  cine  nacional,  así sin tapujos. Esta cinta  marca  el  debut cinematográfico de la reina  del estriptís en México,  la  monumental Lyn May.  © Corporación Nacional Cinematográfica (CONACINE) / Dasa Films, S.A. 



TÍVOLI (México, 1975, Dir. Alberto Isaac). Mucho antes de que apareciera el cine de ficheras como tal ―que catapultó como nunca antes la taquilla del decaído cine nacional de los años de 1970―, se filmó esta subvalorada y olvidada maravilla, en  la  que  aquél  se  inspiró,  definitivamente. Sus antecedentes se remontan al clásico cine de rumberas, que encumbró a aquellas leyendas y verdaderos mitos cinematográficos: Ninón, Rosa Carmina, María Antonieta y Tongolele, por citar sólo a las más memorables.

La muy "escandalosa" Tívoli es, en efecto, extraordinariamente atrevida, para su tiempo, pues aunque describe el mundo de la farándula con toda su magia y su miseria (nada  nuevo bajo  el  sol), nunca antes se habían filmado números de burlesque reales, sin tapujos y naturales. Semejante espectáculo estaba a cargo de su máxima representante en  esa época: la monumental Lyn May, que hacía de la desnudista "Eva Candela"; ya se imaginarán. Entre sketches también hay otros sexy números de "Lilí Manila" (la bellísima Gina Morett). Si esperan ver algo como Gipsy (Mervyn LeRoy, 1962), la historia de la primera stripper, se van a decepcionar mucho, porque esto sí es arte.

El argumento era lo de menos, o  por  lo  menos así parecía, pero no. Pues era la seria denuncia de la censura,  de la caída de los teatros de revista baratos y de barrio,  estilo  carpa; de los infructuosos intentos de las autoridades mañosas y corruptas, de acabar con la burla y el escarnio a su sistema de gobierno, a los políticos de medio pelo con ínfulas de emperadores. Además  de prohibir  los  atentados al pudor en  escena. Todos en contra también de la graciosa exposición de las vedettes, pequeños símbolos sexies, de un público ávido de admirar y fantasear con sencillos y lúbricos mini chóus de tercera, pero lo suficientemente excitantes como  para inspirar los solitarios goces onanísticos postreros, a escondidas de la esposa represiva, gorda y mojigata.

En la parte cómica está Alfonso Arau como el payaso “Tiliches”. Arau ya en ese tiempo era un multifacético actor, guionista y director. 

En realidad Arau era una discreta súper estrella de muy bajo perfil, pues siempre figuraba en el reparto de los mejores cineastas o dirigía cintas fabulosas: El águila descalza (de su autoría: A. Arau, 1971), Calzonzin inspector (A. Arau, 1973) y El rincón de las vírgenes (Alberto Issac, 1972). Más  tarde él mismo dirigió una de las mejores 100 películas mexicanas (y una de las 500 mejores del mundo): Como agua para chocolate (A. Arau, 1992) que le abrió las puertas de Hollywood. 

De "chistosos" también están Carmen Salinas (con las  peladeces a  las que  después tanto recurriría  para  sus  personajes de estilo "La Corcholata"), Pancho Córdova, Mario García "Harapos" y Armando Pascual.


LYN MAY La espectacular bailarina  exótica más famosa, tan joven y fresca en  Tívoli, que  ni  cuenta  se  daba de que ella sería una  de las  más fabulosas y míticas figuras  de la  escena  nocturna de  México.  Una  de  las  pocas  sobrevivientes  de  esos tiempos, que  se  han  ido para  siempre; ella da cuenta de  ello  en el  documental Bellas de noche (María José Cuevas, 2016). 



Es delicioso ver lo ingenua, joven y dulce que resultaba ser Miss May personificando a una femme fatale,  que  masca chicle. La Morett estaba hermosísima, como recién sacada de una película de Antonioni, así  de  exquisita, la  verdad. Pérez Prado toca su emblemático Bambo No. 8 en  el "Salón  Los  Ángeles",  antes  de  que  los  medios lo pusieran de moda años después, en  una  secuencia de  baile a lo "Resortes" increíble. Como los politequetes de opereta van José Carlos Ruíz y Héctor Ortega, que también demuestran su talento. Gran reparto.

Tal vez a muchos no les guste, porque el argumento aunque divertido tiene tintes de neorrealismo italiano. Cierto,  la historia es bastante sórdida. Sin embargo, los mexicanos, y lo demuestra nuestro cine, podemos reírnos de la  pura tristeza  y como  en  la  secuencia final―, con lágrimas en los ojos ver cómo nos quitan sin miramientos lo que nos pertenece,  lo  que  nos  da  la  identidad. 

¡Corte y queda…!

MarcH de Malcriado

jueves, 11 de marzo de 2021

LEONA

 

LEONA Es una película brutal y muy transgresora. Recomendabilísima para entender muchas cosas sobre ciertas minorías religiosas, pero a través de una bellísima historia. 
©
  Fosforescente / Terminal / Benucafilms / Menemsha Films




LEONA (México, 2018. Dir. Isaac Cherem) En esta semana reabrieron algunas salas cinematográficas en la CDMX, así que acudir a una sala de cine fue realmente una experiencia largamente añorada. Además, significó iniciar el año de cine con el pie derecho, veamos por qué.

Leona cuenta la historia de una joven judía de clase alta que se dedica a pintar murales donde se lo propongan, de hecho esta actividad que ni a su familia ni a su comunidad les gusta, pero la toleran porque la  consideran como una puntada juvenil pasajera mientras le llega su inexorable destino: casarse con el novio ―que ellos le escojan como el más adecuado― para seguir reproduciendo el opresivo modelo de sociedad tradicional que impone sus propias y estrictas reglas y leyes.

La desenfadada Ariela subida en una escalera decora una pared en la vía pública cuando un joven goi (no judío) la aborda, charlan un poco y después de algunas secuencias de salidas de cortejo muy fresas, por supuesto, terminan siendo novios. La relación es clandestina, porque Ariela (Naian González Norvind) sabe perfectamente que su noviazgo con Iván (Christian Vázquez) es algo absolutamente proscrito por su condición de niña bien y vehículo para seguir dando continuidad a ese estricto e inamovible modelo patriarcal.

El conflicto no se hace esperar y la bomba estalla. Familiares (entre los cuales destaca, como siempre, la espléndida Margarita Sanz como la abuela) y el resto de la comunidad, incluyendo al rabino, pegan el grito en el cielo.

Sin embargo, en vez de asistir a un desbordado melodrama mexicano,  como  era  de esperarse, vimos una cinta maravillosa, contenida y plena, a pesar del estridente tema que seguramente incomode a muchos. La dirección es prodigiosa, la fotografía de Diana Garay es excelente. Hay una escena en especial en la que retratan a esa bellísima nueva diosa del cine nacional, Naia González Norvind, como una verdadera y angélica aparición a contraluz que es de verdad fuera de este mundo. Ya habíamos visto a la Srita. González Norvind antes a todo esplendor en la tremenda y muy polémica Nuevo orden (revisar unas reseñas más atrás), así que su capacidad histriónica no es una sorpresa. Sin embargo, su actuación no tiene nada que ver entre estos 2 filmes y eso es muy notable para ser una chica tan joven. Ella recibió el premio a la Mejor Actriz en el Festival Internacional de Cine de Morelia en 2018. Esas son las figuras que necesitamos para seguir atrayendo público a las taquillas.

La manera como Ariela termina firmando su obra pictórica y la secuencia final quitan el aliento; esta última por su belleza plástica, por su significado, por su simbolismo y porque queda perfecta dentro del marco de todo este movimiento actual que ya saben… Esta película es una obra de arte, y agárrense, ¡tan   sólo es la opera prima del director Cherem…!

¡Corte y queda…!

MarcH de Malcriado

sábado, 27 de febrero de 2021

POSE

 

POSE Esta  no  es  una simple pose, es todo un  estilo  de vida en  el  que  la  belleza, verdadera  o  artificial, de las  criaturas  de  la  noche se  manifiesta  en  todo su  esplendor. © FX / Netflix


POSE (Serie de TV. Estados Unidos, 2018. Producción Ryan Murphy y Janet Mock). Esta  producción va mucho más allá de una simple "pose", de la hipermasculinidad, de la jotería y de la frivolidad que suelen atribuirles a quienes hacen del sexo servicio, el modelaje y el narcotráfico su modus vivendi. Producida y creada por el ya legendario Ryan Murphy, que entre sus producciones cuenta con: Nip/ Tuck, Glee, The Politician, American Horror Story, Hollywood y Ratched, entre otras; POSE trasciende lo nimio y lo simple que pudiera parecer la vida de las minorías negras, latinas y homosexuales, y profundiza en un momento histórico, los turbulentos años de 1980 en el vórtice de la mismísima locura: Nueva York. Tiempos aquellos en los que se refrenó la revolución sexual ―iniciada en los 60― y que modelaron la nueva libertad, la paranoia ―y también la represión sexual― dentro del funesto marco de la pandemia del VIH y el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida.

Por si fuera poco, la fuerza de los personajes es asombrosa. Lo mismo se tiene a una diva espectacular de las pasarelas, a una modelo que es la nueva Afrodita, una reina disco, un millonario masoquista, un diseñador de modas o a un narco de los muelles de Brooklyn. La puesta en pantalla por momentos se asemeja a un video musical del canal de suscripción “MTV” con los éxitos de aquella época, aunque la serie no es una comedia musical sino sensual.

La miseria y el glamour, vistos a través de los ojos de un panel de jueces en los “balls”, donde todos se reúnen, que califican a los seres humanos como si fueran concursantes sin alma para el casting de la nueva versión de Barbarella; no se excluye, irónicamente, en otras secuencias, el lacónico aplauso del público del pabellón de los deshauciados…

Hay un antecedente del fenómeno del movimiento de cohesión del colectivo LGBT+ a través de sus fiestas (o balls) ya filmado antes: Paris is Burning (Jenny Livingston, 1991), un documental muy controvertido para la época. Recuerdo haberla visto en corrida comercial en una sala de cine de la CDMX, cosa rara, donde todos los asistentes quedamos boquiabiertos por lo allí develado ante nuestros ojos a manera de “voguing”. En esa producción un personaje, de la vida real por supuesto, declaró a cámara que su gran infortunio había sido haber nacido hombre, negro y homosexual y que su suerte hubiera sido otra muy diferente si hubiera sido mujer, blanca y rubia; esa línea me pareció muy fuerte y reveladora de una realidad nada halagüeña. No obstante, si ese documental se volviera a exhibir seguiría igual de controvertido, porque quizás las leyes y los derechos de las minorías sexuales hayan cambiado y avanzado mucho en treinta años, pero no así el criterio y los prejuicios de una gran parte de la sociedad que los mira con desprecio y que a muy duras penas los tolera.

PARIS IS BURNING Es el  manifiesto documental  de todo un movimiento que  entre  el  divertimento y la  profesionalización  del glamour fue  el  génesis de todo un  estilo de  ver  el mundo. Las  figuras de  la cultura Pop siempre abrevaron  de esta  fuente oculta para  inspirarse y lanzar  al  mundo sus  conceptos  artísticos.    © Miramax Films




Además de las deslumbrantes chicas protagonistas: MJ Rodriguez como “Blanca”, Dominique Jackson como “Elektra” y la guapérrima Indya Moore como “Angel”,  está un actor y  cantante multipremiado y de enorme presencia escénica, él es Billy Porter como “Pray Tell”, el Master of Ceremonies más increíble desde Joel Gray en Cabaret (Bob Fosse, 1973), que también hace una verdadera creación de su personaje.


INDYA MOORE Toda una  revelación  en  su  papel  de "Angel" para Pose. © FX / Netflix 


Esta serie de 3 temporadas (cada una mejor que la anterior) es un fresco bastante serio y analítico de la naturaleza humana frente al triunfo y la adversidad, con todos los valores, temores, miserias y contradicciones de un colectivo que subyace estoico, muy a pesar del velado intento de soslayarlos y mantenerlos ocultos. Sin embargo, el regusto que deja cada capítulo no es amargo para nada, pues retrata que el hombre lleva dentro de sí mismo la bondad y que solamente se necesita un detonante para manifestarse. Esta es una historia de amor y las historias de amor siempre son hermosas. De lo mejor que ofrece Netflix para expandir la mente y el conocimiento del pasado. No apto para timoratos… o bueno, sí, para que se sensibilicen y se les quite lo obtusos y lo homofóbicos.

¡Corre video…!
MarcH de Malcriado

viernes, 18 de diciembre de 2020

RETRATO DE UN MUJER EN LLAMAS

 

RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS Una artista se hará pasar por una discreta dama de compañía. A través de una aguda observación plasmará en un cuadro la personalidad de una caprichosa rubia, a escondidas y en la noche, para lograr casarla a insistencia de su madre cuando esta logre mandarle  el cuadro a un  hombre en  ultramar . © Lilies Films / Mozinet



RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS (PORTRAIT DE LA JEUNE FILLE EN FEU

Francia, 2019, Dir. Céline Sciama. La exhibición y la promoción de la belleza femenina es una constante a lo largo de la historia, en todas sus manifestaciones. Hoy en día, la Internet con sus redes sociales: Instagram, Facebook, el Tik Tok, las aplicaciones de encuentros amorosos y lo que se acumule esta semana, hacen de esta aventura algo mucho más versátil y dinámico. Sin embargo, el misterio siempre termina con la materialización del sueño del eterno femenino para poseerlo. Las jóvenes aristócratas europeas desde siempre eran pintadas al óleo para mandar sus retratos a los hombres interesados en casarse con la más bonita, con la más prometedora. Así, Marianne (Noémie Merlant), es traída del continente para retratar a Héloïse (Adèle Haenel). Una vez terminado, la madre mandará el cuadro de su hija a un rico industrial de Milán con la esperanza de que pueda hacer un buen matrimonio digno de su estatus socioeconómico, igual que como le pasó a ella. Pero el asunto se complica mucho porque Héloïse no quiere ser retratada, ya que no se quiere casar por razones diversas. El cuadro tendrá que realizarse sin que ella se dé cuenta. La tensión va en aumento porque en varias ocasiones la creadora estará a punto de ser descubierta… 

La artista no  se  presenta a  Héloïse como tal; se tendrá que hacer pasar por una dama de compañía que a través de una acuiciosa observación podrá plasmar la belleza y  la personalidad de la caprichosa rubia,  pero  pintándola de  memoria a escondidas y en la noche. 

Pronto el hielo inicial se romperá entre  las  2  jóvenes y terminarán siendo amigas, las mejores. Pues Marianne es una talentosa mujer de algo de mundo que le abrirá las puertas de ciertos conocimientos,  además de  algunas áreas de su personalidad a la introspectiva y retraída ex novicia, cuya visión del mundo es lastimosamente confusa y limitada debido al encierro en  un  convento para  seguir su vocación religiosa. 

Casi todas las secuencias están fotografíadas por Claire Mathon como si se trataran de un cuadro interminable que muestra el virtuosismo imagológico de una directora que eleva esta producción a terrenos poco vistos antes, pero que son la alegoría perfecta de una historia de amor tan avasallante como imposible. El final es apoteósico e inolvidable. 

¡Corte y queda…! 

MarcH de Malcriado