sábado, 28 de septiembre de 2013

DE QUE A MÍ LOS VAMPIROS ME LA CHUPAN (LA SANGRE, ¡CLARO...!)

Los vampiros siempre han sido criaturas fascinantes.

ALUCARDOS: RETRATO DE UN VAMPIRO. Méx, 2011. Dir. Ulises Guzmán. ¿Qué hay detrás de una película de culto? ¿Quién la crea, por qué, para qué, para quiénes…? 

Las respuestas son insondables o de respuesta múltiple, y según la película de que se hable. Sin embargo, éste es el caso de un filme muy singular: Alucarda, dirigida por Carlos López Moctezuma en 1978.

Cuando yo era todavía un chamaco, me llevaron a ver, por pedimento propio, La Mansión de la locura (México, 1973), seguramente en su segunda corrida, al ya desaparecido cine Orfeón que estaba en el centro de la ciudad de México. Mientras esperaba a mi papá, que estaba formado en la fila de la taquilla, yo observaba los cartelones de la entrada, la función sí que prometía. De pronto me llamó la atención la voz de un hombre alto, bien parecido, muy elegante en su manera de vestir y de conducirse, y me le quedé viendo. Era el mismísmo Juan López Moctezuma —lo reconocí de inmediato—, que seguramente había ido a la sala un sábado cualquiera para ver cómo iba la exhibición de su película. Se detuvo un momento a comentar no recuerdo qué con alguien que lo abordó, tal vez el gerente o encargado de la sala cinematográfica. Se veía complacido, sonreía. Como me supongo que lo haría cualquier realizador que tiene una cinta 
con cierto éxito en cartelera … porque el verdadero éxito en México, sobre todo en aquella época, solamente lo tenían las películas gringas. Las cosas siguen exactamente igual, con sus honrosas excepciones.

Quise relatarles mi primer dizque “encuentro” con un dios de cine —aunque yo no sabía todavía, que él lo era ni de qué magnitud. Porque el argumento de Alucardos: Retrato de un vampiro, trata sobre él, su personalidad y su película más representativa, en mi muy personal opinión: Alucarda, la hija de las tinieblas (México, 1978). La narrativa incluye las memorias y las secuelas que dejó en algunos de quienes participaron en su rodaje, pero sobre todo, en sus  espectadores y 
más acendrados fanáticos.

Hombre de refinada cultura, amante y propulsor del jazz, locutor de radio, funcionario de una empresa privada de televisión mexicana en Europa y muchas otras cosas más, don Juan López Moctezuma era un artista. Ser artista per se saca de contexto a quien quiera que lo sea. Pero si además se es un artista excepcional, la cuestión se potencia el triple, digamos…

Hay en la historia de la cinematografía mundial infinidad de películas de vampiros, desde la icónica Nosferatu de Murnau (Alemania, 1922) hasta la infame saga de Crepúsculo del siglo XXI. Pero entre  todas ésas, a nadie se le había ocurrido filmar la historia de una vampiresa que se llamara como el anagrama de Drácula: Alucarda, con unas características totalmente sui generis, atrevidas y muy adelantadas a su tiempo.

Alucardos está filmada a manera de documental, así que en un momento dado se llega a dudar de que estamos viendo un largometraje de ficción y quedamos totalmente convencidos de que lo que estamos viendo es un verdadero documental. ¿O es al revés…?

Dos jóvenes Manolo (Manuel Durán) y Lalo
(Eduardo Mondragón) nos relatan por qué aman Alucarda, la hija de las tinieblas —a su director y a todo lo que la rodea, desde los cartelones hasta a la bellísima Tina Romero, su actriz protagonista entrevistada para la ocasión —; cuándo la vieron, que les provocó, cómo afectó su cotidianeidad, en fin. Este par de fans son unos personajes fuera de serie, son tan raros como el filme que adoran. Son a la vez tan comunes, pero tan excéntricos y ambivalentes como la misma realidad que representan o que viven con vehemencia. 

No es necesario haber visto previamente la Mansión de la locura ni Alucarda para entender y disfrutar de esta maravilla, pues Alucardos se autoexplica de una manera inteligente y muy aguda. Existen unos finos tintes de suspenso, la fotografía en momentos es realmente espléndida (porque emula el estilo de López Moctezuma en ciertas secuencias) y hay otras sorpresas más que prefiero no contar para que sean ustedes mismos quienes las descubran.

Lo que sí les digo es que esta cinta encierra un viaje maravilloso a lo más recóndito de una obra de arte en celuloide y su anonadada audiencia. Tal vez, después de verla, muchos querrán ser parte del ritual. ***

March de Malcriado.

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