jueves, 26 de noviembre de 2020

EL BAILE DE LOS 41


EL BAILE DE LOS 41 Está basada en uno de los hechos históricos más vergonzantes del siglo XX en México: la redada policiaca en la que detienen por “faltas a la moral y a las buenas costumbres” a un grupo de hombres de la diversidad sexual, como se les llama ahora. © CANANA



EL BAILE DE LOS 41 (México, 2020, Dir. David Pablos) Hace poco escribí por aquí acerca de la más hermosa película mexicana, una de fantasmagoría vampírica (ver más abajo la reseña, si ustedes gustan). Bueno, pues nada hay escrito que sea totalmente definitivo y esta cinta de  un género   distinto bien  pudiera  entrar también  a esa categoría también. Esta es una producción que literalmente nos corta el aliento, veamos por qué: El argumento está basado en uno de los hechos históricos más tristes y vergonzantes del siglo XX en nuestro país, una redada policíaca en la que detienen por “faltas a la moral y a las buenas costumbres” a un grupo de hombres de la que ahora se denomina la diversidad sexual. Así, a través de los  periódicos, da inicio  la denostación, el escarnio y el repudio modernos hacia los hombres homosexuales. Antes de esa famosa redada donde “atrapan” a esa bola de “depravados sexuales”, los llamados “maricones”, no existían referentes mediáticos sobre tal condición. Estudios más o menos recientes teorizan sobre la etiología de la homosexualidad. Que si es genética, que si es adquirida, que si es un vicio, una anomalía o que hay predisposiciones socioculturales que llevan a ella, y mucho más. 

No son objeto de discusión aquí las diversas causas de semejante condición humana natural ―que si no lo fuera, no existiría―; y vaya que ha existido desde que el mundo es mundo. Lo que sí es un hecho es que allí ha estado, de una manera u otra, en todos lados, bien oculta por supuesto, pues la religión judeocristiana la menciona y la condena. Vaya cosa más irónica… pues innumerables altos clérigos, y hasta los más humildes frailecitos y presbíteros, suelen ser de lo más contradictorios en sus costumbres y en la observancia de la “Ley de Dios”, que siempre les ha venido bastante laxa, por no decir guanga. ¿No  será  que  mucha  de la llamada "Ley Divina" sólo es un invento del hombre  para  controlar, asustar o  amedrentar a los creyentes, que claramente no tienen idea de la hermenéutica más  elemental? Pura cuestión humana  de  la  que  casi nadie  puede  escapar. 

Pero en fin, es a partir de la publicación de tal evento, el famoso bailecito, en la  prensa de aquel México de 1901, que la cruenta burla, la denigración y el abierto rechazo hacia los hombres que transgreden, o no obedecen, las reglas del común universo de discurso, llámese: patriarcado, heteronormatividad, intolerancia y un sin fin de construcciones sociales e ideológicas, en una palabra: los llamados “maricones”, son atacados, física, verbal, colectiva y legalmente de  manera más despiadada. Aclaro que dicha palabra no la inventé yo ni tampoco la uso  en  mi  habla cotidiana, sino que es en los mismos diálogos de la película que la mencionan los propios protagonistas porque así lo  estipula el guión. 


El sobrio, joven, rico hacendado y diputado  Ignacio de la Torre y Mier (Alfonso Herrera) ―con  su  característica  cara  de disgusto―, es un ambicioso político, ¿cuál no lo es?, que aspira a escalar puestos de mayor relevancia,  hasta  llegar  a la  presidencia. Sus planes para un mayor desarrollo personal le serán más fáciles de conseguir si además del brillante desempeño en el cargo público que ostenta, se casa con Amada (Mabel Cadena), la linda hija del presidente de México, el general don Porfirio Díaz, que más que presidente era un autoritario dictador imperial. El país se encuentra a las puertas de la modernidad, porque después de todo, Díaz hizo de su dictadura algo muy ambivalente y polarizado; por un lado estaba la despiadada explotación de los indígenas trabajadores del sector agrario en el campo y de los obreros de las cada vez más crecientes zonas urbanas ―algo nada raro a partir de la Revolución Industrial―, por el otro la aristocracia vivía en la opulencia y en un esplendor casi versallesco. Entre  otras  muchas  cosas más, como  el  ferrocarril, hay obras de  su dictadura que permanecen  como verdaderas  joyas de  la  arquitectura mexicana: el  Palacio  de  Bellas Artes, la  Columna  de  la  Independencia, El  Palacio Postal, el Palacio de Lecumberri,  el  Hemiciclo a Juárez  y la Aduana de  Tampico son  algunos ejemplos.  

Los ricos vivían haciendo de las suyas, pero los ricos homosexuales lo hacían en la clandestinidad para divertirse a gusto, lejos de la mirada de los no iniciados, para evitar esas miradas indiscretas y críticas inquisidoras. Ya se sabe, lo exquisito no es para los ojos del vulgo... Se dice que Maximiliano había creado un “club” de señores, por y para señores, una especie de University Club, de esos que abundan en las grandes capitales del mundo; la entrada en ellos era bastante restringida, había que llegar solamente con la invitación y recomendación de uno de los miembros ya afiliados. La secrecía, por  supuesto,  estaba asegurada. En esa cofradía estaban inscritos puros hombres que gustaban de “El amor que no se atreve a decir su nombre”, como lo denominaba de manera tan elegante el dandy de dandies, don Óscar Wilde. Así, entre las reuniones de damas de la alta sociedad (más intrigosas e hipócritas que la tiznada), sus desayunos popof y liviandades similares, se desarrolla a la par una historia de amor y deseo que sorprende inclusive a los mismos actantes,  porque es  entre  dos  varones. Nadie está preparado para conocer el verdadero amor que llega así, de repente, de manera inesperada y por  consiguiente la pasión que enloquece a los enamorados. Don Evaristo (Emiliano Zurita) es un abogado que trabaja recientemente en la Cámara de Diputados. Es un joven guapo, educado, provinciano y tiene todo lo que le gusta a de la Torre; apostura, inteligencia y la elegancia suficiente como para acercarlo a trabajar a su equipo y algo más... 

Mientras la señora de de la Torre se pasa las noches en vela esperando a su marido, éste se la pasa bomba con su amante, al que cariñosamente llama “Eva”. Las sospechas y los celos no se hacen esperar y en conjunto detonan una serie de altercados y problemas domésticos que la llevan al borde del colapso nervioso. ¿Qué situación tan familiar, no…? 

El estupendo guión es de Mónica Revilla. La puesta en pantalla es completamente espectacular, la dirección de arte recreó la época porfiariana de manera deslumbrante. La fotografía de Carolina Costa es verdaderamente magistral en  todo  momento. A pesar de que son muy pocas, hay algunas secuencias que tienden a ser lentas y sofocantes, pero creo que van muy acordes con el tono de la narrativa de un mundo en el que no había prisas, en el que no cabía la vulgaridad y la elegante cadencia de lo sórdido se ocultaba dentro de los tibores de Talavera, los jarrones de porcelana china o bajo las mullidas  alfombras. Cabe aclarar que lo sórdido no es la sexualidad diversa, sino la intolerancia, la discriminación, la homofobia, el machismo, la plutocracia, los celos, los prejuicios, la represión, la persecución de inocentes y, finalmente, la injusticia de ese mundo que iba y venía de chistera abordando tílburis y carruajes tirados por caballos… para ir a trabajar, a tomar el té, a una  fiesta o para reunirse a urdir planes maquiavélicos. 

El suntuoso vestuario no tiene más que aciertos; las locaciones son inmejorables y la banda sonora es muy acertada, hermosa y estremecedora. No hay momento alguno en que se dude de que estamos viendo la realidad de un mundo mítico y perfecto. El arte de contar mentiras, que es el cine, nos lleva a una experiencia estética maravillosa que culmina con el baile de aniversario. Nunca se  había visto en el cine mexicano tal perfección de movimientos de cámara, de edición, de actuación ―como cuando de la Torre (Herrera), ya  sin  su sempiterna  cara  de  palo,  se prepara en el espejo con su vestuario para la gran celebración―,  pues  el  protagonista logra transmitir una verdadera descarga eléctrica que se ve muy pocas veces en la cinematografía mundial. Ese joven Herrera es, finalmente, un monstruo de cine que será premiado muchas veces, ya lo veremos el año que entra en los diversos festivales a donde llegue la película. 

La sincronía, el gozo, la libertad, la realización lúdica y ontológica del Ser especial de los 42 personajes, es en su conjunto una total adoración y devoción a los  dioses Eros y  Baco; una indiscutible ascensión a la divinidad de lo estrictamente apolíneo. La emoción se desborda y deja al público perplejo, y aunque la sala desde el inicio permaneció en silencio todo el tiempo, en esa climática secuencia creo que todos dejamos de respirar, y mucho más los que amamos ir a los templos del celuloide a extasiarnos con la belleza del séptimo arte,  y  hablo  de verdadero  arte. 

En El baile de los 41 se sintetiza, sin pretensiones mesiánicas, toda la maestría que el cine mexicano ha ido acumulando desde sus inicios; desde que los mismísimos hermanos Lumiére vinieron a México en  1885 a mostrar y promocionar, ante Porfirio Díaz y toda su corte, el invento que iba a revolucionar de  una  vez  y  para  siempre nuestra visión y comprensión del mundo: el cinematógrafo. 

Me maravillo de que todavía, aun en esta época, con todo y todo, podamos asistir a las salas de cine a soñar, a sufrir, a emocionarnos y a aplaudir la comedia y  la  tragedia humana. 

¡Corte y queda…! 

MarcH de Malcriado

miércoles, 11 de noviembre de 2020

LAS BRUJAS

 

LAS  BRUJAS Aquí somos muy afortunados,  pues en  lugar  de  verla  en  streaming, en   México  tenemos  el privilegio  de poder ver esta  película  proyectada  en las pantallas de los  complejos cinematográficos completamente  antisépticos  y seguros. 
© Esperanto Filmoj/ Warner Bros



LAS BRUJAS (THE  WITCHES) EE.UU., México,  2020.  
Hay mucha gente que todavía recuerda la versión de 1990 de  Nicolas Roeg con Anjelica Huston como  "La  Gran  Bruja". La verdad, yo también la vi en su momento de estreno pero la recuerdo muy vagamente. Por supuesto que me gustó mucho, pues era una historia original y Miss Huston estuvo maravillosa en ese rol, cierto; pero eso no le quita el que sea más antipática que una lasagna de berenjena… 

Sea como fuere, el tiempo sigue su curso y Hollywood continúa con su tradición de hacer sus famosos remakes. Este es uno de  los que los cinéfilos no podemos perdernos. 

El argumento original,  basado  en  la  novela Las brujas de Roald Dahl  es muy sencillo: Las susodichas   brujas detestan a los niños del mundo y bajo la dirección de su majestad Eva  Ernst (La  Gran  Bruja) van a intentar poner en marcha un plan perfecto para exterminarlos de la faz de la Tierra. Para tal fin usarán el hechizo de una pócima letal que  será añadida a todas las golosinas. 

La producción  es del  mismo  Zemeckis, pero junto con los  oscareados Guillermo  del  Toro (también coguionista) y  Alfonso Cuarón,  nada más  ni  nada  menos. Así, la puesta en pantalla es sumamente lucidora  y decorosa, pero eso no  es nada nuevo bajo el sol, pues  alude  a los  grandes  nombres  que  la avalan.  El reparto no  podía  ser  mejor, pues también  es de primera magnitud, encabezado por Miss Hathaway, cuyo talento está garantizado por sus  innumerables reconocimientos aquí y allá, y bien coronados por un Óscar por su actuación en Los miserables (Tom Hooper,  2012). Su gran  atractivo y prestigio no pueden  ser cuestionados, pues al  conversar con varias personas me enteré de que todo el mundo la recuerda por su papel en El diablo viste a la moda (David  Frankley, 2006), curiosamente su película  top of mind, donde le dio una réplica memorable y se creció ante la celebérrima Meryl Streep que convirtió en  icónico el  personaje  de   “Miranda Priestly”. 

La señorita Hathaway en esta cinta está  muy exagerada, como  en una versión que  rezuma un divismo desenfrenado como a  lo Marlene Dietrich mezclado con la "Norma Desmond"  (Gloria Swanson) de Sunset Boulevard (Billy  Wilder, 1950) pero hablando como Za Za Gabor ―es  decir, a la extra payasa―… Total, que entre  todos hacen  de la tiránica reina de las brujas una verdadera bomba, grandilocuente, sobreactuada, sobre vestida, histérica mil, súper perversa y total e ilimitadamente fascinante. Cuando ella está en pantalla no puede uno dejar de mirarla ni  un  segundo; y eso señores,  ¡es magia pura…! 

No  obstante,  y  a pesar  de  la gran publicidad que  la  precedía, mis expectativas sobre el  filme eran muy laxas, pues por allí medio leí una crítica bastante ácida, ¿la escuché en la radio o la vi en la tele…?, no recuerdo, y francamente no me importa,  como  todas  las  críticas supuestamente  doctas,  pero   malintencionadas  y  destructivas. De todas maneras los remakes suelen ser malas copias de buenas y de malas películas, o de peores… con resultados realmente desastrosos. Tan sólo recordad Psycho (A. Hitchcock, 1960) y Psycho (Gus  Van  Sant 1999) en la que un clásico de clásicos es despedazado sin piedad quesque con la intención de homenajearlo. ¡Qué descaro…! Es como si quisieran volver a filmar Lo que el viento se llevó (Victor Fleming,  1939) o Una Eva y dos Adanes (Billy  Wilder,  1959) con otra “Scarleth” u otra “Sugar”… no  gracias, mejor preferiría volver a leer La náusea de Jean Paul Sartre. 

Así, Las brujas resulta una producción asombrosa y delirante, en un tono fársico, con un ritmo vertiginoso una vez que todos los actantes coinciden en el hotel donde se lleva a cabo la convención de las brujillas.

La dirección de arte, de fotografía y sobre todo de actores ―no está de más mencionar que también incluye a monstruos de la talla de Octavia Spencer y Stanley Tucci―, la animación y por supuesto los Fx,  que por  cierto, algunos intencionalmente parecen “chafas” para aumentar la hilaridad de todo el asunto, son excepcionales. Total que me la pasé riéndome, bueno, carcajeándome tanto, que al final me dolían el estómago y la garganta de ver semejantes explosiones de alegría, gracia y talento proyectados en este embelesante divertimento. Hace muchísimo tiempo que no veía una película tan redonda, tan fantástica  y que resulta perfecta para olvidarnos de nuestros problemas, de la pandemia y de la neurosis conversiva del mundo durante deliciosos 106 minutos.

Sí, parece que exagero, pero no, me quedé corto en elogios. No sé si habrá Óscares en 2021, y si acaso se celebraran ya parece que veo a Miss Hathaway sentada,  entre  los 3 grandes, (guapérrima y haciéndose la muy modosita) en la primera fila del Kodak Theatre (o como se llame ahora) nominados todos (otra vez) por haber vuelto a maravillarnos con su increíble talento. ¡Quiero volver a verla…! 

¡Corte y queda…! 

MarcH de Malcriado

martes, 3 de noviembre de 2020

ÁNGELES Y QUERUBINES

ÁNGELES Y  QUERUBINES Ésta es la película de vampiros más hermosa que jamás hayamos visto, ¡y  es mexicana…!  En  el  excepcional reparto  van los increíblemente bellos  Helena  Rojo y Jaime  Humberto Robles;  acompañados de  los  primeros  actores Ana Luisa Peluffo  y David  Silva. © Cine Producciones / Roberto Viskin

 


ÁNGELES Y QUERUBINES (México, 1972. Dir. Rafael Corkidi).

Filmada al estilo de  la  antigua  tradición  del “cine  de  rostros” de la  Época  Dorada  del  Cine Mexicano, esta  cinta  cuenta  con  la  presencia  de dos  actores  de  belleza  extaordinaria: Helena Rojo y  Jaime  Humberto  Robles. Gótica, sobria y  fantástica, Rafael Corkidi construyó una  obra  maestra  absolutamente subvalorada y  olvidada. Excepto  por  los  amantes  del  cine de  arte. La fotografía es  asombrosa,  el  tono y  el  ritmo se  ponen al  servicio  de un  argumento sencillamente  gótico a la mexicana: la historia del  amor eterno ―desde Adán y Eva―,  que a  lo  largo  de  la  historia por anomalías fantasmagóricas  del  género  del  horror, arrojan  a los  protagonistas fuera  del  paraíso y más  allá. En en ocasiones  al  abismo de la esquizofrenia y  la  psicosis que provocan el  amor  perdido  y  por  tanto  la pérdida  de la  vida misma y su sentido,  pero  sin  morir. Los  ríos subterráneos,  esotéricos, son  invadidos por  la presencia  infrahumana, humana y suprahumana de los  actantes y  son  el  escenario del  desarrollo de  una  serie  de  eventos mágicos,  religiosos o  antirreligiosos  que  se  desarrollan en la  infernal ultratumba.




Ángela (Helena Rojo) como una "lacrimosa" coronada llora lágrimas de sangre porque está enamorada, y el amor hace sentir la gloria, pero también el infierno... © Cine Producciones / Roberto Viskin


El galán Cristián (Jorge Humberto Robles) no puede conciliar el sueño desde que conoció a su adorada Ángela y también llora de amor... © Cine Producciones / Roberto Viskin


El anhelado toque  de la  vida  eterna, absolutamente espantoso y fuera  de  toda  lógica, ha  fascinado a  todas  las  civilizaciones,  desde  los antiguos persas,  los egipcios  y  los mayas… lo  ignoto,  las  sombras son  un  misterio que  el  hombre  siempre  ha  querido  develar:  así  en  el  imaginario colectivo y  la  mitología se  encuentran desde el  Limbo y el Hades hasta el Mictlán, que de  cierta  forma  se  materializan  en los sueños literarios y  cinematográficos de los  genios  como  Corkidi  ―que  además  de  dirigirla,  la  concibió (y  colaboró en el  guión con Carlos  Illescas) y la  fotografió― para dejar  al  público embelesado. Algo  curioso es  que  el  cineasta  alguna  vez  declaró que  él  no trabajaba  para  los  críticos  ni  para  el  público… yo  agregaría  que  tampoco lo  hacían da  Vinci ni Miguel Ángel.  

 

Pero un beso de amor desencadenará una serie de eventos fantasmagóricos y visualmente fascinantes. © Cine Producciones / Roberto Viskin



Sí, Ángeles y querubines, de tan sólo 85 minutos, es la película de vampiros más hermosa que yo haya visto jamás, aunque supuestamente era experimental,  ¡y mexicana…! En el excepcional reparto también van Ana Luisa Peluffo como “Gabriela” / “Demonio” y David Silva, más señoriales que nunca. 

*****/***** (En mi escala 5 estrellas significa más que excelente, es una obra maestra). 

¡Corte y queda…!

MarcH de  Malcriado



jueves, 22 de octubre de 2020

 

NO SOY QUIEN CREES Los perfiles falsos son perfectos para vigilar a los amados y a los ex amantes a través de una inocente invitación de Facebook. ¿Les suena conocido…? © Diaphana Distribution


NO SOY QUIEN CREES (CELLE QUE VOUS CROYEZ) Francia, 2019, Dir. Safy Debbou. 
Una profesora madura, divorciada, culta, elegante y bella imparte cátedra en una prestigiosa universidad de París, trata de transmitir a sus alumnos el amor por la literatura universal. A ella las letras le han abierto las puertas de la belleza a la que contempla extasiada en sus privados viajes literarios ―porque también escribe―. Leer y escribir son  actividades que se  realizan  en solitario; son una ancestral y efectiva manera de evadir al mundo y su fatal cotidianeidad,  o por  el  contrario: hacerlo  estallar,  como  dijo alguna  vez  Octavio  Paz sobre  el  hombre encadenado  que  cierra los  ojos. 

Leer es una especie de realidad virtual que  sumerge a los diletantes y a los profesionales, en la vida y en las emociones ajenas. Pese a todo eso, la gran catedrática es en esencia la mujer más aburrida y triste del mundo. Sin embargo, no todo está perdido, para mitigar su ansiedad,  hartazgo y soledad está la Internet con sus maravillas, y  sus hipnóticas y  adictivas redes sociales. Esa será  su  salvación y otras  cosas más... Allí puede  suceder de todo: inclusive se puede crear un avatar, inventar un otro yo, una proyección a la medida exacta de todo lo que uno quiere ser o aparentar; dentro del hechizo de un mundo ficticio, irreal, perfecto.

Los perfiles falsos son la plataforma idónea para navegar por el ciberespacio de manera anónima y  meterse en donde  sea; además de ofrecer la posibilidad de vigilar a los amados de manera subrepticia, y hasta espiar (to stalk) a los ex amantes a través de la inocente invitación para agregarlos a la lista de Fb-contactos,  y de paso, también a las amistades de los susodichos, para mantenerse al  tanto de  los  actos colectivos de la mayoría por la simple asociación propia  del  sistema que de todo da  cuenta. ¿Les suena conocido…? 

Quincuagenaria, sumamente frustrada y amargada por su triste y monótona vida, Claire (Juliette Binoche), crea un perfil de Facebook como “Clara”, y para divertirse  más se ostenta como una Lolita tardía, es  decir, utilizando las  fotos falsas de una linda chica de la mitad de su edad y de aspecto absolutamente despampanante. De  esta forma logrará experimentar una maravillosa sublimación y su inefable némesis. Pero para darle mayor  sentido a todo, en  el centro del  asunto no  está  Hubert-Hubert, como  en  la  novela  de  Nabokov, pero sí está Ludo su ex novio, por supuesto,  en cuyo muro,  entre  muchos  otros,  orbita su  mejor  amigo: Alex (Françoise Civil), un  tipito que por ser fotógrafo es muy sensible  y por  lo  tanto ama y valora la belleza como el artista que es. El talentoso e ingenuo Alex  a la  postre sencillamente resultará  ser mucho  más interesante  que  el  tal  Ludovico y  se vuelve el  objetivo amoroso perfecto ante  los  ojos ávidos  de Claire-Clara: debido a que es muy bien parecido y  bastante joven. Tan sólo por serlo la literata desquiciada comienza  a idealizarlo, tanto que  termina por deidificarlo. Así que para  continuar  con  su inocua diversión y para poner  a prueba  sus juveniles  ―y por  tanto ya harto mermadas habilidades "lolitas"―, sutilmente lo va a seducir y lo va a   enamorar… porque ella también es una artista,  sobradamente hábil  en  el  arte  del  engaño. 

El amor cibernético es real y absolutamente verdadero, porque provoca la misma ilusión y las mismas respuestas cerebrales y reacciones químicas que el amor en su  versión clásica: la presencial. Porque invariablemente desemboca en las conversaciones telefónicas donde  sin  decir  nada  se  dice  todo y en las que será posible escuchar la voz amada. Comunicarse de manera inmediata con el otro es sentir la mágica emoción de la promesa del encuentro. Vehículo directo a la felicidad o a un tremendo choque con la realidad que inclusive podría terminar en tragedia. 

Tengo que mencionar que Françoise Civil, como el apasionado y gentil enamorado, y Nicole García como la Dra. Catherine Bormans, la psicoanalista de Claire (en un papel “bombón”, como se dice en el  ámbito teatral), se lucen de una forma extraordinaria y se vuelven entrañables porque ellos  sí  son auténticos. 

He visto muchas películas de mademoiselle Binoche a pesar de que ella no me agradaba ―pero no cabe duda de que es muy buena en su oficio y su filmografía es de primera―; pero en esta producción está increíblemente excelsa, tanto, que hasta desapareció de su cara esa sempiterna expresión suya de limón agrio (tan francesa), y nos permitió por  primera  vez descubrir en  esos magníficos  close-up que no es solamente fotogénica, sino una mujer de gran belleza. Hay una secuencia en la que el fotógrafo la ve a través de la lente y el momento es totalmente simbólico, por todo lo que significa para los personajes y nosotros  los espectadores. Pues no  hay  nada  tan emocionante como posar para alguien que se arroba capturando las  mejores  imágenes de ese otro alguien, en el  vehemente deseo de poseer lo  bello por  un  instante y  viceversa. Fotógrafo y  modelo,  dupla perfecta,  el  uno  no  puede  ser  sin  el  otro.    

Termino dándole una ovación de pie al director Debbou, que logró una  obra  maestra sobre la locura de amor de 2 que no  saben que  no  saben que  no deben  creer todo  lo  que  ven. Seguramente voy a volver a verla, porque vale muchísimo la pena y porque después  de  tantos años, finalmente, ya quiero a la Binoche. 

¡Corte y queda…! 

MarcH de Malcriado

lunes, 19 de octubre de 2020

VENGANZA IMPLACABLE

VENGANZA IMPLACABLE Acción de principio a fin en un filme de excelente factura, con la presencia estelar de uno de los actores favoritos de este género.
© Open Road Films y Briarcliff Entertainment



VENGANZA IMPLACABLE (THE HONEST  THIEF) EE.UU., 2020, Dir. Mark Williams. 
Una cinta de policías y ladrones, el clásico thriller policíaco lleno de trancazos, emociones, corretizas, balazos, explosiones y persecusiones en autos a 150 km por hora y todo lo demás. Pero en esta entretenida producción, para variar, la frontera que divide lo prescrito de lo proscrito, o sea lo que hacen los buenos y los malos, según lo que se supone que les es propio, se diluye en un abrir y cerrar de ojos y el  total parece invertirse en un juego de espejos que pone a la ética frente a la más descarada de las ambiciones de aquellos que creen tener a la ley de su lado. 

Quien mejor para encarnar al inteligente, hábil y fascinante ladrón “Tom Carter” que el monumental macho alfa irlandés de 1.93 metros de estatura, el legendario Liam Neeson, cuya carrera se sustenta en sus magníficas interpretaciones de héroe y antihéroe que siempre tiene que escapar de las jugarretas del destino. No hay pierde con él, aunque su rango histriónico sea limitado porque casi siempre interpreta el mismo papel, excepto en muy honrosas excepciones. Ese sí que últimamente es el clásico caso del actor estereotipado, pero parece que ni a él ni al público nos importa, porque somos sus fans. 

En el fondo de tanta acción subyace una tierna historia de amor y de lealtad con la guapa de la película: “Annie” (Kate Walsh), una dama que sin deberla ni temerla se ve involucrada en una serie de situaciones altamente peligrosas que apelan a su buen juicio, inteligencia y prudencia. Los policías están bastante bien, 2 jóvenes y 2 maduros; que tendrán que investigar a un otoñal ladrón que quiere poner su vida en orden a través de la expiación de sus culpas. 

Muy disfrutable y excelente pretexto para ir a comer palomitas y beber refrescos cuyo precio se ha incrementado bastante para que las cadenas cinematográficas puedan enfrentar los costos de tener que limitar el aforo de las salas en acato de los protocolos de sanidad actuales. Yo no cambio por nada la posibilidad de asistir al cine para ver las películas como se debe mientras podamos, pues así como sigue la situación es una verdadero privilegio que los complejos continúen abiertos. 

¡Corte y queda...! 

MarcH de Malcriado

martes, 6 de octubre de 2020

SPUTNIK

 

SPUTNIK Una versión a la rusa de Alien, oscura y mórbida sólo para quienes gustan del género de los extraterrestres y los asuntos espaciales. Aunque podría decirse que no es nada del otro mundo, lo es… © Art Pictures Studio/ Fond Kino/ Hype Film/ Vodorod 2011 / Distribuida por IFC Midnight/ XYZ Films


SPUTNIK: EXTRAÑO PASAJERO Rusia, 2020. Dir. Egor Abramenko. En 1983, a bordo de la nave Sputnik, 2 astronautas orbitan y ven la Tierra como un espectáculo sin igual. Todo está bajo control, sin embargo, pronto comienzan los problemas, pues también ven algo raro que de repente pasa por la ventanilla allí afuera y la tensión comienza cuando se dan cuenta de que la escotilla comienza a abrirse. Lo que verán no es comprensible para el ojo humano, a pesar del entrenamiento al que han sido sometidos estos cosmonautas durante años. Esta impactante aventura espacial nos sumerge en el vórtice de un secreto de Estado que sólo los altos mandos del Kremlin suponen que pueden manejar, con los riesgos y sorpresas que implica el ir abriendo el expediente… ¿Qué o quiénes habitan en el universo, son amistosos o son de temer...?

El módulo aterriza en alguna parte de Kazajistán, cerca del mar Caspio. Las fuerzas armadas rojas los rescatan y los llevan a la consabida cuarentena... Todo detrás de la cortina de hierro aparece oscuro, viejo, con un sistema anquilosado que no admite aperturas, ni las científicas ni menos aun las éticas. 

El poderío espacial ruso ha mandado 2 hombres al espacio, pero con ellos ha regresado algo o “alguien” más… y ahora los 3 se encuentran en un campamento militar para ser estudiados. 

Para llevar un poco más de rigor en la peligrosa investigación, los altos mandos ordenan traer a la más calificada neuropsiquiatra de Rusia: la Dra. Tatiana Klimova, una hermosa rubia (Oksana Akínshina, por demás despampanante y ya multipremiada, qué bárbara). Mujer de temple, muy inteligente y sagaz, inicia entrevistando a Konstantin (Pyotr Fyodorov), el cosmonauta que guarda la clave del misterio o quid de la trama, que  de antemano se presume como algo realmente terrible. 

Con un ritmo lento pero muy intenso, lo oculto comienza a ser revelado con la llegada de la doctora que  se  dedica  a atar cabos,  pero siempre bajo  la  supervisión y la  mirada hierática  del coronel Semiradov (el  espléndido Fiodor Bondarchuk);  así entonces las luchas de poder no se hacen esperar, pero el miedo tampoco. El bien enfrenta al mal, a pesar de las apariencias. 

No obstante de ser una cinta de fórmula bastante predecible, la puesta en pantalla es magnífica, pues la fotografía, la iluminación y los Fx son de una excelente factura. La dirección es muy acertada porque logra llevar el turbio asunto hasta los confines de lo más torvo y sofocante; así lo requería el argumento; las actuaciones son magníficas y el tono va in crecendo hasta el agobiante e inesperado final. 

Es densa y larga, pero los 113 minutos que dura pasan sin sentirlos. Es una rara sorpresa, pero muy interesante, ver en la cartelera mexicana una película rusa de la que no había visto tráiler alguno ni tenía información previa. Fue mejor así, porque me gustan las citas a ciegas… esta vez no hubo decepción. Hace tiempo dejé de calificar las cintas aquí, pero esta vez sí quiero hacerlo, en mi escala de 5 le doy: **** 

¡Corte y queda…! 

MarcH de Malcriado

domingo, 27 de septiembre de 2020

AMORES MODERNOS

AMORES MODERNOS Del genial director Matías Meyer. Es un íntimo portento de belleza, tan emotiva cuanto deliciosa. © BDH Films


DE AMORES MODERNOS (México, 2019, Dir. Matías Meyer). Una producción muy al estilo de Jean-Luc Godard, ¿por qué no...?; pues Meyer, además de director es guionista y productor, y se cuestiona sobre el sentido de la vida, de las relaciones, del amor. Una pequeña maravilla que por no pretender ser apantallante apantalla absolutamente. El talento del director y de los actores, en su totalidad, es íntimamente grandilocuente en este fresco costumbrista y moderno,  como  reza  parte  del  título. La primera parte resulta sofocante, inclusive claustrofóbica, en una serie de secuencias donde parece que no pasa nada, pero cuya acción interna causa vértigo por las pérdidas:  la  primera "Armida" (Concepción  Márquez,  como  siempre  estupenda),  una  mamá mucho más  mujer e  inteligente que  la  clásica  chantajista madrecita mexicana que  de  todo  se  hace  la  víctima  para  controlar. Bien  pudiera  ser  que ella fuera  la  más  "moderna"  de todos. Aunque la ausencia pareciera ser la nada, es un todo que aplasta, que no permite respirar ni  a los actantes  ni  al  público. 

No cabe duda que Ilse Salas ya se ha posicionado como una superstar del cine nacional desde Las  niñas  bien (Alejandra Márquez Abella, 2018) con  Ariel  y  todo  por  esa  cinta  en  2019.  Salas retrata de manera íntima y natural a mujeres muy  contenidas  que llevan dentro un volcán en plena erupción; aquí es "Rocío", una "outsider" con el poder de un virus. Véanla y ya entenderán el porqué. Ludwika Paleta va como "Ana", un papel extraordinario que le da la oportunidad de lucir, además de su gran talento, unas piernas tan perfectamente torneadas que la mismísima Marlene Dietrich envidiaría.

No obstante, en esta película el mayor peso histriónico lo llevan los hombres, cosa rara, pues como que desde El amor a la vuelta de la esquina (Alberto  Cortés, 1986), Lola (María  Novaro, 1989) o Ciudad de ciegos (Alberto  Cortés,  1991)  por citar  ejemplos muy  notables―, las historias de mujeres son las que han prevalecido en el cine azteca. Así, el ya arielado Leonardo Ortizgris como "Alex" va como el desenfadado y complejo "rarito" que  no  se  sabe  al  principio  como  de  qué va hasta  que  habla  por  teléfono  con  su  amor. En contraposición está el hierático, dogmático y antipático "Carlos" (Andrés Almeida, excelente actor) que cumple a las mil maravillas con su papel de antagonista,  alejado  del amor. El  galán  romántico, apasionado y  delirante está a  cargo  de  David Angulo, que  llena  la pantalla con la locura de su  personaje  "Ricardo".   

Una historia tan común,  pero bien prototípica de la familia en la sociedad latina, tan nuestra y mexicana que hasta nos da un poco de risa, ternura y con la cual nos sentimos absolutamente identificados, pues muestra todo  un  abanico de variados  amores,  tan  modernos  que  son los clásicos,  por  supuesto. La quiero volver a ver para observar más detenidamente algunas sutilezas que tal vez no  capté cabalmente porque me distraje con los grandes trazos tan envolventes y  las  hipnóticas  actuaciones de  un  reparto  excepcional.

¡Corte y queda...!

MarcH de Malcriado